Pamiela, la cajita embrujada, dejará salir de vez en cuando un nuevo libro y con él tantos otros mundos que están en este.
La editorial navarra Pamiela ha cumplido cuarenta años y me doy cuenta de que una gran parte de mi vida ha estado vinculada a ella directa o indirectamente.
Directamente porque participé en los primeros pasos de la revista literaria del mismo nombre en torno a la librería pamplonica Auzolan ,que luego dio paso a la editorial , con varios artículos – el más destacado de los cuales fue una reflexión sobre el polémico Milenarismo vasco , de Juan Aranzádi – y varios poemas.
Y también porque en 1985 tuve la buena suerte de que saliera a la luz en una de sus colecciones mi primer libro de haikus – Teoría del extraño movimiento– con ilustraciones de Pedro Salaberri y en compañía de amigos como Jesús Ferrero, Santiago Echandi o Ramón Eder.
E indirectamente porque siempre que he podido, y desde diferentes medios, he ido dado cuenta de las novedades de la editorial, siguiendo algunas derivas singulares como la de mi también viejo amigo Miguel Sánchez-Ostiz.
A este vínculo tan estrecho no ha sido en modo alguno ajeno la larga amistad con el desaparecido y bien querido Txema Larrea y, cómo no, con Txema Aranaz, alma mater de la editorial.
Así que ahora que se cumple este aniversario y que, según parece, una nueva generación va a tomar las riendas de Pamiela, no puedo sino sumarme a las felicitaciones y desearle muy buena suerte. Lo tendrán muy fácil y muy difícil.
Muy fácil porque la senda abierta por Pamiela con sus cuidadas y diversas colecciones será siempre una gran pista que seguir y , en la medida de lo posible, mejorar.
Y muy difícil porque lo anterior implicará una buena combinación de aquella sindéresis que prescribía Baltasar Gracián, eficacia y sentido de la oportunidad que no oportunismo.
Entre tanto, Pamiela, la cajita embrujada, dejará salir de vez en cuando un nuevo libro y con él tantos otros mundos que están en este, como ya ocurrió en 1984 con la publicación de Pequeña crónica, de Pablo Antoñana…
(c) by Vicente Huici Urmeneta