Un viaje es una oportunidad, dicen. Sí, es verdad. Pero para muchas cosas. No es lo mismo un viaje profesional que un viaje de placer: eso está claro. No es lo mismo viajar solo que acompañado : al principio gusta más la primera opción, con los años, se va prefiriendo la segunda. El viaje más largo, como el día correspondiente, se hace a pie tal que Josep Pla por los caminos del Empordá . El más rápido, en sentido estricto – sin contar traslados y esperas – se supone en avión…
Pero , salvo para el andarín – por ahora- todo viaje ya es ahora una sucesión de ruidos humanos , voces que le llaman, que no cesan de rodearnos hablando en alto, muy alto, como si los micrófonos a los que se dirigen las palabras estuvieran técnicamente sordos.
Y así , no hay manera de concentrarse en la contemplación de un paisaje, en los juegos de un niño, en un perfil sugerente, pues se ve uno atravesado , literalmente atravesado, por charletas estridentes de dolorismo recreativo, política-ficción o conspiraciones deportivísticas.
Y por todo ello , ante lo que el neurocientifico Michel le Van Quyen denomina «sobrecarga cognitiva», no queda otro remedio que buscar, de vez en cuando, algún lugar apartado, aunque sea aquel que antes se llamaba «el excusado» y que tan acertadamente ha glosado el escritor Peter Handke en su reciente Ensayo sobre el lugar silencioso…
Me da que los «viajes» a pie de don Josep eran, más bien, paseos. Él mismo se motejaba de gasta suelas urbano.
Si, pero yo me refiero a El pagès i el seu món, en el que realiza el viaje a pie mencionado.
Ese es un libro delicioso. Mucho mejor que «Un viaje en autobús»
Mi forma de aislarme hasta donde yo quiero, es tener un móvil que sólo sirve para llamadas y mensajes. Todos los datos (guasap, facebook, correo…) los tengo en la tablet, que enciendo solo «cuando toca». Y en casa me niego a tener televisión. Estoy muy de acuerdo con que hay que buscar un lugar silencioso, como sea.
Una buena alternativa. Gracias por el comentario, Aurelio.