
Es la canícula propicia, en el sentido del viejo kairós , a las actividades ahora denominadas de outdoor, desde las fiestas sanfermineras, modelo de tantas otras, hasta toda una sucesión de carreras rurales y urbanas, subidas a, bajadas de, banderas de, saltos ,y un amplio etcétera.
Y como suele ser habitual, antes de las recomendaciones otoñales psicológicas ( y para-psicológicas) para «recuperar la normalidad sin estresarse» ,abundan en la prensa seria (no-canallesca) sugerencias, recomendaciones y programas para el bien sobrellevar de todas estas actividades, cada una según su especie y discrección.
Yo, probablemente por deformación profesional , he reparado en dos aportaciones que, en verdad os digo, no son muy originales pero que tienen el tono de haber descubierto de nuevo como se decía in illo tempore , el mediterráneo.
Así, como sociólogo-en -excedencia, no me ha soprendido el artículo de la divulgadora científica Mayte Rius intitulado «¿En qué se parecen un hincha deportivo y un fervoroso creyente?» en el que se hace eco de cómo la neurociencia revela que el cerebro vive el deporte como una fe, individual y colectivamente.
Abunda el escrito en el relato de constataciones empíricas, pues «estudios con técnicas de neuroimagen muestran que tanto la afición deportiva como las creencias religiosas involucran áreas similares en el cerebro» tales como » la amígdala y las vías de recompensa» y, consecuentemente, «eso explica por qué las experiencias deportivas intensas pueden sentirse casi trascendentales, evocando emociones poderosas igual que las prácticas espirituales».
Y, como diría Fabrizzio Salina Il Gattopardo, lo dicho me parece justo y necesario, solo que este trasvase de la fe de las religiones tradicionales a las nuevas religiones civiles ya está señalado en las páginas finales de Las formas elementales de la vida religiosa, de Émile Durkheim, publicado en 1912 y que tan claramente define dogmas, ritos y ecclesias análogas. Pero claro, como ahora se argumenta desde una ciencia cañí – ¿La neurociencia?- y no desde una pseudociencia – ¿La Sociología?- la verdad resulta más verdadosa.
Otro sí, como neuropsicólogo-no-practicante, y en un registro más académico, me ha ocurrido con un breve ensayo que bajo el título asaz científico de «Por qué movernos nos ayuda a borrar los malos recuerdos», del profesor Óscar Elía Zudaire. En dicho artículo se dice que un grupo de investigadores ha demostrado en ratones que incrementando la actividad física se consigue aumentar la neurogénesis en la zona subgranular del giro dentado del hipocampo, fabricando nuevas neuronas que disuelven el recuerdo de una vivencia traumática, reduciendo los síntomas de estrés postraumático asociados, concluyendo que «cuantas más neuronas nuevas, menos recuerdos traumáticos y menos conductas de estrés».
Bien, también, aunque a pesar de nuestra próximidad zoológica, no casa con estos simpáticos roedores el lema “Dale duro al gym y no le des más vueltas, tío” que figura en el a modo de abstract que figura al comienzo del mentado artículo, por una imposibilidad física y metafísica a fuer de marichula, que suena además a «si te ponen cuernos, dale a las mancuernas».
Por otro lado, la alternativa participada no deja de tener una componente vigoréxica tan à la page en nuestros lares y jornadas, sin mencionar otras prácticas, como la meditación, que en esto de la fecundación neuronal no van a la zaga.
Pero, en fin, que casi siempre va cada oveja con su pareja, y que aquí paz y después gloria, y también aquello de «no mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia». Además, quién sabe, a lo mejor (o a lo peor) convertir el deporte en una nueva religión civil es lo que ahora nos toca, como nos tocaron las religiones políticas anteriores…
(UDAKERIAK,cosas sin importancia del verano. Escritas en un tono un tanto burlón para solaz de algunos y sonrisas de otras.Sin mayores pretensiones ni trascendencias. Perfectamente prescindibles…)
(c) by Vicente Huici Urmeneta
¿UDAKERIAK?
UDAKERIAK,cosas sin importancia del verano. Escritas en un tono un tanto burlón para solaz de algunos y sonrisas de otras.Sin mayores pretensiones ni trascendencias. Perfectamente prescindibles…
Curiosamente etos días he comenzado a releer el libro de Durkheim como consecuencia de haber terminado de leer el de Reza Aslan «Dios, una historia humana». En fin, algo así como que la sociedad hace al individuo religioso.
Querido Antonio: le recomiendo sobre todo una atenta lectura de las últimas páginas. De ellas se deduce claramente que el vínculo religioso es un vínculo social tanto en las religiones tradicionales como en las civiles ( políticas, por ejemplo) y que todas tienen tres aspectos fundamentales: dogmas indiscutibles,ritos obligatorios y grupo social ( ecclesia). Y que todo lo anterior se puede aplicar a cualquier grupo funcionalmente desde al cristianismo hasta a un club de fútbol…