Iba delante mía con la cabeza ladeada, sentado en una silla de ruedas que empujaba desganadamente un joven de aspecto suramericano.
Por la misma acera, en sentido contrario, se acercaba otro viejecito, también en su silla de ruedas y empujado por otro joven.
A medio camino se han encontrado .Los dos jóvenes se han saludado con la mirada. «Se acuerda usted de don Antonio?» le ha comentado el primer joven a su ancianito. El viejo ha cabeceado, babeando, y con los ojos entrecerrados.
«Bueno, ¿y qué haremos hoy?» ha dicho el otro joven. » Podemos llevarlos hasta la ría, que se entretienen mucho con las gaviotas…»
En ese momento el viejecito que venía de frente ha sacado una mano nervuda de debajo de su manta de cuadros y se ha aferrado al brazo del otro que apenas si ha reaccionado.
Ambos jóvenes les han intentado separar , pero ha sido imposible. «Pues nada, que hoy nos quedamos aquí un buen rato» ha dicho uno de ellos. «Vale, ¿tienes un cigarro?».
Y todo esto lo he visto haciéndome el despistado, hojeando las revistas del kiosko de la Plaza del Ensanche…