
Volvíamos del monasterio de Santo Estevo, embargados por una dulce y densa niebla blanca hasta que el simpático conductor de la lanzadeira que nos llevaba hasta el Embarcadeiro Ponte do Sil rompía el encanto:»Es humo, no niebla».
Y vaya si era humo, tanto humo que la contaminación del aire alcanzaba 170 µg/m3 sobre un índice de salubridad de 79,06 µg/m3. No era el acabose, pero sí el continuose del empezose del ayer de los incendios galaicos, como diría la ilustre Mafalda, y desde luego, como para recuperar la oportuna mascarilla de marras.
De forma y manera que el que suscribe contentose con atisbar entre una tibia lluvia de ceniza las bellas vistas del cañón del Sil desde el interior de barco que lo recorría arriba y abajo, a pesar de que su inclinación de marinero en tierra le tentaba una otra vez a aproarse en la mismísima proa.
Aun así , concluida la travesía, y de nuevo camino de Monforte,perduraba el recuerdo de los bancales de las viñas entre terrazas de piedra y escaleras de piedra, bajo un sol redondo muy rojo aplacado por el humo amarronado.
Y luego,en el apartamento , con un vaso de tinto mencía en la mano, sin saber porqué ,me venían a la cabeza algunos versos de Longa noite de pedra de Celso Emilio Ferreiro:
«…o aire,
as fenestras,
as olladas,
son de pedra…»
Longa noite de pedra e fume…
(c) by Vicente Huici Urmeneta