Me quedo contemplando el escaparate de un librería de cierto prestigio- vamos una que no es una mera librería-almacén y en la que hay todavía libreros/as y no sólo vendedores/as- y veo, a mi izquierda, una colección de libritos blancos, el primero de los cuales se titula Platón en 90 minutos. Se me hincha la vena (física y metafísica) recordando que yo le dediqué a Platón más de dos años de lectura reposada – tantos como por cierto dediqué al Antiguo Testamento y sobre todo al Éxodo que tantas pistas da para luego hacer cuentas civiles por aquí- y entro en la susodicha librería con ánimo dominicano ( de los dominicos de antaño).
Abro el susodicho libro y me encuentro con la siguiente frasecita «La primera ambición de Platón fue la de consagrarse como luchador, pero no pudo llegar a los Juegos Olímpicos. Probó entonces suerte como poeta trágico, pero no ganó ninguno de los grandes certámenes. Como último recurso, fue a visitar a Sócrates.» O sea que Aristocles ( llamado Platón por la envergadura de sus omoplatos) se hizo filósofo como último recurso…Aunque la expresión me recuerda a la que ahora utilizan las empresas eléctricas – que siempre han sido las que han mandado de facto en España ( sea España lo que sea) pienso, que bueno, no está tan mal. Pero a continuación viene un prontuario como para contestar en plan test de permiso de conducir sobre cuestiones tales como la anamnesis, la caverna ( de Platón of course) o el rey-filósofo, ofreciéndose al final el resumen del resumen. Supongo que el librito está pensado para hacer negocio con esas curiosas pruebas de selectividad que permiten llegar a decir a alguno que «Franco era un rey» (sic, si cita requerida enviarme un email) o para alguna de las Comunidades Autónomas en las que todavía la Filosofía es una asignatura.
Parece que el pragmatismo de la cuenta de la vieja se vuelve a imponer sobre la planificación de la cuenta de resultados, y que, una vez más, tendrán que pasar unos ( muchos ) años para que nos demos cuenta de que habría sido bueno haber aprendido a pensar- y cuanto mejor comenzando por los que pensaron como «último recurso».
Dejo el libro en el estante de donde lo he cogido y la librera me echa una mirada culposa: también ellos tienen derecho a vivir.