Día donostiarra, por aquello de acompañarle a Mikel al Festival de Cine. No le ha gustado nada de lo que hemos visto y es que el colega se ha quedado en las películas de Sidney Lumet o Stanley Done.
Ya apenas si ve cine ( le voy a presentar un día de estos a Patxi que sólo lo ve para despotricar) y me comenta mientras tomamos un café en el Basque que lleva varios días necesitando tener algo así como un libro, una obra de cabecera, un buen tocho repleto de palabras, imágenes e ideas, en el que sumergirse de vez en cuando como quien se sumerge en el agua de una piscina. Añade que no le importa que sea una narración larga larguísima – una novela a lo Stendhal- o un texto filosófico de los casi impenetrables- como la Fenomenología de Hegel- porque lo que le pide es continuidad, ese ir y venir de la natación intelectual.
Le comento que tampoco se trata de hacerse con libros como para hacer pesas- que diría Baltasar Gracián- y menos si, como suele hacer, se los merca en idiomas ajenos a sus lenguas maternas por aquello de que el esfuerzo natatorio sea en aguas profundas.
Pero Mikel niega con la cabeza mientras se pide un Capitán Morgan como si tuviera treinta tacos. Lo comparto inmediatamente porque, si no , no estoy muy seguro de que volvamos a Bilbao ( En una de nuestras excursiones cuando precisamente teníamos treinta años, en yendo a Bayona tuvimos que dar la vuelta tras ver un cartel que decía «Bourdeaux 25 KM»).
Ya más calmado por ese ron tan profundo, le prometo buscar en mi casa el mamotreto más denso que pueda haberse escrito ( estoy pensando en algo del nouveau roman, tipo Alain Robbe-Grillet, pero no sé si le dará a su vida la continuidad discursiva que necesita o si se morirá de aburrrimiento).
P.D. Empeñado en buscar rutas nuevas, en vez de salir por el Antiguo, como habíamos entrado, nos hemos dedicado a dar unas cuantas chirivueltas por los nuevos accesos/descensos de la capital guipuzcoana – ¡Por favor, pongan de vez en cuando «BILBAO»! – por aquello de la continuidad vial…