No corren buenos tiempos para la Iglesia Católica. Al escándalo de las inmatriculaciones amparadas en una ley de la dictadura franquista y que ha supuesto la apropiación de muchos edificios sufragados por el pueblo o por particulares (1), se ha sumado la reclamación del pago del IBI correspondiente de aquellos edificios en los que no se cumple el requisito de operar sin ánimo de lucro, como ocurre en el Seminario de Derio.
A todo ello, se ha añadido una larga serie de operaciones de especulación inmobiliaria como las que llevadas a cabo en San Sebastián, en Córdoba o, en estos momentos, en Bilbao (2), estas dos últimas, por cierto, bajo el mandato del mismo prelado.
Nunca ha sido fácil la relación entre la Iglesia Católica y los poderes públicos, una vez que desapareció el vínculo del nacional- catolicismo, y la polémica constante acerca de la enseñanza de la religión ha sido y es un buen botón de muestra.
Todo apunta a que en estos tiempos nuevos se ha de llegar a un nuevo acuerdo, a un nuevo Concordato , pues el vigente es heredero de tiempos muy oscuros (1953) y sus actualizaciones ( 1976 y 1979), no lo han modificado sustancialmente.
Para ello la Iglesia Católica tendrá que asumir que su prevalencia ideológica ha remitido y que ya han quedado muy lejos los tiempos en los que el poder político estaba sometido a algún tipo de poder espiritual.
Y sin menospreciar, más aún, valorando muy positivamente la acción de algunas instituciones como Cáritas – probablemente la ONG más limpia de polvo y paja de todas las existentes – las diversas actividades de voluntariado o la enseñanza universitaria , la Iglesia Católica se ha de tomar muy en serio la tarea de limpiar su casa deshaciéndose de las adiposidades incongruentes y reactivando su mensaje espiritual en favor de los más desfavorecidos, un mensaje completamente incompatible, por ejemplo, con la especulación inmobiliaria que no es sino una muestra del capitalismo más devorador.
Y para esta labor no hace falta un Savonarola,sino simplemente una lectura del Evangelio adaptada al siglo XXI.
(1) El Patrimonio de la Iglesia: el gran negocio inmobiliario. EITB. 360º
«lectura del Evangelio adaptada al siglo XXI» Me da don Vicente que esa lectura se puede alargar tanto como un chicle bien masticado. Lo mismo sirve para un roto que para un cosido. Llegados a esa situación ¿no sería mejor hacer como los reformadores y su «libre albedrío»?