El escritor y periodista catalán Quim Monzó, más atento a lo estructural que a lo coyuntural – y nunca mejor dicho- ha publicado este fin de semana en La Vanguardia una columna titulada «Para no dar “mala imagen»
En ella comentaba que el Ayuntamiento de Salou ha prohibido recientemente las manifestaciones en las calles turísticas para no ofrecer “mala imagen” a los visitantes, ya que en los últimos años se han celebrado numerosos actos independentistas en el paseo marítimo. Se pretende así que los guiris- hay casi ochos millones de pernoctaciones- tengan “un destino vacacional tranquilo, acogedor y afable” (sic)
Continuaba Monzó diciendo que «Catalunya es un país que ha ido vendiendo progresivamente su alma al turismo» y abundaba añadiendo lo siguiente: «Municipios grandes y pequeños, cada uno en la medida de sus posibilidades, han ido agachando la cabeza ante este conformismo que muchos ciudadanos de buena fe consideran inevitable. Por los turistas se modifican planes urbanísticos. Por los turistas se presiona a los habitantes hasta expulsarlos de sus edificios, con el fin de poner más y más hoteles. Por los turistas los barrios se gentrifican . Con los vecinos expulsados, los restaurantes de toda la vida tienen que cerrar, lógicamente, porque los guiris quieren o bien chorradas hipsters o, los más atrevidos, presuntas paellas con sangría. Conocer el país les importa un rábano. Ellos quieren visitar lo que han visto en las fotos de las revistas, los catálogos turísticos y las redes».
Si he transcrito el párrafo anterior es porque cada frase es insustituible en el estilo directo, sabio y a la vez irónico de Monzó, digno sucesor de un Josep Pla pasado por otro mirada.
Y, además, lo he hecho porque cuando se afirma que «tras Catalunya, vendrá Euskadi» y se contesta que «Euskadi va por otro camino», ambas afirmaciones no suelen contemplar un trasfondo más allá de lo político coyuntural.
Y sin embargo…¿Estamos también por estos lares comenzando a vender el alma al turismo? No lo sé. Pero cada vez hay más hoteles y restauradores de firmas multinacionales, en algunos bares típicos los pintxos – que han comenzado, por cierto a llamarse tapas – llegan de la mano de algún que otro polimorfo catering…Y a algunos les empiezan a molestar las manifestaciones de cualquier tipo, sean las de los obreros del metal o las del profesorado de la concertada, mientras se mueren de gusto dejándose invadir y ocupar por todo tipo de festejos deportivos o musicales – diz que internacionales – aunque, Oh my God!, se colapse la normalidad de la vida cotidiana…
Desde Barcelona, por favor, aún estais a tiempo. Defended esa maravilla de país en el vivís. Yo ya he perdido mi ciudad.
Completamente de acuerdo con Gabriel Plana. Hemos perdido Barcelona y todo el país.
Gracias por el comentario. Espero que por aquí se tome nota.
Muchas gracias por el comentario.
A usted por sacar el tema; creo que en Euskadi aún no se es consciente de lo que supone la sumisión al turismo masivo desde el punto de vista económico, laboral, ambiental y social.
Es paradójico y triste que ahora que los catalanes han visto que la independencia es el único camino, Catalunya esté despareciendo bajo el alud turístico y migratorio.
Que no os pase lo mismo.