
Del salón- comedor en un ángulo oscuro comía pausadamente el primer plato del menú del día. De vez en cuando bebía un pequeño sorbo de una cerveza sin alcohol y a ratos hojeaba desganadamente un periódico.
Pero cuando levantaba la vista, sus ojos profundos y lejanos se fijaban en un infinito inescrutable y su rostro se iluminaba durante breves momentos.
Yo observaba este ir y venir desde el recogimiento mudo a la exaltación puntual y trataba de interpretarlo.
¿Estaría recordando su primer día en la Escuela Oficial de Cine madrileña? ¿Aquel gran éxito con El bosque del lobo que fue su a modo de tésis doctoral? ¿O los rodajes de Pim, pam, pum… ¡fuego! o Tormento ?¿ O el de aquel disruptor Un hombre llamado Flor de Otoño que se estrenó en plena Transición y que abordaba por primera vez en el cine español la cuestion de la homosexualidad? ¿O su retorno al País Vasco para rodar Akelarre o Bandera Negra?
Difícil saberlo, tras una tan larga carrera cinematográfica en compañía de actores como José Luis López Vázquez , Fernando Fernán Gómez, Paco Rabal ,José Sacristán, o Ramón Barea, de actrices como Amparo Soler Leal, Concha Velasco, Carmen Sevilla o Silvia Munt, y en tantas ocasiones con aquel magnífico guionista que fue Rafael Azcona.
Pero lo que sí estaba claro era que quien tenía allí delante, ya frente a un flan bamboleante, era al director bilbaíno Pedro Olea, que a su ochenta y siete años todavía era capaz de continuar sorprendiéndose con lo que veía entre recuerdos de …!Luces , cámara, acción!…
(c) by Vicente Huici Urmeneta