Los vecinos de abajo tienen un perrillo al que dejan solo durante varias horas al día y que se desgañita ladrando, en algunos casos, creo , amargamente, esperando la vuelta de sus dueños…
Y hoy, en un periódico local, se menciona que por estos lares la población canina ha aumentado entre el año 2013 y 2020 un 33%, presentando un sonoro repunte durante la pandemia. Y otro sí, que ,mientras tanto, la población humana de niños menores de doce años, ha disminuido un 18% en el último quinquenio, siendo muy acusada la tendencia a la baja entre 2020 y 2022.
Y como sociólogo- en -excedencia, recuerdo un apunte reciente, tomado en la Versilia italiana, que me lleva a reflexionar, brevemente ( la calorina no da para más) sobre el significado de estos «eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» que diría Juan de Mairena
Lo más fácil de deducir es la transferencia emocional entre humanos y perros que a veces llega hasta el extremo mimético de humanizarlos, dándoles nombres de pila de personas, haciéndoles participar de la dieta de los dueñas y dueñas – ¡ya hay casos de perros veganos!- e incluso transportándolos en carricoches de bebés.
Y puede ser cierto, como afirman ciertes psicóloges, que en algunas ocasiones estas conductas ayuden a mitigar la soledad, pero más allá de la ridiculez palmaria de algunas de las expresiones antes mentadas, quizá se pueda percibir una transformación más profunda, aquella que, tirando del hilo del narcisismo rampante que nos informa, acentúa una satisfacción retroalimentada que impide cualquier feed-back problemático: «Con los hijos y con la pareja hay conflictos, pero con un animal no, tú mandas y él obedece».
Sin duda este esquema de autosatisfacción no problemática tiene que ver y mucho con el panel estructurante del mundo electrónico que con sus redes sociales tiende a evitar los conflictos cara a cara, disolviéndolos muchas veces en un circo de anónimos artistas del alambre, donde, como decía Umberto Eco, hasta el más tonto ( y tonta, of course), tiene su tribunilla.
Y, por fin , todo quedaría en casa, en casa de cada uno y de cada una y con su respectiva mascota, si no fuera porque la sustitución de los hijos por los perrijos puede implicar en el futuro algunos problemas- graves- en el recambio generacional, sobre todo cuando va prosperando una xenofobia palpitante entre las bambalinas de la derecha recalcitrante…
(c) by Vicente Huici Urmeneta