Compruebo que desde el comienzo del verano he escrito varias necrológicas. Escribir este tipo de crónicas en verano se me hace particularmente más triste: es como privar a estos colegas de su último sol, de su postrero calor .
Por otro lado, la coincidencia de las muertes en edades similares, ya en la madurez, pero todavía jóvenes, ha abierto dentro de mi el hueco de una nueva perspectiva muy diferente de la que tenía desde hace muchos años, años en los que murieron los primeros amigos en un accidente de coche, por el SIDA, o de su propia mano y con ímpetu adolescente.
Pues aquellas muertes siempre me parecieron una excepción, a diferencia de estas últimas que he de aceptar como naturales a partir de una determinada edad.
Y la naturalidad de la muerte parece siempre chocar con la naturalidad de la vida a pesar de que sea su deriva…natural. Y así y aunque sepa que uno sólo se muere para los demás y que el tránsito es más bien corto, como señalaba Montaigne, se puede comprender de golpe toda la parafernalia discursiva, religiosa y filosófica, que ha generado.
Pero lo peor, y permítaseme esta broma final , es que ninguno de los ya desaparecidos puede responder a los cotilleos y anécdotas que se comentan sobre ellos…Incluso en las necrológicas amables que, por ejemplo, yo me suelo proponer…Y publicar.
Yo, Peli, pensando que las vacaciones del blog iban a ser largas… y resulta que te estás cambiando de género literario 😉
Y yo…¡sin darme cuenta!
Je,je. Estamos en una edad en la que, cuando ven la esquela, dicen: 64 eh?.Una edad que tampoco da para llenar la hoja entera con esquelas hasta de tu consuegra a no ser que la palmes de susto y que como mucho te ponen….. qué facil fue querete…! Asi que mucho mejor quecada cual se haga la suya y no tener que compartir recuadro con el pelma del cuñadoo el novio de tu hija