Como todos los años he acudido al recital de fin de trimestre de la Escuela de Música en la que aprende piano mi hija.
Al comienzo de la sesión, la sala estaba muy concurrida y, quizá debido a que algunos de los músicos no tenían más de cinco años, se ha mantenido un silencio respetuoso, finalizando cada actuación con un fuerte aplauso.
Al pasar a los pre-adolescentes, el público ha comenzado a disminuir: cada padre o madre implicado ,se levantaba de su asiento, grababa en video la actuación de su lebrel y abandonaba la sala en cuanto finalizaba la actuación. Por lo demás, y a pesar de las advertencias del programa de mano , entre tanto, no cesaban de hablar en voz alta, de gesticular ostentosamente y de dejar correr de aquí para allá a sus criaturas de menor edad.
Con la llegada de los jóvenes, la sala ya casi se ha quedado vacía. Salían los músicos de uno en uno entre tímidos aplausos del profesorado y de algún familiar, actuaban y, haciendo un amago de saludo , abandonaban el escenario rápidamente.
En recitales anteriores, al finalizar el acto, solían presentarse en grupo todos los artistas para hacerse la típica e histórica «foto de familia», pero en esta ocasión, dada la desbandada general, la presentadora ha optado por un agradecimiento escueto y formal.
A la salida de la Escuela de Música, dirigiéndome con paso lento hacia casa , he estado pensando si estos padres y madres que sólo van a grabar en video a sus hijos e hijas y a los que les parece que todo lo demás y todos los demás , sobran, hasta el punto de no saber guardar el mínimo silencio, e incluso de marcharse sin respetar los descansos en cuanto ha finalizado la actuación de su descendiente, si estos padres y madres, digo, se quejarán luego de la mala educación que campa a sus anchas, o si por el contrario, como parece que ocurre en un centro educativo privado no concertado, esa «mala educación» manifiesta forma parte de la » distinción» ( en el sentido de Pierre Bourdieu) que pretenden conseguir para sus hijos…
Le llamas mala educación. Efectivamente es mala. Y es la que viene dándose desde hace dos generaciones: El individualismo y falta de respeto a lo colectivo, a lo compartido.
Solo importa el «qué hay de lo mio».
…en el conservatorio (Sarriko) eso es impensable…y es que algunas tenemos tan claro que la educación pública, además de ser la única que asegura la inclusión social, tiene a la gente más formada y educada, a la «buena gente»
No hay nada más repugnante que la mala educación de las clases pudientes, no tienen perdón
Me he quedao a gusto, eh…ya sabes que soy de esas chicas de procedencia obrera a las que le funcionó el ascensor social…pero el resentimiento de clase lo voy alimentando día a día, muy a mi pesar
Viva la música!!!
Completamente de acuerdo Vicente. Creo que la culpa es, en parte, de nuestra generación.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con una frase del, para mi, acertado comentario de Susana, en la que dice «No hay nada más repugnante que la mala educación de las clases pudientes, no tienen perdón».
Yo firmaría esta aseveración, si se corta la frase antes de lo de las clases pudientes, porque creo que la mala educación es de los pocos bienes que se socializa a velocidad exponencial.
Tampoco creo que la enseñanza pública (yo trabajo en la Universidad, en Leioa) sea el modelo a seguir, en contraposición con la privada. Lamentablemente, creo que en esto de la educación, ambas instituciones se encuentran a la par.
No nos olvidemos que la principal educación es la del hogar familiar y mucho me temo que esta «institución» va cuesta abajo y sin frenos.
Buen día.
Muchas gracias por el comentario, Luis Ángel.