No es este el lugar para hacer una reseña biográfica de Sabino Arana, pero sí el momento, ya que se celebra el Aberri Eguna.
Pues el Aberri Eguna no se celebra por casualidad el Domingo de Resurrección, sino que se celebra precisamente por ello atendiendo al viejo lema de «Jaungoikoa eta Lege Zaŕa» ( JEL ).
Pues Sabino Arana – y sus seguidores – puso en práctica una de las operaciones básicas de la construcción de la modernidad como fue la transposición del sentido de pertenencia del ámbito religioso al mundo civil ( como ya previera lúcidamente Émile Durkheim en su momento.
La transposición fue hábil e innovadora, si nos atenemos a las circunstancias históricas en las que se diseñó. Pero hay que reconocer que Arana se lo inventó casi todo, desde el mismo nombre «Euzkadi», (neologismo que repudiaba Arturo Campión), hasta la nueva bandera ( » ikurriña»), y, por supuesto el cuerpo básico doctrinario, y en él la relevancia, con reticencias y malabarismos, de todo lo relativo a la propia lengua vasca.
En casi todo fue pues Arana innovador y, por ejemplo, su rascismo residual no fue muy diferente del que, al calor de los tiempos, nutría buena parte de las ideologías contemporáneas europeas.
Pero también fue sincero y clarividente acerca de lo que se (le) venía encima. Así lo demostró en ese breve y preciso ensayo titulado «Grave y trascendental»*, que yo recomendaría leer a los más escépticos ( y escépticas.
*https://es.m.wikisource.org/wiki/Liga_de_Vascos_Espa%C3%B1olistas_-_Grave_y_Trascendental