
Una vez más la coyuntura geopolítica no ha pasado desapercibida en el Taller de Escritura que vengo coordinando desde hace algunos años. Buena prueba de ello es este breve ensayo de Joseba Garzón Murua (Bilbao, 1972) que transcribo a continuación:
«No ha pasado ni un mes de la pseudo-coronación de Trump (no puede ocultar que quiere ser rey, no presidente), pero su atropellado y aparentemente despótico talante parece que lo está cambiando todo, que prácticamente ha nacido un nuevo orden mundial. ¿Cómo puede ser una buena noticia? En el fondo, lo que sus acciones consiguen es acelerar o hacer más evidente muchas de las tendencias que ya estaban desarrollándose, y creo que la falta de disimulo y de caretas (no se puede decir que no esté intentando hacer lo que dijo en los mítines) puede provocar la necesidad de pasar a la acción, cada cual a su modo y manera.
La primera de esas caretas que caen es la de que ‘las grandes multinacionales’ (no las empresas, sino muy pocas de ellas con tamaños desorbitantes) estaban ‘comprometidas’ e incluso lideraban la carrera y la transición hacia un mundo más diverso, inclusivo y sostenible. Frente al primer Trump, ahora la nueva élite tecnológica ha decidido claramente sumarse a su estrategia, peleando por estar en la primera fila. Ha faltado tiempo: en solo días muchas de estas empresas han declarado solemnemente abandonar cualquier empeño en favor de la Diversidad, la Igualdad o la Inclusión. En la elección entre vidas y dinero, claramente han optado por este último, bajo la excusa de la meritocracia, obviando los posibles obstáculos que pueda tener cada persona: que cada cual se arregle como pueda. No sé si empezaremos a ver una ‘Gran Renuncia’, pero claramente es más fácil que suceda, y eso nos coloca en mejor situación que antes del 20 de enero.
La siguiente careta que se cae es la falsa aceptación de la democracia por parte de la élite económica. Ya no son necesarios los esfuerzos de lobby a puerta cerrada. El hombre más rico del mundo convence fuera de las cámaras al presidente para crearse el mega-chiringuito, un ‘ministerio’ sin reglas de control democráticas para básicamente hacer lo que le de la gana con la excusa de ‘matar las ineficiencias’ (que seguro las hay, por eso también tienen gente que les apoya). De paso, aprovecha para robar ilegalmente datos personales y confidenciales de la ciudadanía estadounidense para alimentar su negocio de inteligencia artificial (¿alguien duda todavía de que no lo hará?). En definitiva, servirse de la democracia para destruirla desde dentro. La concentración del poder es cada vez más obscena, y Trump no hace sino acelerar esa sensación, lo que puede ser buena noticia para acelerar el cambio, que en ningún caso será agradable, y seguro que tendrá muchos costes.
Otro punto que empieza a resquebrajarse es el de que la economía es lo principal e incluso lo único. Como generación que ronda la cincuentena, se nos enseñó, tanto a ellos como a ellas, que lo importante, la clave, era el éxito económico, ya que todo lo demás vendría entonces dado, en una tan automática como falsa identificación del dinero y las riquezas materiales con la felicidad. Creo sinceramente que el gran capital empieza a perder la batalla de la opinión pública que empezaron a ganar desde Reagan y Thatcher y con la caída del Muro de Berlín, hace casi 40 años. Ya no funciona la equivalencia automática entre inversión extranjera = bueno y por supuesto mejor que propiedad pública. Cada vez son más visibles los comentarios que, ante noticias de Blackrock, fondos buitre,… reconocen su carácter extractivo y denuncian que son una de las claves del problema, y que se debe si no luchar contra ellos, al menos impedir que sigan funcionando a sus anchas. También creo que es una mejor situación que antes del 20 de enero.
Por último, Trump nos hace muy conscientes de que nos han robado el verdadero significado de la palabra libertad. Drogadictos como son de la acumulación de dinero y poder, en su estrategia se han apropiado de tan sagrado término, la libertad, para asimilarla con la necesidad de poder hacer realmente su voluntad en todo momento, eliminando cualquier obstáculo público o estatal, sin importar nada ni nadie más que ellos mismos, limitando la libertad del resto. A lo largo del camino han convencido a mucha de la cada vez más raquítica clase media que puede disfrutar de una pensión alta a la vez que tiene la casa pagada, pero que empieza a ver cómo su propia descendencia, salvo que pueda heredar, no puede construir un proyecto de vida similar. Y es la juventud la que nos está enseñando que no se puede vivir sin mirar al lado, sin mirar atrás, sin mirar a la naturaleza que nos rodea, sin un propósito alternativo al coche y la casa unifamiliar en una urbanización de las afueras o en el centro de la ciudad. No nos hemos dado cuenta a tiempo como sociedad, pero Trump nos lo recuerda de forma tan zafia que creo conseguirá revelarlo a mucha gente.
Queda en cada uno de nosotros aprender de este error, y transformar el enfado y la rabia en compañerismo con los vecinos, con las personas que nos rodean, con los trabajadores que hacen las tareas más penosas que no queremos los locales, con las trabajadoras de cuidados, tan imprescindibles (y más cuando envejecemos) como penalizadas en la sociedad capitalista. Mucha de la epidemia de falta de salud mental viene por resistirnos al modelo en el que hemos sido educados, por el miedo de parar y mirar, aunque sabemos que en lo profundo es lo que queremos. Trump, si consigues que muchos más nos demos cuenta y empecemos a organizar la alternativa en comunidad, te estaremos agradecidos «.
Interesante reflexión, aunque un pco enrevesada. Aun así lo que más me ha llamado la atención ha sido lo de la «Gran Renuncia». ¿En qué consiste?
La «Gran Renuncia » es una tendencia a renunciar al trabajo ante el estancamiento de los salarios reales a pesar del aumento del coste de la vida, a las pésimas condiciones laborales en muchos sectores de primera línea, como profesionales de la salud, la hostelería, o la educación que surgió en 2021 en Estados Unidos y se ha extendido más allá de sus fronteras.
Algo de todo esto está en la base del film NOMADLAND
No comparto tal pesimismo. En occidente vivimos mejor que hemos vivido nunca. El ser humano sabrá defenderse, la realidad no es estática. La vida es ondulante que diría Montaigne