Parece que estuviéramos volviendo a tiempos bajomedievales, aquellos en los que enemigos y amigos se confundían de un día para otro y se liquidaban entre sí reclamando todos la ortodoxia y condenando todos a todos como herejía la puntual y ordenada discrepancia.
Triste pasado este el de una piel de toro que no hizo a tiempo ninguna verdadera revolución, ni siquiera la revolución industrial, como dejaba entrever una y otra en sus novelas Manuel Vázquez Montalbán, ni tuvo verdadera burguesía pues todo se subsumió en juegos de pactos oligárquicos, como demostró Manuel Tuñón de Lara en sus numerosos estudios históricos.
Y fatal destino el del sentido crítico autóctono, que hubo casi siempre de desarrollarse en prolongados exilios interiores y exteriores. Pues nunca se vió que la tal crítica- o juicio, en su sentido etimológico- construía más que destruía o en el menor de los casos eliminaba adiposidades de antaño y de hogaño – «michelines» en célebre y posterior expresión.
Y así, embarrados ( y embarradas) en legitimidades más propias del Antiguo Régimen, renacen una y otra vez aparentes tirios y troyanos, cuando en realidad son todos carlistas disfrazados de carlistas y liberales…Malos tiempos para la crítica…