
Mi paseo de ayer me llevó hasta la preciosa y bilbaína Biblioteca de Bidebarrieta donde se presentaba Al final del viaje.Mi vida , mi mundo de Javier Sádaba , en un acto organizado por la Asociación y el Colegio Vasco de Periodistas.
Ante un público nutrido fundamentalmente de boomers, Amaia Fano fue desgranando algunos episodios de la vida de este filósofo de origen portugalujo, rememorando algunos aspecto para mí particularmente relevantes , ya que se habló de gentes como Fernando Savater, Gabriel Albiac, o Javier Echeverria que, aun tildándose en su momento como «filósofos jóvenes», fueron los maestros de mi generación por mucho que después cada uno tomara caminos ideológicos muy diferentes.
Otro sí, se comentaron algunos episodios históricos mas o menos recientes, resaltándose la para el invitado incompleta Transición o el partidismo corporativista en que ha devenido el actual estatus político en el que prácticamente – y desgraciadamente- toda intervención de base popular se ha vuelto imposible.
Sádaba, por supuesto, dejó claro su punto de vista desde el principio, pues se reclamó agnóstico, republicano y libertario, insistiendo en la vana deriva institucional de la izquierda, en la incultura general básica que se manifiesta día a día , en la ausencia de verdadero diálogo social y, en fin, en el desprecio por el matiz y la palabra justa – en esto continúa siendo un buen discípulo de Wittgenstein.
El acto finalizó con una llamada la acción, recordando la importancia del compromiso ciudadano individual y colectivo por mucho que este camino pueda verse en la actualidad teñido de un tinte utópico en medio del avance del neoliberalismo más salvaje y de la iliberalidad de los sistemas democráticos occidentales.
Y en tal punto, este Javier Sádaba que, tras pasar por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, acaso hoy hubiera sido un cardenal papable, recordó que sus insistencias de hogaño podían tomar como referencia aquella famosa frase que pronunció otro maestro de la época, Agustín García Calvo, cuando en un mitín setentero dijo : «Hablo, por si acaso…»
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