Nada más llegar a la tercera planta nos hemos topado con un enorme grupo que rodeaba a dos treintañeras que se disputaban el último ejemplar de un ya casi despedazado libro – que hemos supuesto » de texto».
Las dos lucían tacones altísimos y faldas cortísimas y a una de ellas le apoyaba a gritos que casi eran ladridos un tipo bajito , barrigudo y tatuado hasta las cejas que parecía ser su pareja.
El tumulto se ha disuelto ante la irrupción de dos machotes de seguridad y mirada atravesada, y hemos aprovechado el pasillo que se ha abierto ad hoc para llegarnos hasta una larga cola que se suponía que terminaba en una caja de la zapatería.
Entre niños llorones y abuelas sudorosas, hemos podido pillar al paso a una dependienta a la que le hemos comentado que nos habían llamado para recoger unos zapatos para mi hija. La respuesta ha sido: » ¿A qué hora os han llamado?» Y yo: » Esta mañana a las once». Y ella: «Ya, ya, claro a esa hora si había…pero ahora…» Anonadados que nos hemos quedado por no tener contratado un servicio de hiper -espacio o , cuanto menos, un modesto dron doméstico, hemos decidido hacer tiempo así que se ha ido la susodicha con cara – mucha- de perdonavidas, por ver si quedaba algún par (de zapatos.
Y aquí estamos , bajando por las escaleras mecánicas de estos grandes almacenes , preparándonos para intentar comprar unos rotus en la planta de papelelería.
He recordado al efecto esta frase del capítulo VII de El arte de la guerra de Sun-zi: » Utiliza el engaño para establecerte en una posición…» Así que ,para comprar los rotus , habrá que hacer como que queremos unos lapicerillos y luego..¡zas!
17. Todo el arte de la guerra está basado en el engaño. Curiosamente buscando otro libro me he encontrado con él. He tenido que quitarle el polvo que había acumulado