Según cuentan las crónicas, un famoso político español, ante el cúmulo de informaciones que iban saliendo sobre la corrupción de su propio partido, comentó en una reunión de alto nivel : «Yo ya no sé si soy uno de los nuestros».
Sin duda esta sería también una buena pregunta que tendrían que hacerse quienes, desde la afiliación, la simpatía o la votación, mantienen algún vínculo entre lo que piensan y sienten y lo que estiman que debe hacerse.
Y en este punto la respuesta sería relativamente fácil teniendo a la vista las bases ideológicas del partido u organización al respecto y un breve elenco de sus actuaciones. Pues así se podría comprobar si las bases estratégicas sobre las que se debería articular la acción política se han vehiculizado en las operaciones tácticas correspondientes o, si por el contrario, estas últimas, convertidas en mero tacticismo, han abducido a aquellas de manera irresponsable.
Detectar, en este sentido, quién o quiénes habrían llevado las actuaciones por caminos inadecuados, incorrectos o incluso claramente contradictorios, permitiría apartarlos de inmediato y asi evitar más efectos contraproducentes en el fragor de la vida política, y poner freno al desaliento de la traición.
Pero, en fin, no hace falta ser un fan de John LeCarré o de Martin Scorsese para saber que lo anterior es política-ficción, pues ese «arte de lo posible» está impregnado de algunas fuerzas casi imposibles de controlar, y que , como siempre, y desde la institución según la cual se han modelizado todos los partidos y organizaciones que en el mundo han sido, el ruego de «No mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia» , resulta siempre muy consolador…
…Aunque más de uno y de una dude de si ya es «uno de los nuestros».
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