Los vecinos de abajo tienen un perrillo al que dejan solo durante varias horas al día y que se desgañita ladrando, en algunos casos, creo , amargamente, esperando la vuelta de sus dueños…
Y hoy, en un periódico local, se menciona que por estos lares la población canina ha aumentado entre el año 2013 y 2020 un 33%, presentando un sonoro repunte durante la pandemia. Y otro sí, que ,mientras tanto, la población humana de niños menores de doce años, ha disminuido un 18% en el último quinquenio, siendo muy acusada la tendencia a la baja entre 2020 y 2022.
Y como sociólogo- en -excedencia, recuerdo un apunte reciente, tomado en la Versilia italiana, que me lleva a reflexionar, brevemente ( la calorina no da para más) sobre el significado de estos «eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» que diría Juan de Mairena
Lo más fácil de deducir es la transferencia emocional entre humanos y perros que a veces llega hasta el extremo mimético de humanizarlos, dándoles nombres de pila de personas, haciéndoles participar de la dieta de los dueñas y dueñas – ¡ya hay casos de perros veganos!- e incluso transportándolos en carricoches de bebés.
Y puede ser cierto, como afirman ciertes psicóloges, que en algunas ocasiones estas conductas ayuden a mitigar la soledad, pero más allá de la ridiculez palmaria de algunas de las expresiones antes mentadas, quizá se pueda percibir una transformación más profunda, aquella que, tirando del hilo del narcisismo rampante que nos informa, acentúa una satisfacción retroalimentada que impide cualquier feed-back problemático: «Con los hijos y con la pareja hay conflictos, pero con un animal no, tú mandas y él obedece».
Sin duda este esquema de autosatisfacción no problemática tiene que ver y mucho con el panel estructurante del mundo electrónico que con sus redes sociales tiende a evitar los conflictos cara a cara, disolviéndolos muchas veces en un circo de anónimos artistas del alambre, donde, como decía Umberto Eco, hasta el más tonto ( y tonta, of course), tiene su tribunilla.
Y, por fin , todo quedaría en casa, en casa de cada uno y de cada una y con su respectiva mascota, si no fuera porque la sustitución de los hijos por los perrijos puede implicar en el futuro algunos problemas- graves- en el recambio generacional, sobre todo cuando va prosperando una xenofobia palpitante entre las bambalinas de la derecha recalcitrante…
«¡ Qué revistas había entonces! ¿Cómo hemos podido perder tanta potencia intelectual?» me decía ayer mi viejo amigo , el filósofo y catedrático de la UNED Paco Martínez.
Y me lo decía a raíz de un comentario que le había hecho sobre mi vínculo con el recientemente fallecido José Luis Rodríguez García, también filósofo y catedrático, en este caso de la Universidad de Zaragoza, a quien había conocido siendo yo secretario de la Revista de Ciencias Sociales EL CÁRABO, y sobre el que Paco había hecho una preciosa necrológica.
Así que no he podido evitar volver la vista hacia aquellos años setenta en los que todo parecía posible y que, por lo tanto, fue una ocasión histórica inigualable para grandes debates ideológicos y políticos y que poco a poco fueron desapareciendo entre el cansancio y , a veces , como consecuencia de un pragmatismo simplista.
Pues se nos venía encima una democracia homologada a una Europa entonces mascarón de proa del Estado de Bienestar – y ahora aleta de estribor del Neocapitalismo – y una postmodernidad impensable, toda vez que la modernidad no había arribado a nuestras costas y la revolución pendiente todavía era …¡La revolución burguesa!
Eramos, fuimos, una generación sin maestros , como bien dice Martínez, pues salvo casos extraordinarios, la mayoría estaban muertos o en el exilio, pero algunos y algunas destacaron inter pares proporcionando claves y pistas sin eludir el compromiso político que exigía el tardo-franquismo. Y tal fue el caso de José Luis Rodríguez García que militó en el Movimiento Comunista (MC).
Y frente al reducionismo tacticista de los debates hoy habituales en los medios de comunicación y frente a la incultura general básica manifiesta , no es de extrañar que, a pesar de todo, algunos y algunas sigamos reivindicando aquel nutrido ambiente de intercambio de ideas y proyectos…»¿Cómo hemos podido perder tanta potencia intelectual?»
Prietas las filas, tirios y troyanos se aprestan para dar comienzo al «curso político». Desde cada trinchera se disparan las primeras andanadas que suenan un tanto a diana floreada. Otro sí nadie quiere hablar con nadie, aunque se reconocen contactos discretos.
El otoño se presenta más caliente que el verano, que ya es decir: una inflación del 10% que , salvo los sindicatos, los mandamases no quieren reflejar en los salarios, y que va a ir in crescendo ante la perspectiva de una crisis ( ¿energética? ¿ de valores?) de la que las empresas ad hoc y la Federación Rusa no hacen sino pingües beneficios con la ayuda del Amigo Americano y su gas licuado.
Pero, mientras se evidencia el nuevo Rapto de una Europa que no es capaz de actuar como tal – ¿ qué fue de tanto galán?- a pesar de haber declarado verde la energía nuclear, China reconstruye su Imperio aplicando rigurosamente los principios del wéiqí y colocando fichas blancas allá y acullá. Al peligro amarillo – ¡Cuando China despierte el mundo se echará a temblar! – responde el Amigo Americano reclamando el mandarín clásico y colocando sus fichas negras, en preparación de un Ordago a la Grande.
Entre tanto , cuando todo es llanto y crujir de dientes , por estos lares se preparan municipios y provincias – en sus diversas acepciones- para el Ordago a Pequeña de unas nuevas elecciones locales que – dicunt– marcarán el devenir de las Corridas Generales.
Todo parece estar claro, salvo lo que más adelante diga el ex-comisario Villarejo o haya pronosticado Iván Redondo, pero «something is rotten in the state of Denmark». Y el que suscribe va ya un poco con el culo pelao porque , sin ir más lejos, en un libro recién leído – 4 inchieste di Leonardo Sciascia – se deja caer entre líneas que el zulo donde estaba secuestrado Aldo Moro por las Brigate Rosse – por haberse atrevido, O my God!, a conciliar un pacto entre el PCI y la DC- …¡estaba en el Vaticano!
La ciudad parece una cota tomada y hasta la Gran Vía que en un agosto prepandémico solo era ocupación de quienes no habían aprobado ni el recreo, hogaño es una populosa cañada multilingüe que se abre al prado de un Casco Viejo en el que se puede comer la neo-tradicional bandeja de pinchos («tapas» dicunt) de catering programado.
Las fiestas locales y la Vuelta a España, con el atractivo irredento del Guggenheim – que ahora presenta una muestra de cochazos impresionantes- están ocasionando un orgasmo sostenido entre la hotelería , mayormente multinacional, y entre la hostelería resiliente que, para aprovechar este kairós como siempre inesperado, ha optado – dicunt- por triplicar los precios.
A todo lo anterior se suma el indiscreto encanto de quienes tienen el mando en plaza, extasiados ante el impacto económico de la coyuntura que, en viendo que no llegan suficientes y gigantescos cruisers, tienen la intención de incrustar en la ría de Gernika un Guggenheim 2.0 para que opere como gran aspirador turístico ( se calculan unos 300.000 visitantes/año, O, my God!).
Pero en mi barrio , la mayoría de los bares de parroquianos han decidido cerrar mientras proliferan los hostels y los pisos turísticos ocupados – dicunt- por gentes que no saben si están en Sitges o en San Antonio de Ibiza.
Pero nadie está ni se le espera para reflexionar sobre este fenómeno del turismo global que aboga por modelos periclitados, cual es el caso de una Barcelona destrozada por la gentrificacion y de una Venecia ya en plena reconversión…¿Tendrá que ocurrir algo más para que se llegue drásticamente al fondo de la cuestión?
La Versilia es la zona noroeste de la Toscana situada entre la cordillera de los Alpes Apuanos y el Mar de Liguria y en ella se asientan los territorios cruzados por el río Versilia, destacando Pietrasanta como capital, e incluyendo Camaiore y la llanura costera que se extiende hasta Viareggio.
Conocí esta preciosa región italiana en el verano de 1985 con ocasión de un Curso de Lengua y Cultura Italiana en el Collegio Cristoforo Colombo, sede de la Universitá delgli Studi di Siena en Viareggio.
Casi cuarenta años después he vuelto a estas tierras, residiendo en esta ocasión en Pietrasanta, y, todo hay que decirlo, hospedándonos en el Hotel Apuana , uno de los pocos en los que todavía se puede disfrutar de trato familiar y comida casera.
Sobre aquella primera estancia en Viareggio, escribí una nota ,inspirada en el tono de Josep Pla, que decía lo siguiente:
«En el Cristoforo Colombo, nuestro profesor de italiano nos había descubierto que la lengua de Dante era la única que se pronunciaba como se escribía, y unas risas filológicas habían recorrido el aula, salvo en los rostros de dos valkirias rubias que tan sólo habían levantado la ceja izquierda en señal reprobatoria.
Julia y Yuma, que así se llamaban las valkirias, eran de Dusseldorf, y todos admirábamos su capacidad para tomar el sol en la playa de Viareggio mientras con una sola mano sostenían el grueso manual que los demás transportábamos costosamente desde la habitación colegial hasta el aula 203.
Por otro lado, parecían ser las únicas alumnas que, al atardecer, pasaban de la sesión de maquillaje, y solían presentarse en el Viale Carducci en vaqueros y camiseta. Pero tenían tan buen tipo y eran tan altas y tan rubias que competían, probablemente sin querer, con el resto de las colegas que ajustaban sus curvas en vestidos veraniegos de Armani o Valentino.
El Colombo dependía de la Università degli Studi di Siena, así que en pleno ferragosto fuimos a conocer la casa matriz académica. Tras recorrer los pasillos sacros de la universidad, nos llevaron a comer a la Piazza del Campo.
Creo que hasta que no entré en aquel lugar no había entendido lo que era una plaza. Un amplio abanico abierto se extendía de arriba abajo en un semicírculo perfecto donde se sucedían las terrazas multicolores de bares y restaurantes. Al fondo, serio y egregio, se alzaba el Palazzo Publico acogiendo fraternalmente todas las miradas. El lugar daba una sensación fluida y lenta, pero todos sabíamos que, por aquellas fechas, era el escenario sobre el que se desarrollaban unas célebres carreras que intentaban rememorar los torneos medievales y que daban el nombre a la plaza.
Comimos una sabrosa pizza en Il Bandierino y después nos fue concedido un café solo y muy corto con un trocito de panforte (dulce muy recomendable para largas caminatas).
Julia y Yuma me miraban complacientes mientras yo daba cuenta del último sorbo de aquel ristretto. Y a mí, animado por mis parafilias filosóficas, se me ocurrió decirles que, si Martin Heidegger estuviera en aquella mesa con nosotros (en realidad dije en un torpe italiano “con nosotras”), habría descubierto la placidad de la plaza en cuanto que plaza.
Ellas no me entendieron como era de esperar, pero se asustaron un poco al oír mentar al filósofo nazi de Heidelberg, y, de hecho, pude apreciar que se les ponían de punta los pelillos de las piernas que, como buenas alemanas, no se habían depilado. Unas buenas piernas, por cierto, a pesar de todo».
Y a lo largo de estos últimos días me he recreado escribiendo estos otros apuntes que han aparecido en varios medios digitales y que espero muevan al menos a la sonrisa. Vale!
LA VERSILIA ( y Orlando Furioso)
En medio de un verano en el que he andado de aquí para allá, un tanto como Jacques Tati en suLes vacances de M.Hulot, al decir de mis circunstantes, he recalado en la Versilia, en la Toscana italiana.
El objetivo estratégico de este movimiento de nuestro pequeño – pequeñísimo- cuerpo de ejército era y es el deslumbramiento colectivo familiar ante la alegre policromía de las ya famosas Cinque Terre.
Any way , la inmediatez táctica apuntaba a mi reconciliación con aquel Viareggio en el que, como San Pablo, caí del caballo j-c-m-l mientras estudiaba la lengua del Dante, en una de esas iluminaciones que se manifiestan de pronto, probablemente tras un largo proceso inconsciente.
De las Cinque Terre que miran al mar de Liguria, hablaré otro día, pues por ahora el mayor descubrimiento ha sido, están siendo, las bellísimas montañas de los Alpes Apuanos, esos Apeninos que se levantan desde detrás de las playas ya muy domesticadas de la Versilia.
Y hacia aquellas montañas, hacia Castelnuovo di Garfagnana , fuimos ayer, subiendo una larga carretera que haría las delicias del ciclismo todavía no infartado. Y , como casi siempre suele ocurrir cuando se tira de la intuición , resultó que llegamos en pleno ferragosto, el día que se celebraba el quinientos aniversario de la toma de posesión de Ludovico Ariosto ,el conocido autor de «Orlando Furioso» como delegado local del Duca di Ferrara.
Y no hizo falta leer los paneles informativos de La Rocca, la residencia de Ariosto, para saber que el célebre vate pulió hasta la obsesión una nueva versión del «Orlando» para combatir el pesado hartazgo del desempeño de un cargo que tuvo que aceptar a regañadientes ,arruinado como estaba.
Así que cuando al atardecer, oliendo a tormenta eléctrica, volvíamos hacia Pietrasanta, yo me quedé pensando en cuantas obras, cuantas grandes obras literarias han sido fruto del aburrimiento…
LA VERSILIA( y los perrijos)
Como vasco-navarro acostumbrado a las aguas cantábricas, los arenales de la Versilia me parecen de los más sosos del mundo mundial con la salvedad de los estanques dorados caribeños cuando no hay tifones ni daiquiris.
Aún así una atención latente siempre descubre cosas curiosas en el paisaje o el paisanaje.
Y en este caso el descubrimiento, en el borde del deslumbramiento, ha sido la constatación empírica del gran número de perrillos que acompañan a los usuarios ( y usuarias, of course) de las mentadas playas.
Se trata de perros muy pequeños, algunos pequeñísimos,mayormente transportados en cestillos o, incluso, en algunos casos, en mínimos carritos de bebé, o a pelo entre los brazos.
Este fenómeno ,ya ciertamente extendido en la piel de toro, parece haber adquirido aquí una manifestación definitiva, italiana se podría decir acudiendo al tópico,pero asaz sorprendente.
Mi colega, el sociólogo Giuseppe Versace – nada que ver con los famosos- dice que este fenómeno se debe y mucho a la necesidad de disponer de un repositorio emocional durante los pasados tiempos pandémicos en los que la relación social se volvió tan problemática y que, visto lo visto, ha quedado como una modalidad alternativa de encariñamiento escasamente conflictiva: por lo general los perros no hablan.
Y tal parece ser sin saber si esta nueva práctica – en sentido bourdieuano – que Giuseppe centra en la experiencia del perrijo ( de perro e hijo) transformará y hasta qué punto la pirámide poblacional…
LA VERSILIA ( y Pinocho)
Mientras vamos ( me llevan) hacia Collodi, leo en Il Tirreno que España ha elevado su PIB un 1,1% en el último trimestre, siendo la tasa más elevada de Europa y una de las más altas del mundo. Y yo ahí lo dejo para debate de tirios y troyanos porque el atasco en la A-12 es de órdago.
De pronto oigo voces a mi izquierda y a riesgo de tortícolis aguda, compruebo que dos jovenzuelos del coche de atrás se han bajado en medio de la autopista y en sacando unas sillas de playa están en alegre tertulia.
Tras diez minutos de jolgorio y alaridos, entre luces azules que veñen e van con sus correspondientes sirenas a todo trapo, la marcha se reanuda, los jóvenes se reagrupan y la vida sigue igual.
Llegamos a Collodi, del que tomó su nombre literario Carlo Lorenzini , el conocido autor de Las aventuras de Pinocho y proactivo militante piamontés.
Collodi es un gran complejo temático sobresaliendo a fuer de lo pinochético, un precioso jardín y un maravilloso parque en el que revolotean mariposas de todo el mundo.
Fiel a mi instinto ,revuelvo entre libros en un a modo de puesto bouquiniste y encuentro lo que buscaba – lo digo sin pretensiones psicoanalíticas ni orientalistas- : una vieja edición del Libro de Collodi que creo debería ser de lectura obligatoria, sobre todo para la estudiantina de Ciencias Políticas.
Y para redondear la jugada, compro, previo permiso de mis legítimas, un pequeño Pinocho articulado de madera que voy a colocar junto a mí, tras el ordenata, para procurar escribir menos mentirijillas…
LA VERSILIA ( las playas…y los carlistas)
No sabe bien el personal que se acoge a la nacionalidad española – aunque sea por imperativo legal – el chollo que tiene en la larga cinta de playas que rodea la piel de toro y que dispone por lo general de un acceso libre y fácil, de duchas y servicios, y,lo que suele ser más importante, de socorristas y puestos de socorro.
Pues en tierras italianas la mayor parte de los arenales está privatizada bajo la figura del lido o el bagno , negocios que ofrecen todas las prestaciones ad hoc previo pago, quedando tan solo en lugares bastante inhóspitos y de difícil acceso alguna que otra spiagga libera, tan libre que carece de todo lo que no sea arena ardiente y resaca mediterránea.
Este modelo de domesticación playera alcanza su paroxismo en la Versilia, en la que poblaciones bellas y discretas como Pietrasanta o Camaiore , disponen de unas marina saturadas de establecimientos balnearios de nombres tan elocuentes como Nettuno , Paradiso o Sirena..
A fuer de lo diga la Sociología, la Historia o la Economía, parece estar claro que este modelo de explotación turística del litoral marino se acuñó en los años veinte del siglo pasado de manos de la nueva burguesía triunfante- que , por otro lado, financió edificios modernistas tan espléndidos como los de la passeggiatta de Viareggio- y que, con el paso del tiempo , se ha democratizado.
Porque la aristocracia de siempre, la que ha tenido a bien no trabajar y vivir de las rentas, y deleitarse con su blanca palidez, nunca ha frecuentado las playas, prefiriendo permanecer en sus grandes mansiones recibiendo a sus análogos ( y análogas, of course), como, por ejemplo, Margarita de Borbón y Parma, esposa del pretendiente Carlos VII, en su magnífica villa de la pineta de, precisamente, Viareggio…
LA VERSILIA ( ya de vuelta…y media)
La despedida ha sido correcta, ni demasiado formal ni muy emotiva, debido probablemente a que connotamos cierto frío espíritu nórdico – de tan rubios nos confunden muchas veces.
Aún así ha sido una despedida personalizada,consecuente con el trato familiar y la comida casera – hablo, no puedo evitarlo, del Hotel Apuana de Pietrasanta.
Todo lo contrario a lo que ha venido a continuación. Pues, nada más ir a repostar gasolina, nos ha sorprendido un complicado sistema de toma y daca, a base de una fianza previa de 150 euros vía VISA porsiaca, echar lo deseado, y descontarlo on time. No había ningún humanoide por los alrededores y, más adelante, hemos comprobado que, de haberlo y solicitar sus servicios, el precio del litro subía un 15 %.Supongo que este procés comenzó el día en que aceptamos el autoservicio sin descuento alguno.
Tampoco ha habido humanoides en los peajes de las sucesivas autopistas – la verdad, podían acordar un sistema de compensación para evitar tantas paradas y sus consiguientes retenciones – aunque un a modo de Siri nos diera siempre las gracias ( en pagando, of course).
Pero el colmo ha sido que en un área de avituallamiento, he debido programar un espresso en una pantalla que me ha solicitado nombre, primer apellido, email y número de tarjeta de crédito, para , una vez hecho todo lo cual y marcando NO a sucesivas sugerencias ,ir a un mostrador con un justificante que se podía doblar en cuatro…y que me dieran un cappuccino. Aún así el , digamos, desajuste anterior, ha tenido su colofón en un baño sucísimo …y sin papel higiénico.
No sé si los humanoides desaparecerán definitivamente de todo el Sector Terciario , toda vez que cada vez hay ya menos en los dos anteriores, ni tampoco que pensarán de todo esto los sindicatos , pero cuando veo esas nuevas titulaciones universitarias surgidas en una muy libre interpretación de las bases «de Bolonia» ,tan monas ellas y a poder ser en inglés – una lengua por cierto que ya no se habla en la Unión Europea salvo en Irlanda – incluyendo aquello de newtechnologies y similares, me pregunto hacia dónde vamos o , mejor, hacia dónde nos están llevando…
¿De qué ciudad / las leyes de la línea / del horizonte?
El pintor Pedro Salaberri ha recibido recientemente el Premio Príncipe de Viana de la Cultura correspondiente a la edición 2022. Javier Balda, miembro del Consejo Navarro de Cultura, glosó en el acto de entrega del premio los méritos del galardonado, de quien destacó su «capacidad innata para el dibujo» y «su «tratamiento del paisaje en un amplio sentido», haciendo un buen resumen de su larga y coherente trayectoria.
Conocí a Salaberri a finales de 1975, con ocasión de la preparación de una exposición que se celebró en marzo del año siguiente en la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra, dirigida por Xabier Morrás. Todavía conservo el catálogo que además de una muestra gráfica , recogía una larga conversación sobre su vocación pictórica, sus fuentes de inspiración , la función de la crítica y otros aspectos de la vida artística.
El sentimiento de afinidad fue inmediato y desde aquellos días, mantuve, he mantenido, una larga relación, al principio alrededor de un té en el estudio de la calle Zapatería que compartía , si no me equivoco, con Mariano Royo y después, afincado yo en Bilbao, en visitas y colaboraciones sucesivas.
Así, en 1985 ilustró espléndidamente mi libro de haikus Teoría del extraño movimiento, publicado por la editorial Pamiela en una coleción dirigida por Santiago Echandi y en la que también vieron la luz libros de poemas del novelista Jesús Ferrero y el aforista Ramón Eder.
Continué siguiendo su obra, cada vez más perfilada y atinada, y siempre que puede retomé el contacto colaborando en proyectos conjuntos, por ejemplo en la Revista cuatrimestral de humanidades biTARTE, dirigida por el también pamplonica , escritor y pintor, Javier Mina.
En 2015, Pedro volvió a ilustrar con gran acierto y delicadeza mi segundo libro de haikus – Breve ensayo de cartografía – y aquello fue motivo, un muy agradable motivo para el reencuentro, con él y con su mujer, Mª Carmen Pueyo, «la rubia».
Mucho se ha hablado y se hablará de la obra de Pedro Salaberri, un clásico de la pintura de nuestros lares, ya inscrito entre las fuentes de luz – y nunca mejor dicho- que han iluminado la negra provincia que tan hábilmente describió Miguel Sánchez-Ostiz, por cierto también Premio Príncipe de Viana de la Cultura de 2001.
Pero yo prefiero quedarme con la frase final de aquel catálogo de 1976 porque en ella se resume todo lo que podría decir de su obra: «Un amigo me dijo que él antes miraba las cosas y que la pintura le ha enseñado a verlas»
Cuando me he despertado el agujero todavía estaba ahí. Y donde antes había un bello edificio blanco de aspecto colonial ahora hay un vacío apenas parapetado por unas tablas amarillentas .Y donde antes había dos hermosas palmeras verdes ahora tan solo hay cascotes oscuros y pedruscos rojizos.
Es un agujero físico, pero también metafísico. Físico porque se muestra como una herida urbana, mal desinfectada y peor cuidada. Metafísico porque su ontología ha sido reformulada una y otra vez al albur de las sucesivas correlaciones de intereses, pasando de la condición de lugar apropiado para la ordenación de lo espiritual a espacio abstracto y porcentual de pingüe negocio.
Pero es también un agujero moral por el que se han precipitado problemáticas recalificaciones urbanísticas, correspondencias insólitas más propias del Antiguo Régimen o reformulaciones de un proyecto nunca claramente perfilado.
Un agujero físico, metafísico y moral sobre el que tendrá que posicionarse al cabo el Tribunal Supremo, ante la incapacidad incomprensible de las autoridades civiles y religiosas para llegar a un acuerdo con los vecinos y vecinas que desean un parque de proximidad apelando a las previsiones de los planes de planificación urbanística
Sí, cuando me he despertado el agujero todavía estaba ahí y es el socavado en la parcela desde la que , hasta hace un par de años, se oían las risas de los alumnos y alumnas de la Escuela Universitaria de Magisterio Diocesana – BAM- del barrio de Abando de Bilbao…
Lo que parecía imposible ha ocurrido. Y ha sido que, por encima y por debajo de las dimensiones políticas, varias instituciones valencianas,catalanas y baleáricas han logrado acordar una serie de actividades con ocasión del centenario del nacimiento del escritor Joan Fuster ( Sueca, 1922- 1992), de quien Josep Pla dijo: «Representa una nueva mentalidad. No es un valenciano estricto, ni un catalán de Valencia, ni un valenciano catalanizado. Fuster es un elemento normal de la totalidad de nuestra área lingüística.»
Una de las acciones más interesantes ha sido una mesa redonda celebrada recientemente en el Ateneu Barcelonès bajo el título «Joan Fuster, arquitecte d´ una cultura».
Y , como se puede evidenciar si se siguen las intervenciones de esta mesa redonda,la clave desde la que Fuster creó toda su amplia y variada obra, fue la constitución de un lugar nuevo desde el que hablar, un lugar en el que a la vez estaba y no estaba para mantener su libertad intelectual sin comprometerse con nadie ni con nada, pero siempre dando cuenta de sus observaciones y reflexiones. Es decir, todo lo contrario a un intelectual orgánico o engagé, de manera que la opción de la crítica y la evaluación permaneciera en cualquier caso fuera de toda estrategia y se aplicará a un a modo de guerra de guerrillas táctica sin posicionarse ni con tirios ni con troyanos.
Lugar difícil, abrupto, incómodo para quienes estuvieran dispuestos a abducirlo como capital simbólico…Lugar incluso peligroso, como lo prueban los dos atentados que Fuster debió sufrir.
Pero un lugar acaso necesario para , precisamente, generar debate, un debate sin fin sin otros límites que el ámbito de una lengua.
Un lugar, en fin, ocupado por un intelectual tan valenciano como universal- ¡ahí está su Diccionari per a ociosos (Diccionario para ociosos) ! – que quizá sería un buen modelo frente a tanto pesebrista que nos rodea y que hasta se enorgullece de su compromiso…
La acera no era muy ancha y aquel niño, de unos diez años y unos veinticinco quilos de peso- que diría Josep Pla- corría arriba y abajo y de un lado al otro haciendo virguerías y chutando su balón de fútbol contra una fachada.
Al llegar a su altura, se ha apartado con cara de pocos amigos y ha dicho en voz alta: «¡Jo, aita, cuando estoy más concentrado , viene gente!».Y yo, impertinente como siempre, le he respondido : » ¡ Oye, nene, que esto no es un campo de fútbol! Es que por la acera normalmente viene gente…»
El chaval se ha replegado sobre la ventanilla abierta de un coche aparcado a su altura, y se ha podido atisbar un a modo de padre barbado que dejaba su móvil y se hundía en el asiento.
Y sí, esta historieta puede ser una anécdota más en la cadena de sentido de una versión doméstica de la llamada «socialización del sufrimiento».Pero no lo es sin más, pues denota varios lugares comunes, por no llamarlos de otra forma asaz cruda.
Así, y comenzando por el principio, se muestra patente ese narcisismo general básico que parecen alimentar las nuevas generaciones de padres, dejando que sus descendientes hagan lo que les dé la gana por aquello de no coartarles ni impedir «su creatividad», lo cual que no se sabe si atiende a alguna teoría pedagógica explícita o a un implícito y cómodo pasotismo.
Y continuando , la anecdotilla también da cuenta de esa permisividad de amplio espectro acerca de los espacios comunes, cada vez más atravesados por biclicletas, patinetes, triciclos – sí, triciclos – segways y otros artilugios similares, mientras las autoridades correspondientes miran democráticamente hacia otro lado y quienes desean simplemente pasear deben recurrir a sus mejores quiebros de caderas para sortearlos – ¡ No se le ocurra protestar porque mayormente le harán una higa!
Y por fin, la historia del nene y el balón manifiesta con claridad ese prodigio acaparador, metafísico y moral, de la realidad en que se ha convertido el fútbol, ya criterio de verdad para casi todo. Un prodigio que opera también como colonizador de cualquier plaza, calle, parque o esquina ( o acera ) hasta tal punto que en los centros educativos se ha debido poner límites de ocupación del tiempo y del espacio en los patios para aquellos que, entontecidos a veces por sus mismos progenitores, se ven como Messis- in- pectore – ¡ Ah a cuántos ( y alguna) que prometían hubo que reciclar durante el periodo en el que me vi dando Sociología del Deporte en la Escuela de Administración y Gestión Deportiva Johan Cruyff!
Y es que si no se puede mantener la legitimidad moral – no ya legal- de caminar por una acera…En fin , el niño, el balón y su papi…
«Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros«. Esta famosa sentencia, atribuida al célebre Groucho Marx, puede que adquiera en los próximos meses una severidad ajena a su origen sardónico.
Me refiero, por supuesto y con perdón, a la guerra llamada «de Ucrania».
Pues haciendo abstracción ,en la medida de posible ,de los profundos argumentarios geopolíticos que se han desplegado desde el mismo comienzo del conflicto y que han generado una nueva «batalla por el relato», las medidas de presión económica adoptadas por la Unión Europea están comenzando a tornarse problemáticas.
Y buena muestra de ello es el efecto boomerang que tales medidas están teniendo, favoreciendo una inflación galopante debida entre otras causas al alza del precio de la energía – muy condicionada por el gas ruso – y de algunas materias primas y alimentos.
El inefable Josep Borrell, manifestación máxima e institucional de la impotencia europea, ha insistido y continúa insistiendo en la necesidad de respetar unos principios de Derecho Internacional que han sido conculcados una y otra vez en el caso en cuestión, y ya se están levantando voces que cuestionan el seguidismo de fondo al Amigo Americano.
Porque la pregunta es si la ciudadanía europea está dispuesta a sufrir las consecuencias cotidianas de la actitud de la Unión Europea ante esta guerra, toda vez que la Federación Rusa debería llegar a ser más bien un aliado global ante la lucha final que se atisba en el horizonte, entre USA y la República Popular China.
Lejanos los tiempos de aquel tan hispánico «Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra» del quijotesco almirante Méndez Nuñez o del quevedesco «No es por el huevo, es por el fuero«, defender los barcos que traen el huevo, puede llegar a convertirse en la alternativa de una realpolitik que coloque a los principios en su lugar…
«Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros«… Pero no otros cualesquiera…
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