En Amsterdam, todavía hay «Barrio Rojo»,pero se podría decir que ya forma parte del patrimonio histórico de la ciudad.
Quedan, desde luego, las cabinas con señoritas – que diría Josep Pla- , mayormente macilentas ,y las hubo con señoritos, pero fracasaron no se sabe bien si porque las féminas no necesitaban estos servicios o porque en la capital europea del LGTBI no tenían ningún sentido.
También continúan abiertos algunos sex- shops que venden vídeos eróticos clásicos y aparatosos aparatos para cuya utilización probablemente se necesitaría el equipo médico habitual. Y otro sí, decadentes espectáculos de » sexo en vivo», así como un Museo del Sexo ,con un aburridísimo portero , que ya no puede competir con el Museo de cera de Madame Tussauds, sito en el Dam.
Y es que, a la vista de lo que hoy en día se puede ver y oír con un simple click, todo lo que fue la industria del sexo holandesa de los años setenta, ha quedado obsoleto y con un cierto retrosabor arqueológico.
De hecho, el ayuntamiento amsteliano ha regulado ya las visitas de grupos turísticos con guía y, como en cualquier museo que se precie, están completamente prohibidas las fotografías y todo tipo de grabación.
En fin, que es más que posible que el Barrio Rojo se convierta, si no se ha convertido ya, en la base empírica para tesis doctorales en Historia, Psicología, Sociología… y Sexología, por supuesto. Y que las generaciones futuras, sobre todo esas que no tengan ni idea de lo que costaba conseguir un condón por estos lares en tiempos no muy lejanos ,no alcancen a comprender este fenómeno y hasta se rían a carcajadas ,como ya ha ocurrido tantas veces con tantas cosas…
Lo que busca usted para huir de la marabunta política don Vicente.
Uno hace lo que puede, don Antonio…