«En estos cincuenta años de vida unitaria, nuestros políticos se han dedicado en gran parte a crear la apariencia de una uniformidad italiana: las regiones habrían desaparecido en la nación y los dialectos en la lengua literaria. Pues bien, Sicilia es la región que ha resistido más activamente a esta manumisión de la historia y de la libertad, y ha demostrado en numerosas ocasiones que vive una vida de caracteres más propiamente nacionales que regionales.»
Siempre atento al matiz, siempre manteniendo una distancia crítica respecto de cualquier dogmatismo, me han sorprendido estas palabras de Antonio Gramsci escritas en 1918, hace ya más de un siglo.
Y vista la situación que hoy todavía tenemos en la piel de toro, no sé si no convendría reflexionar sobre ellas, precisamente retrotrayéndonos a 1918 y a los problemas territoriales que ya por entonces se manifestaron, que se exaltaron crudamente durante la II República y la Guerra Civil, que se enterraron bajo el Franquismo, y que han vuelto a surgir con singular fuerza en nuestros días, tras unos años de supuesto consenso constitucional.
Porque, como también avisa Gramsci, «cuando se escriba la historia de estos últimos años con más vocación de verdad y exactitud que de deseo de suscitar estados de ánimo arbitrarios, muchos episodios aparecerán bajo otra luz…»
Y, repito, son palabras de hace más de un siglo, de 1918..
Desgraciadamente cuando llegan esos tiempos que Gramsci auguraba, se sigue escribiendo bajo la atadura de «estados de animo arbitrarios» y los hechos, si aparecen bajo otra luz, es también por la luz interesada de los intereses políticos del historiador.
Tenemos un ejemplo claro en los análisis actuales de la «misión grandiosa» de España en América, la Leyenda Negra o los estudios interesados -de un signo o su contrario- sobre Euskal Herria, su cohesión como sociedad, su relación con Castilla y España, la del euskera…
Gracias por su atinado comentario.