Parece ser que, a partir de cierta edad, para muchas gentes eso de cumplir años se convierte no tanto en la ocasión para la felicitación sino más bien para el pésame.
Así lo que en principio parece una broma de un humorista cansado poco a poco se transforma en una especie de emergencia ontológico-ectoplasmática (¡perdón!): cumplir un año más es algo terrible.
Lo peor de este terror cronogénico es que no se sabe muy bien por qué está producido, pues la mera constatación del paso del tiempo no parece motivo suficiente. ¿ Será porque cada año nos alejamos más de la infancia? ¿ Porque ya los adolescentes nos tratan de usted? ¿ Porque disminuye nuestra capacidad sexual? ¿ ¿Porque no hemos hecho todo lo que esperábamos hacer para estas alturas de la vie ? ¿ Porque lo que hemos hecho nos ha salido regularmente mal ?
Ni siquiera todos estos parecen motivos suficientes pues podemos continuar siendo niños a pesar de las canas, podemos tratar también de usted a los adolescentes , y sobre lo que todavía queremos hacer tenemos la referencia magnífica– si nos hemos preocupado un poco de tenerla en cuenta — de lo que ya hemos llevado a cabo. Bueno, y en cuanto a la capacidad sexual . . . ¡ qué se puede decir que no haya dicho ya Woody Allen !. . . Cuando se ha probado la cantidad y la calidad lo que se desea es, sin duda , más calidad y emoción — ¡ label , vamos!
No, este terror , en algunas gentes tan dramatizado, parece provenir de otro sitio, lugar o nivel de realidad. De un lugar en el que ya todos los años están cumplidos , en el que se es permanentemente adulto cuando no anciano. Un lugar en el que todo está muerto porque todo está matado. Un lugar en el que no hace falta que nadie dé el pésame porque quienes están en él se lo dan a sí mismos todas las mañanas.
Un lugar en el que se puede estar con con treinta , con cuarenta o con setenta años. En el mismo lugar. Y para siempre.
(c) by Vicente Huici Urmeneta