La naturaleza del Gran Bilbao parece ser el fruto de la eterna lucha entre el viento del noroeste y el viento de sudoeste. En unas ocasiones el primero vence al segundo y entra el frío y todo lo que viene de la mar desde Cantabria; en otras, vence el segundo apurandose desde el sur y trae temperaturas altas hasta el desasosiego. Esta lucha sin fin es aprovechada por las bandadas de gaviotas para sus vuelos rasantes y sus remontadas espectaculares y a veces, despistadas, invaden la ciudad provocando un gran alboroto. También la ría se resiente, y el paseante puede observar como la marea sube sobre sí misma con una marcha inusitada o como se ralentiza en olas breves y diminutas…
Algunos ( y algunas) toman este enfrentamiento como anecdótico , sin tener en cuenta que ya Montesquieu apuntaba la influencia del viento – y en general, del clima- en las costumbres y en las tradiciones – aquí habría que recordar desde la txapela hasta el poteo.
Otros ( y otras) conceden a la pendencia mencionada un carácter simbólico: algo así como la confluencia de un yin y un yang arcanos, y de su combinación deducen hasta perfiles psicológicos- aquí, «gentes de la mar y de la madera y las del hierro»
Algo de todo lo anterior habrá .Y si sirve para explicar algunos de nuestros comportamientos más primarios y acaso, de entrada, para aceptarlos, podría convertirse en algo ventajoso.
Viento del noroeste,viento del sudoeste…¡ Vaya remolinos que provocáis de vez en cuando!
La dialéctica que hablaba el otro con el «viento de garbí»
¡Me ha pillado usted, don Antonio!
Por cierto:
https://huicirakurlea.blogspot.com.es/2018/01/hacerse-todas-la-ilusiones-posibles-y.html?m=1