Tiempos geológicos

 

 

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La Cava d´Ispica, en los alrededores de Módica, es una larga cárcava de la que la autoridad museística de Sicilia permite visitar un recorrido de un par de kilómetros, ya que el resto se encuentra en diversas fases de excavación. Este recorrido, en realidad, cubre un amplio hipogeo con un sinnúmero  de tumbas  que ha sido utilizado y reutilizado en muchas ocasiones a lo largo de los siglos. Fue primero, como se ha dicho, cementerio y catacumba cuando los cristianos vivían en la clandestinidad, luego en la época tardorromana una parte se reconvirtió en gimnasium desalojando a los consiguientes muertos; en la Edad Media nuevos  desalojos fueron aprovechados para construir hasta cinco pisos de viviendas. Pasaron los años en los que , como dejó muy claro Montaigne en sus libros de viajes, la antiguedad no era referente de casi nada y llegaron los de Goethe y los románticos en los que se comenzó a excavar media Europa buscando identidades ocultas. Fue entonces cuando se comenzó a valorar todo lo que había ocurrido entre estas altas paredes.

Sin embargo, a mí lo que más me ha sorprendido ha sido esa alternancia un tanto natural entre vivos y muertos, algo que hoy hemos perdido confinando la muerte a la  profilaxis de los hospitales y las funerarias.

En el libro que continúo leyendo a trancas y barrancas, Robert Louis Stevenson cuenta el caso de un aborigen hawaiano que habiendo contraído una enfermedad mortal, cavó frente a la puerta de su choza su propia sepultura, se metió en ella y estuvo comiendo, bebiendo y durmiendo ( y fumando y charlando con todos los que por allí pasaban) hasta que definitivamente se murió.

Buena lección para quienes siempre quieren parecer jóvenes y están aterrados por el paso de un lapso de tiempo que resulta ridículo en comparación con  el tiempo geológico de, por ejemplo, esta profunda y larga Cava d’Ispica.

 

Pasolini no se detuvo en Scicli

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En la primavera de 1959 un grupo de intelectuales italianos vinculados al PCI visitaron el barrio «de las cuevas de Chiafura» de la localidad siciliana de Scicli. La misión de aquella visita fue doble: por un lado querían constatar una forma de vida troglodita en pleno siglo XX; y por otra parte deseaban solidarizarse con aquellas personas que sobrevivían sin agua corriente ni suministro eléctrico. En las fotos que han quedado de aquella visita se ve a un Pier Paolo Pasolini con un traje impecable y encorbatado charlando con unos ragazzi en camiseta, a María Antonietta Macciocchi escuchando a unas señoras oscuras vestidas de negro ,o a Carlo Levi fumando mientras toma notas en el interior de una de las cuevas. Resulta evidente que aquellas gentes vivían en el siglo XIX como también vivían en el mismo siglo quienes disfrutaban de los palacios aristocráticos que se extendían a la vuelta de la esquina- más concretamente a la vuelta de la Iglesia de la Inmaculada que cerraba el barrio.

Hoy en día, el barrio de Chiafura comparte las covachas con unas humildes casas provistas sin duda de agua corriente y electricidad ( a juzgar por el número incontable de antenas de televisión), pero el núcleo central de Scicli se ha puesto de moda. Así la calle Francesco Mormina comienza con » la comisaría de Montalbano»  y finaliza con la «Farmacia  de Montalbano» y a lo largo de ella se suceden palacios e iglesias con visita de pago, salteados por boutiques de ropa cara, restaurantes de pro y heladerías  con pie de página, concitando la atención de una buena muestra de la pijería autóctona. Por lo demás, se intenta mantener una cierta imagen de sicilianidad  al modo de un pequeño Pals, pero el deseo de hacer negocio- en este caso, «el agosto»- es tan manifiesto que provoca una cierta repulsión: está bien pagar por un servicio y hasta pagar mejor por un mejor servicio, pero sentirse carne de guiri al que darle la clavada y despedirle cuanto antes no es de recibo.

Scicli puede morir de exito – que tomen nota quienes quieren copiar el modelo en otros lares. En fin, hoy no vamos a cenar aquí, nos tomaremos tan sólo una cerveza- hoy probaré la Semedorato a ver qué tal es a fuer de siciliana. En la mesa de al lado unos yankis vociferan. Seguro que no tienen ni idea de que a no menos de un kilometro sigue existiendo Chiafura.

Donnafugata

Royal Arms of Navarre (1328-1425).svgEscudo de Blanca I de Navarra

Hoy, por fin, he podido comer una caponata, un guiso a base de berenjenas, apio, tomates, olivas  y alguna que otra alcaparra, que es, para mí, un resumen perfecto de la comida siciliana.

He acompañado la caponata de una gran salchicha fresca a la plancha que recordaba mucho a la butifarra catalana. Según dice Leonardo Sciascia, el Reino de Aragón dejó por estas  tierras, entre otras  muchas marcas más olvidables, la marca gastronómica ,y así es fácil que te ofrezcan para comer lentejas , garbanzos, o chocolates inspirados en los turrones de Alicante o, incluso, una variante del resolí catalán.

En cualquier caso, la caponata de hoy ha caído frente al Castello de Donnafugata, muy cerca de Ragusa. La etimología dice que el topónimo viene de la corrupción del árabe «Ayn as Jafat» – fuente de la salud- que se convirtió en Ronnafugata, italianizándose luego como Donnafugata. La leyenda, sin embargo, cuenta que en este castillo estaba encerrada   Blanca I de Navarra, reina consorte  de Sicilia  y viuda del rey aragonés Martín el joven, y que siendo requerida a casarse por la fuerza con Bernardo de Cabrera para convertirse este  a su vez en rey, huyó hacia la corte navarra en 1415, de donde el castillo paso a llamarse de «donna fugata»  o sea Donnafugata.

Todo esto nos lo ha contado don Augusto, un sesentón hiperactivo de pelo cano que regentaba  la trattoria y que nos ha obligado a sentarnos de nuevo en la mesa cuando ya nos habíamos levantado para pagar, porque nadie se podía ir de allí sin probar sus dolci, en este caso unos pequeños canoli rellenos de requesón y acompañados de una gelatina de canela que estaba para chuparse los dedos.

Poética mínima triclánica

En estos tiempos de fotografía digital, a mi me gusta dibujar. Por supuesto, disfruto y mucho con las fotografías de los demás, sobre todo  con las de los amigos y amigas que han hecho de este quehacer su arte. Pero para mí el dibujo no es una práctica artística sino una manera de concentrarme en lo que tengo delante: dibujando paso del ver al mirar.

Por ejemplo, en este viaje veraniego que me lleva, una vez más, por tierras sicilianas, he dibujado (siguiendo un orden a lo Jorge Luis Borges): a) la torre desmochada  del castillo suevo de Vendicarí ; b) una palmera perdida en la Marina de Ragusa ; c) la ventana superior izquierda del Palazzo Fava de Scicli ; y d) un penacho decorativo lateral de la iglesia de Santa Chiara de Noto.

Todos estos dibujos los he realizado sin selección previa alguna y casi sin proponérmelo: simplemente  una forma me ha llamado la atención y me ha apetecido copiarla como si la recorriera con mi lápiz. En esto , la secuencia se parece mucho a cuando escribo un haiku ( esa otra actividad secreta que compensa la estolidez de la escritura académica), siendo el motivo del kireji no una palabra sino una imagen, una imagen en la que concentrarme.

Pero en fin, como decía el viejo Pla…No sé a quién le puede interesar todo esto…

N.B. De lo mejor que he encontrado sobre este asunto es un libro de John Berger que se titula precisamente Sobre el dibujo.

Eureka!

 

 

Siracusa. Via Trento. Hemos llegado tarde a comer, pero la sonrisa lo ha podido todo. Acabo de terminar mi pez espada con mozzarella y tomatitos. El que parece ser el dueño de la trattoria se acerca , secándose las manos con el mandil. » Tengo una curiosidad, ¿ de dónde son ustedes?» – pregunta en italiano. «De Bilbao…en el norte de España» respondo en lo que puedo.»Así que españoles…Por aquí los españoles estuvieron mucho tiempo; bueno primero los aragoneses y luego los españoles…No era buena gente…Sabe usted, Sicilia siempre ha sido una colonia». Me quedo sin saber qué decir ( aunque tendría para un par de horas) y el siracusano se percata: » Bueno , pero ahora todos somos Europa…»

En efecto, Sicilia fue incorporada al Reino de Italia, poco más o menos al mismo tiempo que las Vascongadas y Navarra al Reino de España y desde aquel momento ha habido en la antigua Trinaclia un movimiento reivindicativo independentista que se moderó al final de la segunda guerra mundial, al pactar los yankis ( con quien ya se puede adivinar) la invasión desde estas tierras a cambio de una cierta autonomía que todavía se conserva en muchos ámbitos y que los sucesivos gobiernos demócrata-cristianos mantuvieron sin rechistar.

El año pasado, en Cefalú, un colega del antiguo PCI me echó un buen chorreo por preguntar por la situación del independentismo sículo, negando que hubiera algo así como un idioma siciliano y afirmando que Sicilia fuera de Italia ( ya Reppublica Italiana) volvería a ser pasto de las viejas oligarquías que, todavía, cuando pueden, campan a sus anchas.

De todo lo cual doy fe, siendo testigo el café americano que me he pedido por si acaso, a las dieciséis horas y once minutos, en  la ciudad en la que Arquímedes dijo su famoso » EUREKA».

Trampantojos y caffé ristretto

 

caffè sicilia a noto

Noto es una ciudad espectacular y lo es hasta el punto de que un paseo por el corso Vittorio Emanuele( no hay ciudad siciliana sin calle dedicada al primer rey de Italia) termina por parecer un recorrido turístico por un gigantesco set de Hollywood en el que el barroco ha tomado posesión  de un sinnúmero de  iglesias ,  conventos y palacios.

Sin embargo lo más espectacular se encuentra oculto en el por otro lado monumental ayuntamiento, palazzo Ducezio. Se trata del trampantojo que cubre el bello Salón de los Espejos. Pues , en efecto, nada más entrar la vista se va hacia una supuesta cúpula  en la que un motivo mitológico clásico aparece rodeado de doce amorcillos y varias inscripciones en griego, latín e italiano. El engaño es tan perfecto que es necesario que la funcionaria que nos acompaña  lo desvele, y aún así uno se queda con la duda.

No es fácil desprenderse de la idea de que se ha sufrido un engaño, aunque haya sido este  bondadoso a fuer de artístico. Más bien mueve a reflexionar sobre cuantos trampantojos retóricos ( si se puede afirmar algo así) se reciben en el día a dia en la familia, el municipio y el sindicato ( por recurrir a una frase hecha de la  democracia orgánica).

Por todo ello,y para compensar  las amarguras que depara la filosofía (ciencia de varones de bilis negra, según Aristóteles), hemos decidido sentarnos en este Caffé Sicilia y tomarnos una par de ristretti con un canolo de crema  para compartir.

A la sombra de los Umbertos en flor

Hay un señor de coleta cana y gafas de sol de aviador que nunca sale de la sombra de una sombrilla de la piscina del hotel. De vez en cuando , mira su reloj de pulsera, cierra el libro que está leyendo y un enorme cuaderno en el que dibuja y toma apuntes, y se tira al agua. Hace unos cuantos largos, sale , se seca vigorosamente con una toalla y vuelve a su sombra.

Hoy, mientras nadaba, he aprovechado que se había dejado el cuaderno entreabierto y he visto escrito en grandes letras: UMBERTO ECO  E IL UR-FASCISMO.

La verdad es que no me he sorprendido, pues desde que se murió este prolífico polígrafo italiano, más allá de las alabanzas y reconocimientos académicos e institucionales, desde puntos de vista supuestamente más críticos viene recibiendo un varapalo tras otro. Lo curioso es que la mayoría de los varapalos son ad hominem ( o sea sobre su persona o su modo de vivir) y pocos discuten su obra… dejando a salvo quizás al señor de la sombrilla.

Lo cual que la mayor parte de las supuestas críticas se van por los cerros de una envidia manifiesta y culposa. Envidia por  haber hecho de la semiótica una marca comercial y hasta una cátedra (Tratado de semiótica general) , envidia por haber jugado con los registros cultos convirtiéndolos en hazmerreir de listillos (Diario mínimo), envidia por  ser un novelista de éxito- El nombre de la rosa et alii- ( que para más inri escribía algunos de sus originales directamente en inglés y, encima, se convertían en films con  más éxito todavía),envidia por, consecuentemente,ganar mucho dinero ( y poder comprarle «collares muy caros a su mujer», sic, si cita requerida, buscar en google), envidia , en fin, por ser un » bon vivant» y no un  mero profesor enjuto y algo amargadillo por la cosa del ser en cuanto que tal.

O sea, ENVIDIA. Que es lo que se me ha ocurrido poner en el cuaderno del señor de la sombrilla, pero  que no he puesto porque el italiano, de tan parecido a esta lengua franca en la que escribo, da lugar a muchas faltas de ortografía – algo que no me puedo permitir por mor intelectual de mínimo común denominador.

Así que me he tirado en plancha a la piscina por ver si el agua licuaba mi ortografía- y de paso la del señor de la sombrilla.

De tesinas y atunes rojos

Cuando estaba preparando mi tesina sobre el fuerista navarro Arturo Campión, solía reunirme con mi director en el interior de un coche. Me explico: mi director era Goyo Monreal, a la sazón rector de la UPV, y los pocos momentos libres de que disponía – todavía no había teléfonos móviles- eran los que podía tener en los innumerables trayectos que hacía entre San Sebastián y Bilbao; así que  yo me subía a su coche y entre viaje y viaje le iba contando mis cuitas.

Y es que los coches han servido y sirven para hacer muchas y diversas actividades , y más si no se dispone de lugares alternativos para las mismas. Ahora, sin embargo, gozan de cierto desprestigio frente a las omnipresentes bicicletas o a los peatones atléticos.En realidad, se podría decir que la verdadera oposición se establecería entre el automovilista y el peatón. Y ahí nos encontraríamos al Josep Pla que se recorrió a pie todo el Ampurdán o (por poner otro ejemplo muy diferente) al Peter Handke que hizo otro tanto  por toda Austria.

No obstante, hoy  hemos hecho un paseo en coche pues nos habría sido muy difícil llegar sin cuatro ruedas a Marzamemi y contemplar las aguas claras de su costa ( y dar cuenta de una deliciosa rodaja de atún rojo a la plancha ).

Nota bene ( que no puedo evitar) : aquella tesina sobre Arturo Campión fue la primera que se defendió en la Facultad de Filosofía  y Letras de  Vitoria (ya casi también Gasteiz) y contó con un tribunal de lujo: Koldo Mitxelena, Endrike Knorr y Julio Aróstegui –   ya todos desaparecidos.

 

Scicli y el comisario Montalbano

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Mientras me tomo una granita al limone en la plaza Busacca de Scicli, recuerdo que esta es la ciudad originaria de Elio Vittorini, escritor social siciliano-italiano, que rechazó publicar El Gatopardo del aristócrata siciliano-siciliano Giuseppe Tomasi di Lampedusa.La historia de la incorporación  política, social y cultural de Sicilia a Italia es casi tan larga y complicada como la del Reyno de Navarra a la corona española.Pero de todo esto hablaré otro día.

Hoy prefiero hablar de esas tierras rotas que hemos atravesado para llegar hasta  aquí, unas tierras  densamente pobladas de oscuros algarrobos y picarazas negras, y algún que otro olivo chato y reseco  a la vera de alguna casa. Ha sido también sorprendente circular por ese laberinto de carreterillas, entre pequeños y largos muros de piedra blanca, circunvalando predios tan numerosos como exiguos. Leonardo Sciascia, en un sugerente ensayo sobre el antiguo Condado de Módica, afirma que por estos lares se instaló un régimen de minifundio en enfiteusis, a instancias de una nobleza ilustrada que  prefería que el campo fuera productivo de algo más que una renta.

Pero, en fin,esta ciudad es, así mismo, uno de los escenarios de la serie «El comisario Montalbano» de Andrea Camilleri, y no hemos podido evitar la consabida fotografía frente a su supuesto commissariato di polizia- eso sí sin ver por ningún lado al ilustre calvo personalmente en persona.

Stevenson en Módica

 

Siguiendo la recomendación de un amigo, estando en tierras sicilianas, estoy leyendo algo que nada tiene que ver con el paisaje o el paisanaje que me rodea. Así podré degustar , dice mi colega, todo lo que me deparen los sentidos sin filtros ni aprioris coetáneos.

El libro elegido es En los mares del sur, un prolijo relato de los viajes de Robert Louis Stevenson por las islas Marquesas, Pomotú y Gilbert a finales del siglo XIX.Con esta lectura compenso, además, la densidad verista ( o sea , naturalista) de Los Virreyes de Federico de Roberto en la que me he empleado a fondo durante el último mes, sabiéndola precedente de El Gatopardo de Lampedusa.

La operación ha tenido éxito y he podido hacer una primera visita inocente a Módica, capital del antiguo condado aragonés del mismo nombre – ahora adscrito al ducado de Alba- y recorrer el corso Umberto I entre chocolaterías y palacios barrocos mientras mordisqueaba un brioche con helado tan típico y tópico de estos lares.

Lo mejor, sin embargo, estaba reservado para la cena. Por recomendación de Pietro,  hemos ido a la pizzería ristorante Convivio, donde elaboran una masa madre que combina excepcionalmente con cualquier condimento: una auténtica maravilla gastronómica, muy bien conjuntada, por cierto, con una oferta de cervezas artesanas de mucho calado.

(La cerveza que me he tomado también ha tenido su efecto- ¡ 7,6 graditros de nada!- y durante toda la noche me ha estado recitando sus poemas  uno tras otro, con su voz impostada de poeta  nobelizado, el amigo Salvatore Quasimodo cuya casa también hemos visitado)