El vaquero de Marlboro

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Patxi es un fumador social de mínimo común denominador. O sea que fuma siempre de gorra y, por lo tanto, cuando queda con alguien.Como yo ya no fumo, conmigo lo tiene claro, y de vez en cuando aprovecha para comprar un paquete echándome la culpa.

Estamos en la terraza del 12 de Ajuriaguerra, tomando uno de sus excelentes cafés, y acaba de volver  con una cajetilla en la que sobresale una enorme foto de un cuello taladrado a causa de un cáncer de laringe.Mientras se echa el primer pitillo, no puedo evitar que mi mirada se vaya una y otra vez hacia la foto.

«Ya, ya sé que es terrible. Pero lo que no entiendo es porqué no ponen una pegatina de un hígado fosilizado  en las botellas de vino o la de unos cuantos  tipos en silla de ruedas junto a los precios de los automóviles»

Lejos de mí hacer apología alguna del tabaco que, según vamos sabiendo, mata de verdad y en algunos casos dolorosamente. Pero es cierto que la  contrapublicidad gore que lo acompaña no deja de tener un punto de arbitrariedad y tanto más cuanto que  , desde los años cincuenta  y a través del cine, se constituyó en  un símbolo del glamour cuando no de la libertad – no hay más que recordar  al vaquero de Marlboro.

El siempre agudo Robert Louis Stevenson escribió en su momento que no comprendía cómo había gente que pensaba que fumar era algo malo o que aceptaba sin más la prohibición de pasear en domingo que estuvo vigente en Escocia durante una temporada. Desde luego, la comparación hoy nos resulta incomprensible en términos lógicos, pero también empíricos dado que  el último día de la semana se ha convertido en ocasión  para correr  con pinganillo en marathones diurnos y nocturnos, bicicletear por doquier  desde el alba hasta el ocaso y colonizar sin tregua montes cercanos.

Patxi ha apagado el cigarrillo y está a punto, como siempre, de retorcer la cajetilla con los diecinueve pitillos que aún quedan dentro en un acto retrosalvífico y culposo.

«Anda trae» le digo » que te la guardo para mañana».Y Patxi obedece con mirada de cordero degollado. Y es que la amistad está por encima de todo. Incluso del vaquero de Marlboro ( que, por cierto, murió de cancer de pulmón)

Publicado por

Vicente Huici

Sociólogo, neuropsicólogo y escritor.

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