FAKE!

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Hoy,  mi vuelta cotidiana ha transcurrido por el Paseo de Abandoibarra. Al llegar a la altura del museo Guggenheim  casi nunca paso por debajo de la llamada  «araña» de Louise Bourgeois, porque  por lo general está ocupada por gentes diversas, haciéndose fotos de familia, comprobando con pequeños golpes  la solidez de las patas  o exclamando «¡Oh! y/o ¡Ah! ante el tamaño de los huevos  que en una bolsa ad hoc penden de  la susodicha.

Siempre me ha extrañado el carácter festivo que rodea  a esta escultura que en realidad tiene por nombre «Maman» ( «Mamá») y que según el catálogo  fue construida  «en homenaje a su madre, capaz de tejer la tela de los afectos y también quedar atrapada en ellos» en un contexto de «reflexión plástica sobre temas profundos y dolorosos de la naturaleza humana», que era el contexto habitual de Bourgeois según se puede percibir claramente en la exposición ahora vigente en el interior del museo.

La distancia entre la recepción festiva y la intención dramática solo puede  comprenderse en un medio en el que el arte se ha convertido en un  mero espectáculo de masas – casi televisivo por su buenismo-  y en el que se ha obviado la Historia del Arte. Otro ejemplo al respecto es la percepción que se puede observar en la mayoría del público que  acude a la exposición sobre  el Hiperrealismo  sita en el Museo de Bellas Artes: sin Historia del Arte el Hiperrealismo se convierte en un Realismo Tonto que también provoca  sus correspondientes ¡Oh! y/o ¡Ah! ante la verosimilitud del vello púbico de algunas de las esculturas ( ¡ y mira que hay que mirar!).

Si viviéramos en  tiempos en los que la crítica del arte ( y de la literatura) no respondiera a encajes endogámicos, alguien podría alzar su voz y gritar con todas sus fuerzas FAKE!  , ¡FALSO!, pero no dirigido a la amargada ( y con razón) Louise Bourgeois sino a quienes se toman a chirigota todo lo que le ha costado ordenar su dolor ( 22 toneladas de  bronce, acero inoxidable y mármol) .

«Smoke on the water»

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La insistencia de Mikel en quedar en el Iruña siempre ha tenido su sentido. Aquí nos conocimos en los años setenta y  él continúa viviendo en aquellos años por mucho que  se acabe de jubilar. Regresar a  estas mesas – como a las de La Concordia , si fuera posible- es regresar una y otra vez a una situación originaria y por ello hipersignificativa. Sin duda aquellos años fueron muy importantes porque fueron los años del descubrimiento de la política, de la sexualidad, del sentimiento generacional, de la música…pero ¿tan importantes? Luego ha transcurrido mucho tiempo , casi cuatro décadas. Pero Mikel continúa escuchando música de aquellos años, le siguen gustando los films de la época y todavía le parece sentir la fuerza  que acompañaba  a aquellos conciertos multitudinarios o a aquellas manifestaciones radicales.

Puede ser que todo obedezca a una nostalgia de la juventud,  con todo lo que ello conlleva: cierto adamismo, primeras sensaciones, descubrimientos iniciales e iniciáticos…Pero, ¿por qué esta vuelta de la mirada casi sistemática y obsesiva hacia aquellos años?

No sé, quizá le pesen los muertos, nuestros  muertos. El Oso, el Grampo, La Rubia, Cuchillito, etc. Y cierto deseo de “decir” de ellos como comenta Roland Barthes. Pero los muertos suelen pesar como culpa, están vivos como culpa. Entonces ,¿ es culpa lo que mueve  esta insistencia? Pero, ¿qué culpa? ¿La de haberles “traicionado”? ¿La de haber comprendido que aquello que defendíamos era algo imposible estratégicamente y que obedecía más a un instinto táctico cruelmente  dirigido por fuerzas ajenas a nosotros mismos?

Por ejemplo, saber que que los servicios secretos potenciaron  a la ultra-izquierda para combatir la infuencia del Partido Comunista. O que los conciertos multitudinarios  terminaron por ser un gran negocio. O que los hippies adelantaron las pautas narcisistas de la sociedad de consumo.

La bala que mató a Germán Rodríguez en julio de 1978, y que  tanto le ha obsesionado a Mikel como imagen de un enfrentamiento final, no sería,  a estas alturas sino la bala de plata del  ajuste que el poder decidió establecer en plena transición entre la izquierda política y los movimientos sociales. Algo así como: “Este es el límite de lo que podéis hacer. Más allá os encontaréis con la violencia legítima del Estado”.

O sea, que de alguna manera esa culpa es una culpa por no haber muerto en “los buenos momentos”, cuando la utopía , convenientemente adobada por nuestro judeocristianismo basal, todavía continuaba vigente, y así, por ejemplo, no haber tenido que ver tantas “ reconvensiones”. Reconvensiones de estudiantes troskistas, de mecánicos maoístas, de profesionales estalinistas en empresarios (muy) adinerados. Culpa por haber asumido que “ para que nada cambie todo tiene que cambiar” , aprovechando los márgenes estrechos de la movilidad social de la Transición.

Algo que ya estaba explícito el El Gatopardo, pero también  en La educación sentimental…y que probablemente ya está esta por aquí  , en alguna novela perdida aunque famosa.

Pero Mikel insiste: » Nadie podrá impedirme que escuche todas las veces que quiera «Smoke on the water» ( de Deep Purple, añado yo para los menores de sesenta)

El gozo de la sombra

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Llevo siguiéndole un par de calles. Es un hombretón calvo y fuerte que camina ágilmente leyendo un libro mientras sortea con habilidad peatones y coches ( y bicicletas).Le sigo porque cada vez  es menos habitual ver a alguien leyendo un libro en papel ( ¡qué cosas hay que llegar a decir!) y todavía menos con tanto interés.

Por fin se ha detenido – no sé cómo- en un semáforo, y he podido ver el título del libro que tanto mantiene su atención: La saga-fuga de J.B., de Gonzalo Torrente Ballester. Y no me he extrañado, pues abrir una obra así es entrar en un mundo del que es difícil salir.

En efecto, Gonzalo Torrente Ballester, compartiendo historia con muchos y muchas de su generación, se apartó de su primigenio filo-franquismo, y poco a poco, entre excelentes crónicas periodísticas y varias derivas narrativas de cierto éxito – como Los gozos y las sombras, en su momento  serie de TVE- fue preparando esta monumental obra, Premio de la Crítica en 1972,  que permanece oculta entre la marea continua de novedades.

El lector peripatético ha continuado su camino pero yo ya no le he seguido, una vez satisfecha mi curiosidad. Aún así    queda para el misterio cómo alguien, tantos años después de su publicación, ha podido dar con este libro que es uno en los que más claramente se manifiesta esa posibilidad que da la literatura de  crear un mundo totalmente significativo desde sí mismo. Alguien que ya está   conociendo el gozo de entrar en un sombra todopoderosa, la sombra del lenguaje que aclara porque  ordena  y a la que renuncian muchos seres humanos en  favor de un realismo visual   tan tramposo como ingenuo.

 

 

Circolo di conversazione

Frente a la impresionante iglesia de San Giorgio de Ragusa Ibla, se extiende la larga Piazza del Duomo ,y en su extremo izquierdo el paseante se encuentra con un edificio  modesto y discreto , casi siempre cerrado, en el cual figura la siguiente inscripción: Circolo di conversazione.

Se supone que es el lugar en el que la aristocracia ragusana ( masculina, por supuesto) se reunía para intercambiar opiniones y llegar a posibles acuerdos en un ambiente distendido.

Para quienes no somos ni aristócratas ni ragusanos, ni vivimos en el siglo XIX, la curiosidad sobre este edificio radica en su mismo nombre pues evoca la igualdad casi geométrica de unos pocos iguales frente a muchos desiguales.

Con el tiempo los muchos desiguales fueron creando sus propios círculos ( obreros, campesinos, ciudadanos, mujeres…) y terminaron en muchos casos por enfrentarse a los hasta entonces pocos iguales, pero la marca , en su dimensión geométrica, ha continuado teniendo su vigencia como es manifiesto en los edificios públicos que todavía sirven de palestras. Y esa marca, occidental por excelencia, es la marca del «homo aequalis» frente al «homo hierarchicus» que tan bien matizara en su momento el antropólogo Louis Dumont.

Y de todo esto doy buena cuenta cuando me llevan a la última cena en el  ristorante-pizzería Convivio de Módica que  de buena gana me llevaría en la maleta ( Salvo incluído) y que durante estos días ha sido nuestro verdadero circolo di conversazione…

Tiempos geológicos

 

 

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La Cava d´Ispica, en los alrededores de Módica, es una larga cárcava de la que la autoridad museística de Sicilia permite visitar un recorrido de un par de kilómetros, ya que el resto se encuentra en diversas fases de excavación. Este recorrido, en realidad, cubre un amplio hipogeo con un sinnúmero  de tumbas  que ha sido utilizado y reutilizado en muchas ocasiones a lo largo de los siglos. Fue primero, como se ha dicho, cementerio y catacumba cuando los cristianos vivían en la clandestinidad, luego en la época tardorromana una parte se reconvirtió en gimnasium desalojando a los consiguientes muertos; en la Edad Media nuevos  desalojos fueron aprovechados para construir hasta cinco pisos de viviendas. Pasaron los años en los que , como dejó muy claro Montaigne en sus libros de viajes, la antiguedad no era referente de casi nada y llegaron los de Goethe y los románticos en los que se comenzó a excavar media Europa buscando identidades ocultas. Fue entonces cuando se comenzó a valorar todo lo que había ocurrido entre estas altas paredes.

Sin embargo, a mí lo que más me ha sorprendido ha sido esa alternancia un tanto natural entre vivos y muertos, algo que hoy hemos perdido confinando la muerte a la  profilaxis de los hospitales y las funerarias.

En el libro que continúo leyendo a trancas y barrancas, Robert Louis Stevenson cuenta el caso de un aborigen hawaiano que habiendo contraído una enfermedad mortal, cavó frente a la puerta de su choza su propia sepultura, se metió en ella y estuvo comiendo, bebiendo y durmiendo ( y fumando y charlando con todos los que por allí pasaban) hasta que definitivamente se murió.

Buena lección para quienes siempre quieren parecer jóvenes y están aterrados por el paso de un lapso de tiempo que resulta ridículo en comparación con  el tiempo geológico de, por ejemplo, esta profunda y larga Cava d’Ispica.

 

Pasolini no se detuvo en Scicli

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En la primavera de 1959 un grupo de intelectuales italianos vinculados al PCI visitaron el barrio «de las cuevas de Chiafura» de la localidad siciliana de Scicli. La misión de aquella visita fue doble: por un lado querían constatar una forma de vida troglodita en pleno siglo XX; y por otra parte deseaban solidarizarse con aquellas personas que sobrevivían sin agua corriente ni suministro eléctrico. En las fotos que han quedado de aquella visita se ve a un Pier Paolo Pasolini con un traje impecable y encorbatado charlando con unos ragazzi en camiseta, a María Antonietta Macciocchi escuchando a unas señoras oscuras vestidas de negro ,o a Carlo Levi fumando mientras toma notas en el interior de una de las cuevas. Resulta evidente que aquellas gentes vivían en el siglo XIX como también vivían en el mismo siglo quienes disfrutaban de los palacios aristocráticos que se extendían a la vuelta de la esquina- más concretamente a la vuelta de la Iglesia de la Inmaculada que cerraba el barrio.

Hoy en día, el barrio de Chiafura comparte las covachas con unas humildes casas provistas sin duda de agua corriente y electricidad ( a juzgar por el número incontable de antenas de televisión), pero el núcleo central de Scicli se ha puesto de moda. Así la calle Francesco Mormina comienza con » la comisaría de Montalbano»  y finaliza con la «Farmacia  de Montalbano» y a lo largo de ella se suceden palacios e iglesias con visita de pago, salteados por boutiques de ropa cara, restaurantes de pro y heladerías  con pie de página, concitando la atención de una buena muestra de la pijería autóctona. Por lo demás, se intenta mantener una cierta imagen de sicilianidad  al modo de un pequeño Pals, pero el deseo de hacer negocio- en este caso, «el agosto»- es tan manifiesto que provoca una cierta repulsión: está bien pagar por un servicio y hasta pagar mejor por un mejor servicio, pero sentirse carne de guiri al que darle la clavada y despedirle cuanto antes no es de recibo.

Scicli puede morir de exito – que tomen nota quienes quieren copiar el modelo en otros lares. En fin, hoy no vamos a cenar aquí, nos tomaremos tan sólo una cerveza- hoy probaré la Semedorato a ver qué tal es a fuer de siciliana. En la mesa de al lado unos yankis vociferan. Seguro que no tienen ni idea de que a no menos de un kilometro sigue existiendo Chiafura.

Donnafugata

Royal Arms of Navarre (1328-1425).svgEscudo de Blanca I de Navarra

Hoy, por fin, he podido comer una caponata, un guiso a base de berenjenas, apio, tomates, olivas  y alguna que otra alcaparra, que es, para mí, un resumen perfecto de la comida siciliana.

He acompañado la caponata de una gran salchicha fresca a la plancha que recordaba mucho a la butifarra catalana. Según dice Leonardo Sciascia, el Reino de Aragón dejó por estas  tierras, entre otras  muchas marcas más olvidables, la marca gastronómica ,y así es fácil que te ofrezcan para comer lentejas , garbanzos, o chocolates inspirados en los turrones de Alicante o, incluso, una variante del resolí catalán.

En cualquier caso, la caponata de hoy ha caído frente al Castello de Donnafugata, muy cerca de Ragusa. La etimología dice que el topónimo viene de la corrupción del árabe «Ayn as Jafat» – fuente de la salud- que se convirtió en Ronnafugata, italianizándose luego como Donnafugata. La leyenda, sin embargo, cuenta que en este castillo estaba encerrada   Blanca I de Navarra, reina consorte  de Sicilia  y viuda del rey aragonés Martín el joven, y que siendo requerida a casarse por la fuerza con Bernardo de Cabrera para convertirse este  a su vez en rey, huyó hacia la corte navarra en 1415, de donde el castillo paso a llamarse de «donna fugata»  o sea Donnafugata.

Todo esto nos lo ha contado don Augusto, un sesentón hiperactivo de pelo cano que regentaba  la trattoria y que nos ha obligado a sentarnos de nuevo en la mesa cuando ya nos habíamos levantado para pagar, porque nadie se podía ir de allí sin probar sus dolci, en este caso unos pequeños canoli rellenos de requesón y acompañados de una gelatina de canela que estaba para chuparse los dedos.

Poética mínima triclánica

En estos tiempos de fotografía digital, a mi me gusta dibujar. Por supuesto, disfruto y mucho con las fotografías de los demás, sobre todo  con las de los amigos y amigas que han hecho de este quehacer su arte. Pero para mí el dibujo no es una práctica artística sino una manera de concentrarme en lo que tengo delante: dibujando paso del ver al mirar.

Por ejemplo, en este viaje veraniego que me lleva, una vez más, por tierras sicilianas, he dibujado (siguiendo un orden a lo Jorge Luis Borges): a) la torre desmochada  del castillo suevo de Vendicarí ; b) una palmera perdida en la Marina de Ragusa ; c) la ventana superior izquierda del Palazzo Fava de Scicli ; y d) un penacho decorativo lateral de la iglesia de Santa Chiara de Noto.

Todos estos dibujos los he realizado sin selección previa alguna y casi sin proponérmelo: simplemente  una forma me ha llamado la atención y me ha apetecido copiarla como si la recorriera con mi lápiz. En esto , la secuencia se parece mucho a cuando escribo un haiku ( esa otra actividad secreta que compensa la estolidez de la escritura académica), siendo el motivo del kireji no una palabra sino una imagen, una imagen en la que concentrarme.

Pero en fin, como decía el viejo Pla…No sé a quién le puede interesar todo esto…

N.B. De lo mejor que he encontrado sobre este asunto es un libro de John Berger que se titula precisamente Sobre el dibujo.

Eureka!

 

 

Siracusa. Via Trento. Hemos llegado tarde a comer, pero la sonrisa lo ha podido todo. Acabo de terminar mi pez espada con mozzarella y tomatitos. El que parece ser el dueño de la trattoria se acerca , secándose las manos con el mandil. » Tengo una curiosidad, ¿ de dónde son ustedes?» – pregunta en italiano. «De Bilbao…en el norte de España» respondo en lo que puedo.»Así que españoles…Por aquí los españoles estuvieron mucho tiempo; bueno primero los aragoneses y luego los españoles…No era buena gente…Sabe usted, Sicilia siempre ha sido una colonia». Me quedo sin saber qué decir ( aunque tendría para un par de horas) y el siracusano se percata: » Bueno , pero ahora todos somos Europa…»

En efecto, Sicilia fue incorporada al Reino de Italia, poco más o menos al mismo tiempo que las Vascongadas y Navarra al Reino de España y desde aquel momento ha habido en la antigua Trinaclia un movimiento reivindicativo independentista que se moderó al final de la segunda guerra mundial, al pactar los yankis ( con quien ya se puede adivinar) la invasión desde estas tierras a cambio de una cierta autonomía que todavía se conserva en muchos ámbitos y que los sucesivos gobiernos demócrata-cristianos mantuvieron sin rechistar.

El año pasado, en Cefalú, un colega del antiguo PCI me echó un buen chorreo por preguntar por la situación del independentismo sículo, negando que hubiera algo así como un idioma siciliano y afirmando que Sicilia fuera de Italia ( ya Reppublica Italiana) volvería a ser pasto de las viejas oligarquías que, todavía, cuando pueden, campan a sus anchas.

De todo lo cual doy fe, siendo testigo el café americano que me he pedido por si acaso, a las dieciséis horas y once minutos, en  la ciudad en la que Arquímedes dijo su famoso » EUREKA».

Trampantojos y caffé ristretto

 

caffè sicilia a noto

Noto es una ciudad espectacular y lo es hasta el punto de que un paseo por el corso Vittorio Emanuele( no hay ciudad siciliana sin calle dedicada al primer rey de Italia) termina por parecer un recorrido turístico por un gigantesco set de Hollywood en el que el barroco ha tomado posesión  de un sinnúmero de  iglesias ,  conventos y palacios.

Sin embargo lo más espectacular se encuentra oculto en el por otro lado monumental ayuntamiento, palazzo Ducezio. Se trata del trampantojo que cubre el bello Salón de los Espejos. Pues , en efecto, nada más entrar la vista se va hacia una supuesta cúpula  en la que un motivo mitológico clásico aparece rodeado de doce amorcillos y varias inscripciones en griego, latín e italiano. El engaño es tan perfecto que es necesario que la funcionaria que nos acompaña  lo desvele, y aún así uno se queda con la duda.

No es fácil desprenderse de la idea de que se ha sufrido un engaño, aunque haya sido este  bondadoso a fuer de artístico. Más bien mueve a reflexionar sobre cuantos trampantojos retóricos ( si se puede afirmar algo así) se reciben en el día a dia en la familia, el municipio y el sindicato ( por recurrir a una frase hecha de la  democracia orgánica).

Por todo ello,y para compensar  las amarguras que depara la filosofía (ciencia de varones de bilis negra, según Aristóteles), hemos decidido sentarnos en este Caffé Sicilia y tomarnos una par de ristretti con un canolo de crema  para compartir.