A propósito de mi mención a Jacques Lacan, el psicoanalista francés, dice Koldo que sus mayores éxitos los consiguió en terapias rápidas que hacía mientras subía en el ascensor con sus pacientes o, todavía mejor , cuando se adormecía en su consulta y soltaba de vez en cuando expresiones como ¡OH!, ¡AH!, ¿SÍ? , ¿NO?
Mi psicoanalista, que era culto y agudo, estaba ya casi sordo porque era muy mayor y solía utilizar un sonotone que yo nunca sabía si estaba encendido o apagado, porque era un clásico y no le iba lo del face to face , como ahora se ve en las películas norteamericanas. Pero cuando decía algo, le salían frases completas, con sujeto, verbo y predicado, como, por ejemplo «¿Y por qué cree usted que tiene esos sentimientos?» lo cual era muy consolador aunque yo no hubiera mentando sentimiento alguno.
«Es que la gente tiene mucha necesidad de que se le escuche» se reafirma Koldo, que es del gremio. Y debe ser verdad. Pero todo tiene sus límites. En mi tierra originaria, a la pregunta «¿Qué tal?», se suele responder automáticamenet con un»Bienytú», así, todo junto. Si esta respuesta no ha sido suficientemente disuasoria y se comienza a hablar acerca de un infarto imprevisto, un cancer de larga duración o un terrible accidente de circulación, se suele cortar con un «Pero bien, ¿no?» Y es que el personal se defiende como puede de lo que Josep Pla denominaba dolorismo recreativo. De lo contrario, si se acepta el reto, tras la frase «Voy a intentar resumir» se atisba algo así como un capítulo primero…y ya no hay manera de escaparse.
Por aquí usamos el «ondo esan behar» (» bien hay que decir») que es sintético, eufónico, breve , contundente y muy práctico si se mira fijamente a los ojos.