«¿ Trae usted un power point o tiene algo que decir?» preguntó el conserje al conferenciante antes de comenzar la sesión. Esta anécdota, tan significativa por elevación, la contó ayer en una cena Peio Gutiérrez ( prometí citar la fuente) a quien conozco desde los tiempos en que formaba parte del grupo de teatro Maskarada dirigido por Karlos Panera. De hecho, volvíamos del estreno de Mundubira. Elkano. Primus, una obra poliédrica y polifónica ( lo que más me gustó fue el juego de dialectos y tratamientos) precisamente dirigida por Panera y Patxo Tellería.
No obstante, mayormente docentes o ex-docentes todos ( y todas, of course) los presentes, pronto recalamos en los temas ( o insistencias, que es lo que al cabo la palabra quiere decir) propios y, cómo no, en las condiciones en las que hoy en día se desarrolla la enseñanza. Y más allá de las cuestiones de lo que antes se denominaba disciplina, rápidamente nos centramos en el desafío que supone la incorporación de lo electrónico a las aulas.
Como en los toros ( y mientras los haya), hubo división de opiniones, pero yo no pude evitar sacar a colación el asunto de los pp o power points, que junto con las llamadas «pruebas objetivas» , esas que se responden según un aparejo de a),b),c), o como mucho d), constituyen la perfomance más fácil y rápida para el enseñante vago: se lee en clase con voz cansina el pp proyectado y luego se pasa la prueba que se corrige en un pispás con una plantilla ad hoc. Y además…¡ Todo se puede documentar para la exégesis de los técnicos de la Q de oro!
La adoración por los pp, esos purés de purés conceptuales llegó por estos lares como una moda cuando ya en las metrópolis del Imperio ( por supuesto, Americano) comenzaban a denostarse : Frank Frommer , por ejemplo, en su libro El pensamiento PowerPoint. Ensayo sobre un programa que nos vuelve estúpidos, hablaba del pp como facilitador de un mundo “condesado, simplificado y más llano, brillante e hiperreal” en el que “la neutralidad de los enunciados transforma la expresión personal en un lenguaje comodín, legitimado de antemano” … De aquí y de las dos veces mentadas «pruebas objetivas», la incapacidad cada vez más constatable de la estudiantina a la hora de pergeñar un argumento o ,incluso, de escribir una frase con lo que antes se conocía como sujeto, verbo y predicado…Un desastre, sí, tan constatado por PISA, que hasta tuvo que desaparecer ( ¡ de unos ordenadores!) el informe al uso de hace un par de años.
Aún así, como las modas no son sino modos ( como ya avisó Roland Barthes en su Sistema de la moda) que además se retroalimentan ( mi hija lleva unos pantalones acampanados del mismo corte por el que yo , en mi adolescencia, me partía la cara) es de suponer que cambiarán las tornas y que lo que mi amigo Mick, de la Society for Social Neuroscience de Chicago, constata, que es el desprecio olímpico por los pp entre el profesorado más progresista, pronto arribe a nuestros puertos y se inicie un nuevo ciclo.
Pero todo eso, comentábamos, la mayoría de nosotros ( y nosotras , of course) ya lo veríamos desde la barrera… Pero…¿ Y la estudiantina?
«aquella diabòlica mania d’escriure». Don Vicente , con todo respeto, me parece que a usted le pasa tal cual.
Scripturire que decían los clásicos,según comenta R. Barthes. Gracias, fiel lector, y amable amigo.