Una obra que puede servir de punto de encuentro reflexivo acerca de la políticas educativas, tan condicionadas ahora en este lado del Atlántico por los denominados planes de Bolonia.
El profesor Ricardo L. Falla Carrillo, de la UARM del Perú, me ha enviado su libro La trama invisible de lo útil– Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación.
La obra resulta muy interesante pues , en la primera parte, además de ofrecer una sugerente puesta al día sobre el tema a que hace relación el subtítulo, realiza un excelente repaso de algunos pensadores peruanos de distinta condición ideológica ,mayormente desconocidos en estos lares , pudiendo destacarse, entre otros, a Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui o Víctor Haya de la Torre.
Asimismo, en una segunda parte,Falla aborda la discusión sobre la necesidad de los estudios generales en la formación superior, haciendo un cumplido repaso de la evolución de la educación universitaria en el país andino, y dando cuenta de los diversos modelos que se fueron intentado promover en momentos históricos muy diferentes . En este sentido, resulta sumamente sugerente, por ejemplo, la contraposición entre las propuestas del periodo revolucionario dirigido por el general Juan Velasco Alvarado ( 1968-1975) favoreciendo la democratización educativa, y el reformismo tecnócrata de Alberto Fujimori (1990-2000) que permitió la liberalización de los estudios superiores, pasando el Perú de tener 55 universidades a 143.
En conclusión, se puede afirmar que este libro de profesor Falla constituye un material de singular atractivo para su discusión en Europa, toda vez que aborda óptimamente la siempre vigente discusión sobre las relacionesentre el conocimiento, el poder y la educación , informa cumplidamente acerca de la evolución del pensamiento peruano al respecto y, por fin, muestra algunos episodios históricos que analógicamente pueden servir de punto de encuentro reflexivo acerca de la políticas educativas, tan condicionadas ahora en este lado del Atlántico por los denominados planes de Bolonia.
Mikel Martin, signo de sí mismo y de una generación que intentó abrazar todas las utopías que cobraron tanta fuerza durante la denominada Transición.
Mikel Martin Conde, uno de los fundadores de EHGAM (Euskal Herriko Gay-Les Askapen Mugimendua Movimiento de Liberación Gay-Les del País Vasco), falleció el pasado jueves, 2 de marzo.
Conocí a Mikel en 1980 , durante las jornadas de la «II Semana de Estudios Sexológicos de Euskadi » en las que también surgió la amistad con otras personas que fueron más adelante un referente de mi vida personal y profesional como Jesús Arpal, Monserrat Roig o Josep-Vicent Marqués.
Mikel era ya por entonces un referente en el Movimiento de Liberación Gay, compartiendo su activismo con la militancia en el EMK ( Movimiento Comunista de Euskadi),y la proximidad ideológica facilitó en aquella ocasión largas y matizadas discusiones muy enriquecedoras.
Mantuvimos siempre el contacto y , cuando se asentó en Bilbao, tuvimos la oportunidad de participar en actos conjuntos , como el que menciona en un artículo reciente el también colega Iñaki Urdanibia, en el Hika-Ateneo bilbaíno.
Mikel no dejó nunca de participar en el mundo político vasco, sumándose primero a ZUTIK! y posteriormente a ALTERNATIBA, fuerza que finalmente se integró en EHBildu.Y era muy frecuente verlo en actos y manifestaciones a favor de los migrantes o tratando de detener los desahucios.
En 2005 sufrió una brutal paliza a manos de varios oficiales del ejército español que le supusieron lesiones de importancia y grave duración toda vez que, al parecer ,vieron en él una representación de todo lo peor: maricón, vasco y revolucionario.
Y quizás en esta acusación, vuelta del reves, residió, ha residido la vida de Mikel Martín, signo de sí mismo y de una generación que intentó abrazar todas las utopías que cobraron tanta fuerza durante la denominada Transición, a pesar de las severas advertencias de los sucesos criminales del 3 de marzo de 1976 en Vitoria y del 8 de julio de 1978 en Pamplona…
Las palabras del Rey Felipe VI en el acto de presentación del portal digital «Historia Hispánica» parecen más propias de lo que durante el franquismo se denominaba Formación del Espíritu Nacional (FEN)
En de 1987 salió a la luz el primer número de la revista La(s) Otra(s) Historia(s) ,editado por el Departamento de Historia de UNED-Bergara bajo mi coordinación, con el objetivo de favorecer una reflexión sobre los métodos y los temas de la investigacion histórica.
Entre ese primer número y el último ( 1994 ) se ofreció la oportunidad de conocer las nuevas corrientes historiográficas de la mano de especialistas como Antonio Morales Moya, Amparo Moreno,Juan Aranzádi , Isabel Testón, Carlos García Gual, Isabel Pérez-Villanueva Tovar, Antonio Campillo o Juan Madariaga, mostrando la posibilidad de abandonar la ya por entonces caduca Historia evenemencial de clara intencionalidad ideológica .
Han pasado los años, los estudios históricos se han multiplicado en cantidad y calidad, pero en ningún momento ha cesado el asalto al rigor científico por parte de los intereses políticos.
Una buena muestra de ello han sido las palabras del Rey Felipe VI en el reciente acto de presentación del portal digital «Historia Hispánica» de la Real Academia de la Historia. En ellas el monarca afirmó que «la Historia Hispánica es única en el mundo» así como que » es importante no sólo que la conozcamos, sino que sintamos el orgullo por un pasado que ha trascendido nuestras fronteras», perdiendo la oportunidad de resaltar la labor esclarecedora sobre un pasado no siempre muy halagueño y dando un pábulo impropio al españolismo más rancio que siempre ha confundido la Nación con el Estado.
Y, desde luego, si este tipo de presentaciones conculcan por la mayor los estudios de investigación histórica , todavia resultan más graves en una sede como la Real Academia de Historia, que en opinión de algunos debería desaparecer tras un episodio como el relatado, más propio de lo que durante el franquismo se denominaba Formación del Espíritu Nacional (FEN) con su carga de centralismo e imperialismo.
Pero, para que la argumentación anterior pueda comprenderse mejor, es preciso señalar también que los fenómenos replicantes que pueden producirse al efecto en naciones, regiones y autonomías de la piel de brau, no resultan menos tóxicos por supuestamente alternativos ,pues vuelven a generar una serie de grandes confusiones que ubican un particular Ser atemporal y estático por delante de la voluntad de ser dinámica ratificada por la ciudadanía.
Y a todo lo anterior conviene añadir la emergencia de novelas históricas o films etnicistas- algunos con tintes de El Señor de los Anillos – que, más allá del entretenimiento, inducen a la mixtura deliberada entre la Leyenda y la Historia, para reafirmarse en esencias que no datan, a pesar de estar muy bien datadas.
Quizás en este aspecto, como en tantos otros, el impulso hacia la apertura intelectual y ética de los años ochenta del siglo pasado, se ha refrenado entre tópicos manidos fomentando una profunda regresión ¡Qué lejos quedaron, por ejemplo, los debates que se suscitaron en torno a La(s) Otra(s) Historia(s), aquella revista que, hoy en día, resulta ya casi una pieza de arqueología!
El argumentario de la meritocracia que se articula en la idea de que se triunfa en función del talento independientemente del origen social ,queda en principio desmentido.
El siempre lúcido Ignacio Echevarría comentaba en su última columa de EL CULTURAL que, según un artículo publicado recientemente en The Guardian ,fudamentado en un estudio de la revista Sociology, «en Gran Bretaña, la proporción de músicos, escritores y artistas pertenecientes por origen a la clase trabajadora se ha reducido a la mitad desde la década de 1970».
Añadía a la siempre fría estadística – lo cuantitativo al respecto era una disminución del 16,4% al 7,9%- las dimensiones cualitativas de género y etnicidad que «agravan las desigualdades en el sector cultural». Finalizaba Echevarría afirmando que, en nuestros lares, una investigación similar probablemente obtendría resultados mucho menos halagueños.
O sea, que si se ha nacido en el mundo de la clase trabajadora- que haberla hayla a pesar de que ahora se pretenda difuminarla social y económicamente- y si a esta circunstancia se añade un perfil étnico minoritario y una condición de género no prevalente, las posibilidades de integrarse en el ámbito cultural son muy reducidas, por lo que el argumentario de la meritocracia , que se articula en la idea de que se triunfa en función del talento independientemente del origen social ,queda en principio desmentido.
Este artículo ,que refleja algo que no es estrictamente novedoso- ya decía Pierre Bourdieu en Las reglas del arte que en el caso del artista cuando no hay venta tiene que haber renta, – debería dar que pensar , y mucho, y desde diferentes puntos de vista.
Por supuesto, y en primer lugar, sobre la función disuasoria del estudio originario que puede tener una pragmática ralentizadora de la movilidad social , independientemente de dar cuenta de un estado de la cuestión: se trata de la conocida profecía autocumplida que apuntaba el sociólogo Robert K. Merton: «La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición falsa de la situación, que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva verdadera» (Teoría y estructuras sociales).
También sobre el imaginario de quienes se dedican o pretenden dedicarse al mundo de la creación en cualquiera de su manifestaciones, para que sean concientes de las limitaciones de su capital cultural – que puede incrementarse a pesar de su capital económico: aquí otra vez Bourdieu- para evitar descubrir mediterráneos tiempo ha ya colonizados – y comercializados.
Y, por fin, sobre la dimensión política, en sentido estricto, de todo lo anterior, para reordenar y actualizar algunos conceptos manidos y acaso insuficientes sobre los que se basan las estrategias culturales- algo sobre lo que ya reflexionó en su momento Agnes Heller y sobre lo que es muy recomendable la obra Manifiesto pospolítico , de Jorge Fernández Gonzalo.
Pero, aun así, una nueva piedra está echada en ese estanque dorado, tantas veces agitado, de la creación cultural. Y lloverán más piedras…
Lo he hecho siempre sin avisar, y , por supuesto, calculando la edad que podrían tener en aquel febrero de 1981 quienes estaban presentes. Luego, les pedía que escribieran algo breve al respecto, ya fuera testimonial – ¿ Dónde estaba aquella tarde? ¿Qué estaba haciendo? – o documental – ¿ Qué me han contado sobre aquella intentona golpista?
Una vez leidos los escritos, les proponía ubicar el 23 de febrero de aquel año como un punto de referencia autobiográfico común, de manera que pudieran hacer un cronograma de sus vidas según un antes y un después, dejando a cada uno y cada una la extensión cronológica que les pareciera oportuna.
La artimaña me ha resultado por lo general muy efectiva, toda vez, supongo, que para la mayoría de asistentes, los sucesos del 23 de febrero de 1981, han sido los únicos momentos en los que pudieron tener en mayor o menor grado una vivencia de la irrupción de lo discontinuo histórico en lo cotidiano, constituyéndose asimismo en una ocasión , en el sentido del kairós griego, para la construcción social de la memoria colectiva – y aquí habría que citar tanto a Berger y Luckmann y su La construcción social de la realidad, como al Maurice Halbwachs de La memoria colectiva.
Pues más allá de la indignación política ambivalente, de la adhesión o de la repulsa ideológica, de la investigación histórica sobre aquellos acontecimientos y de los intentos de conjurar con la imaginación literaria las lagunas de la documentación – Paul Veyne: ¿Como se escribe la historia– el numerónimo 23-F ha sido, es y será una marca subrayada en el devenir particular y colectivo de finales del siglo XX.
Y tú , querido lector, querida lectora, mon semblable, mon frère ¿ dónde estabas aquella tarde del 23 de febrero de 1981?
Quizá, todo este barullo solo se deba a cierta necesidad de «extimidad» contemporánea , es decir, a la pasión de no guardar o disfrazar la intimidad, como hasta hace muy poco era de recibo, sino de mostrarla abiertamente en la televisión y en las redes sociales.
La Actualidad se enhebra en muchas «actualidades». Aquí y ahora, por ejemplo, entre los avatares confusos de La Guerra de Ucrania y la sorprendente creatividad de la Inteligencia Artificial en su modalidad de Chat GPT, pasando por los retruécanos previos a las Elecciones de Mayo o la autocancelación goyesca del protagonismo de Telmo Irureta- ¿ por visibilizarse demasiado?
En el Campo Literario -Bourdieu ,P. Las Reglas del Arte. Génesis y estructura del campo literario– la actualidad aparece recientemente cosida a lo que se denomina Autoficción, Gran Descubrimiento de Público y Crítica y de más de un animal de pluma sin demasiada Cultura General Básica, toda vez que ha sido sancionada como género con el Premio Nobel de Literatura 2022 otorgado a Annie Ernaux.
Pero, como suele ocurrir frecuentemente en este un tanto inmundo mundo nuestro, la emergencia de La Autoficción no parece sino un nuevo guiño comercial que promueve una moda (Barthes, R. El sistema de la moda) , basada también, como casi siempre, en algo que se presenta como lo último de lo último cuando es «más viejo que la pana».
La palabra «autoficción» es un neologismo creado en 1977 por el crítico y escritor Serge Doubrovsky, para sancionar su propia obra y de paso reclasificar toda una serie de obras, acaso desde El Lazarillo de Tormes. Pero, ya se sabe, lo que no tiene nombre no existe, hasta que lo tiene.
Aun así resultan un tanto incomprensibles las apologías babeantes – a fuer de incultas- que, eso sí, están generando autoficciones sin par y volviendo un poco locas a las gentes teorizantes como Philippe Lejeune (El pacto autobiográfico y otros estudios ), ya que el nuevo género intergénero «propone un pacto novelesco al presentarse como un texto de ficción, y a su vez, un pacto autobiográfico en virtud de la identidad del autor en el narrador textual o el personaje de su obra» ( sic).
Y es que, quizá, todo este barullo solo se deba a cierta necesidad de«extimidad» contemporánea (Sibila, P. M. La intimidad como espectáculo ) , es decir, a la pasión de no guardar o disfrazar la intimidad, como hasta hace muy poco era de recibo, sino de mostrarla abiertamente en la televisión y en las redes sociales.
Any way, una vez más, si el resultado es un texto que permite emocionarse o reflexionar…Hace ya muchos años yo mismo escribí está recensión:
La creación del mundo , de Miguel Torga, es un largo relato de tono autobiográfico escrito entre 1937 y 1981. La obra está dividida en seis partes – correspondientes a los seis días de la creación del mundo- y en ella , aparentemente lejos de cualquier pretensión novelizadora, se van recogiendo diversos y sucesivos episodios de la infancia, la juventud y la madurez de un sosias del mismo Torga.
De que se trata de una obra de ficción y no de una autobiografía en sentido estricto, no hay la menor duda. Para ello no tenemos sino que cotejar algún episodio relatado en La Creación del mundo con las anotaciones coetáneas de sus Diarios. Haciéndolo nos percataremos enseguida de que Torga ha ficcionado muchas partes de su vida , modificando en el relato aquello que, por la razón que fuera, no encajaba bien en la línea narrativa que estaba desarrollando.
En cualquier caso, este fenómeno que tan claramente detectamos en Miguel Torga – y que podría extrapolarse , con la documentación adecuada, hasta el caso de un maestro de lo fantástico como Jorge Luis Borges – se abre a la observación porque contamos con un referente de la vida real de Torga que es su Diario. Sin dicho Diario, en efecto, sería imposible evaluar la ficcionalización que ha llevado a cabo.
Pero nuestro optimismo se puede venir abajo cuando comprobamos que el mentado Miguel Torga no existe en la vida real, sino que es el pseudónimo de un médico portugués llamado Adolfo Correia da Rocha.
Entonces la pregunta que nos podemos hacer es : ¿Quién ha escrito todo esto? Porque resulta que un tal Adolfo Correia da Rocha ha creado un personaje que es Miguel Torga que escribe un Diario que parece servir de referencia a un relato autobiográfico titulado La Creación del mundo… ¡ Ya nos hemos perdido!
La irrelevancia de la pregunta y de la respuesta se muestran en el limitado interés que despiertan salvo para críticos o historiadores de la literatura . Porque… ¡ Qué más da quién lo haya escrito ! Quien se acerca a un libro espera de él vida, descripción y reflexión, y le da igual quién lo haya escrito mientras el libro vibre entre sus manos y haga vibrar alguna parte de su cerebro y de su corazón…»
Si algo tienen en común estos dos ya confesos maestros, es su apuesta por la imagen, por la imagen renovadora y desfibriladora de tantos conceptos colapsados.
Esta mañana soleada de invierno, mientras limpiaba unas cazuelas en la cocina , me han venido a la mente dos nombres dispares: Peter Handke y Pedro Salaberri, premio Nobel de Literatura en 2019 y Premio Príncipe de Viana 2022, respectivamente.
En un primer momento me he sorprendido, pero después , recordando que este tipo de cosas me suceden frecuentemente, tomando un café he ido hilvanando una sucesión de significados en relación a ambos nombres y también de ellos entre sí.
Pues , en efecto, mi vínculo – literario- con Peter Handke viene de lejos, de muy lejos, desde que en 1972 leí una entrevista en el TIME, en la que se le presentaba como formando parte de la vanguardia teatral europea. Pasaron los años y tras haber dedicado mi atención , por mor de la militancia, a diversos realismos socialistas, el descubrimiento de la tetralogía que inició con Lento regreso me abrió un nuevo camino, a caballo entre el ensayo y la narrativa.
Por otro lado, conocí a Pedro Salaberri a finales de 1975, con ocasión de la preparación de una exposición que se celebró en marzo del año siguiente en la Sala de Cultura de la Caja de Ahorros de Navarra, dirigida por Xabier Morrás. Todavía conservo el catálogo que además de una muestra gráfica , recogía una larga conversación sobre su vocación pictórica, sus fuentes de inspiración , la función de la crítica y otros aspectos de la vida artística.
El sentimiento de afinidad fue inmediato y desde aquellos días, mantuve, he mantenido, una larga relación, al principio alrededor de un té en el estudio de la calle Zapatería que compartía con Mariano Royo y después, afincado yo en Bilbao, en visitas y colaboraciones sucesivas.
Así, en 1985 ilustró espléndidamente mi libro de haikus Teoría del extraño movimiento, publicado por la editorial Pamiela en una coleción dirigida por Santiago Echandi y en la que también vieron la luz libros de poemas del novelista Jesús Ferrero y el aforista Ramón Eder.
Continué siguiendo su obra, cada vez más perfilada y atinada, y siempre que puede retomé el contacto colaborando en proyectos conjuntos, por ejemplo en la Revista cuatrimestral de humanidades biTARTE, dirigida por el también pamplonica , escritor y pintor, Javier Mina.
En 2015, Pedro volvió a ilustrar con gran acierto y delicadeza mi segundo libro de haikus –Breve ensayo de cartografía – y aquello fue motivo, un muy agradable motivo para el reencuentro.
De Salaberri me ha influenciado, y mucho, su mano para el dibujo y el color, su luz, y esa pasión lenta por la contemplación que he intentado formalizar- y hasta teorizar- en mis haikus y en las torpes acuarelas que me distraen de la omnipotencia de lo discursivo.
Y , en fin, si algo tienen en común estos dos ya confesos maestros, es su apuesta por la imagen, por la imagen renovadora y desfibriladora de tantos conceptos colapsados, tan estólidos- diría Hegel – que ya no sirven ni para un barrido ni para un un fregado… Peter Handke y Pedro Salaberri…
El robo de bebés recién nacidos fue una de las formas de represión más sangrantes durante el franquismo.
Esta práctica silente y oculta, legitimada por el psiquiatra Antonio Vallejo Nájera desde un planteamiento eugenésico, comenzó con la segregación de las hijas e hijos de las mujeres presas en las cárceles franquistas y se extendió durante al menos seis décadas, hasta bien entrada la democracia, afectando a un número incalculable de mujeres.
Fue, según recientes investigaciones, una actividad coordinada entre las autoridades civiles y ciertas clínicas privadas y hospitales públicos que posteriormente se presentó como una operación que pretendía que los niños y niñas no se educaran en familias sin recursos suficientes, si bien se aplicaba fundamentalmente a aquellas de condición ideológica contraria al Régimen.
Un encuentro casual con una víctima del robo de bebés, llevó a Cristina Gutiérrez Meurs, artista y escritora afincada en Bilbao, a escribir su primera novela Lo que no me quisiste contar (2016).
Desde entonces su trabajo literario y plástico se ha centrado en esta cuestión tan sangrante, alternando diversas exposiciones con una segunda obra , Eva no fue la primera ( 2018) , una historia centrada en la violencia contra la mujer.
El Museo de Arte e Historia de Durango acoge hasta el 19 de marzo, una nueva muestra de Cristina Gutiérrez Meurs, EGITEKE DUGUNA- CUENTAS PENDIENTES,en la que se combinan delicados grabados, ingeniosas instalaciones y sugerentes textos sobre esta temática todavía pendiente de resolución jurídica y social.
Jesús Arpal Poblador, catedrático de Sociología de la UPV-EHU, favoreció la colaboración entre las Ciencias Sociales , las Humanidades, el Arte y la Literatura
Conocí a Jesús Arpal en las inolvidables jornadas de la «II Semana de Estudios Sexológicos de Euskadi » (1980). Por entonces ya era un investigador de referencia , sobre todo a raíz de la publicación de Una familia en un mundo tradicional. Los Garagarza de Elgoibar (1973) y de La sociedad tradicional en el País Vasco (1979) , obras en la que se adelantaba su visión plural e interdisciplinar de las Ciencias Sociales. La afinidad fue inmediata, participantes acaso de una misma hexis o disposición actitudinal que diría Pierre Bourdieu.
Poco después, ingresé como docente en el centro UNED-Bergara – una de las canteras de profesorado de la Universidad del País Vasco- Euskal Herriko Unibertsitatea – en cuya fundación Jesús había participado y en el que trabajaba su mujer Adelina Moya. Por su parte , él inició un periplo que le llevó desde la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de San Sebastián – en Zorroaga- hasta la de Ciencias Sociales y de la Comunicación de Lejona, en la que obtuvo la cátedra de Sociología. Entre tanto fue desplegando una serie de sugerentes investigaciones que se articularon en libros como Educación y sociedad en el País Vasco, en colaboración con Paulí Dávila y Begoña Asua (1982) o Las ciudades. Una visión histórica y sociológica (1983).
Más allá de colaboraciones puntuales, volvimos a coincidir en el Seminario de Sociología de la Cultura / Kultura Soziologiaren Mintegia fundado en UNED-Bergara en 2001, y en la elaboración de mi tesis doctoral que con enorme paciencia aceptó dirigir: fueron años de largas discusiones en su despacho, en los pasillos de la Facultad, en bares y cafeterías, de intercambios casi compulsivos de textos una y otra vez corregidos y el descubrimiento, de su mano, de autores como Maurice Halbwachs que iban a cambiar radicalmente mi perspectiva acerca de la temporalidad en las Ciencias Sociales, oscuro objeto de mi deseo académico.
Se jubiló en 2005 , pero fiel a sus principios, en el 2017 abrió junto a Adelina una bilioteca popular y centro cultural en el municipio riojano de Sajazarra donde vivían.
Con ocasi´on de su jubilación, participé en varios homenajes que se le dedicaron y en uno de ellos leí las siguientes palabras : “Se echará en falta al maestro cuando ya no podamos seguir su mirada. Quedarán, desde luego, sus libros, los artículos desperdigados que algunos discípulos encariñados intentarán recopilar, y también el recuerdo de sus lecciones dentro y fuera del aula. Y quizás unas gafas o un pequeño cuaderno de notas. Pero no quedará su mirada.
Jesús Arpal se ha apagado, pero hoy me doy cuenta de que no se ha apagado su mirada, aquella mirada que señalaba un paisaje o un paisanaje en el silencio de un viaje, que apreciaba el color tostado de un vino nuevo o que se aguzaba, concentrándose todavía más en un texto cien veces leído. La mirada del maestro. La mirada que enseñaba, también, a mirar…
Yo siempre le recordaré como un pequeño duende agitado, poseído por un daimon fogoso y a la vez de palabra rigurosa y atemperada…
Conocí a Xavier Rubert de Ventós, a finales de setiembre de 1978,en los Encuentros organizados por la revista El Viejo Topo en Barcelona, unas jornadas inolvidables por cuanto la utopía social alternativa generada bajo el tardofranquismo todavía continuaba vigente y todo era posible.
Me lo presentó, si no recuerdo mal, Pep Subirós, con quien hab´ía compartido mancheta en otra revista teórico pol´ítica- El Cárabo, dirigida por Joaquín Estafanía Moreira, futuro director de El País- y desde el primer momento me di cuenta de la gran capacidad reflexiva y expresiva que demostraba dentro de aquel micro-cosmos catalán que compartía con gentes como Eugenio Trías, Jordi Llovet o Josep Ramoneda, con quienes poco antes había fundado el Col-legi de Filosofia de Barcelona (1976) , representando una de las puntas de lanza del pensamiento ibérico.
Xavier era, además de muy accesible, muy buen conversador y en los sucesivos cafés , comidas y cenas que compartimos dio muestra de la sutileza que ya había demostrado en obras como Teoría de la sensibilidad o El arte ensimismado . Por entonces fumaba sin parar , como casi todos los demás, y años después,cuando nos encontramos de nuevo en un congreso , alternaba los cigarros con pastillas de menta que consumía con la misma urgencia – este fue también el caso de Koldo Mitxelena, a quien ya conocí con su inseparable cigarrillo de mentol.
Más adelante, siguiendo la senda del filósofo-político tan habitual entre los de su generación, fue diputado en el Congreso y Europarlamentario, mientras daba cuenta de sus nuevas experiencias y pensamientos enEl laberinto de la Hispanidad (1987) y El Cortesano y su fantasma (1991).Finalmente y entre avatares varios hace cinco años publicó un interesante volumen con sus anotaciones dispersas – Si no corro, caic– verdaderas bambalinas casi barojianas.
Rubert de Ventós falleció el pasado 28 de enero , pero yo siempre le recordaré como un pequeño duende agitado, poseído por un daimon fogoso y a la vez de palabra rigurosa y atemperada…
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