Dicen que el escritor Carlos Fuentes advirtió que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos y poniendo buena cara.
A pesar de haber desempeñado varios cargos de gestión en mi vida profesional, no he podido ejercer nunca como un verdadero político y todas mis responsabilidades fueron terminando en dimisión cuando el tamaño de los batracios sobrepasaba mi cavidad bucal…Tal que mi última al frente de una asociación literaria local de cuyo nombre no me puedo acordar, trufada de amiguismos y prelaturas.
Es de suponer que la deglución obligada de sapos verdes, negros o amarillos ( o a flores o a rayas, vaya usted a saber) traerá compensaciones inmediatas de tipo contable u honorable , y acaso mediatas, en forma de Juego de la Oca, pero hay que tener en cualquier caso un buen estómago y una mayor confianza y/o una firme ideología para persistir en el intento.
Y persistencia política es lo que se adivina a las puertas de este otoño más que caliente en la que el liderazgo es adelantado por la izquierda y por la derecha para sorpresa de algunos y algunas, y llanto y crujir de dientes de otros y otras.
Pero, entre tanto, más allá de la Gran Política y de sus Grandes Sapos, en la calle, lejos de altas torres desde donde se dirige el mando en plaza, la ciudadanía de a pie va viendo cómo se gastan grandes sumas en la propaganda de jornadas culturales que huelen a cuñadismo, cómo el ladrillo y el hormigón van colmatando el horizonte urbano achicacando cualquier respiradero verde, cómo cierta indigenofobia se expande por las terrazas de bares , restaurantes y cafeterías, para hacer sitio a la turistada de cruiser y google-map, cómo , en fin, hay que irse tragando un Pequeño Sapito cada día.
Pero de estos sapitos, que vienen a ser el pan micro-político de cada día, casi nadie se acuerda…
(c) by Vicente Huici Urmeneta
Por eso cuando oigo a un sapo, digo a un político o partido declararse humanista no puedo evitar un suspiro.