¡Fiesta!

 

A las doce en punto ha estallado el cohete, la masa blanca se ha vuelto blanquirroja y ha comenzado a dispersarse por las calles anejas a la Plaza del Ayuntamiento.

Hemos bajado a dar una vuelta. Sorteando camiones de basura y cuadrillas inmensas,hemos llegado a la curva de Mercaderes y, a pesar de que nuestra intención era subir por la calle Curia, hemos topado con un murallón de mocetones altos, anchos y rubios. Con esas curiosas  normas de proxemia que  otorgan los sanfermines, he comprobado que lo que tenía delante eran unas enormes camisetas al parecer empapadas en vino, pero ante la evidencia empírica de que estaban secas y no olían al fruto de la vid, me he dado cuenta de que eran…¡ de pega! O sea, aparentaban  que a los sujetos que las llevaban les había caído un tonel encima , pero nada más lejos de la réalité; incluso he podido comprobar que uno de ellos  lucía un modelo con enormes gotorrones, muy conseguidos, también de pega.

Y es que las fiestas  han cambiado mucho. Tengo una foto de mi padre corriendo el encierro prácticamente solo . Es de los años cuarenta, no viste de blanco, puede que lleve un pañuelo, pero no se sabe si es rojo o verde ( el color de la ciudad) porque la foto es en blanco y negro. Desde hace unos años, sin embargo , se han impuesto el blanco y el rojo, si bien con  sucesivas variaciones. La camisa ha dado paso a la camiseta y las alpagartas a las zapatillas deportivas, se ha mantenido la faja, pero ha desaparecido la bota  de vino ( de Las tres Z.Z.Z.).

El cambio se habrá debido a muchas razones y se podría hacer un a modo de «arqueología de los sanfermines» ( la haré otro día), pero ha habido algunos hitos importantes que, al proyectar la fiesta más allá de los confines locales, la han homogeneizado y mercantilizado hasta el extremo. Uno de esos hitos fue no tanto la publicación como la lectura de la conocida novela de Ernest Hemingway- famoso escritor y turbio personaje- que presentó estas fiestas como una de las muestras de la lucha del hombre (así ,en masculino) contra la naturaleza ( en este caso bravía) que tanto le gustaban.

El otro fue el triunfo de la marca Kukuxumusu que, primero con camisetas y luego con todo tipo de cachivaches, reprodujo hasta la extenuación la tauromaquia pamplonesa elevándola a universal ( en este punto no me escondo: Mikel Urmeneta es primo mío, y le deseo mucho éxito en  KATUKI SAGUYAKI,su nuevo proyecto).

Volviendo hacia el coche para regresar a las Vascongadas, he visto,no obstante, una camiseta  aún más sorprendente que las de pega de «llevo-todo-el-vino-conmigo». En ella ponía en letras capitales: «LO QUE PASA EN PAMPLONA, QUEDA EN PAMPLONA». Y como a mí no me ha pasado nada, nada ha quedado de mí por allí.

(Otro sí, un comunicante me ha hecho saber que, a mediados de los sesenta, cuando todavía Pamplona era Pamplona y no Pamplona/Iruña y la Cruz Laureada de San Fernando- llamada por el populacho «la berza»- abrazaba el escudo de la  Navarra foral y española, en la llamada «cuesta de Beloso» apareció una gran pancarta el día 7 de julio que rezaba: «PAMPLONA, CIUDAD SIN LEY»… ¡ A saber qué película del oeste habían puesto el sábado anterior!)

 

 

The new soylent green

 

El amigo Patxi, ya conocido  en estas crónicas ciudadanas, me recomendó el otro día encendidamente que volviera a  ver  Cuando el destino nos alcance, una película de Richard Fleischer, de 1973, porque , según él, «el destino ya nos ha alcanzado».

Como yo tengo la mayor parte de mi disco duro grabado en los setenta ( sigo escuchando en la intimidad a Deed Purple) y cualquier sugerencia  sobre esa década me resulta siempre estimulante, la he vuelto a ver y he comprobado efectivamente que lo que allí se planteaba ( la existencia de un único alimento – el soylent green– fabricado para toda la humanidad conocida con los cadáveres de toda la humanidad desconocida, arrasados  campos y animales y  resecos los océanos) tiene en la actualidad un indudable valor metafórico.

Y si la metáfora de la caverna de Platón ( ver en la wikipedia si no suena) nos llevaría hoy a la televisión, la del soylent green nos coloca frente a smartfones y tablets por activa y por pasiva. Por activa, porque media humanidad los puede usar a costa de la explotación ( laboral) de la otra media – y el cálculo  es aproximado- y por pasiva, porque nos alimenta con el mejor alimento que es la representación de la realidad que más nos conviene y cuando nos conviene, evitando feed-backs inconvenientes o reciclándolos en motivo de  juego.

En una de las escenas finales de la película el malo-malísimo Edward G. Robinson, reconvertido en  el entrañable anciano Sol Roth, asume con normalidad su eutanasia en una habitación multimedia en  la que a los sones de música barroca, se proyectan imágenes de las montañas, los mares y los campos tal y como él los conoció en su infancia.

Quizá para algunos y algunas tan sólo quedan ya imágenes  y sonidos pregrabados y ni  por asomo se les ocurre que son representaciones (interesadas).Y luego, de pronto , un día se sorprenden ,como algunos niños, de que haya burros y vacas más allá de las pantallas.

(Escrito en una servilleta del Residence, mientras me tomaba un negroni perfecto –  que sólo tomo, dada mi edad, en ocasiones especiales)

El planeta de los simios

 

 

«Somos unos monos locos que a veces estamos un poco menos locos» me dice con contundencia, pero sonriendo, Koldo tras echar un trago de  su marianito en la terraza del Periflú.

La calle Ledesma está a tope. Siempre lo ha estado, pero desde que entró en vigor la normativa anti-tabaco, las terrazas han reanimado los bares para disfrute de los clientes y desasosiego ( supongo) de los vecinos.

Koldo es un viejo amigo que dejó su  casa familiar a los diecisete años ( por entonces la mayoría de edad estaba en los veintiuno) ante la perspectiva de un futuro penoso en la empresa familiar y a base de becas y horarios muy intensivos, estudió medicina y se especializó en psiquiatría. Tras un duro periodo de MIR, consiguió una plaza en el servicio de primeros episodios psicóticos y lo que me suele contar provoca en mí, alternativamente, que se me pongan los pelos de punta o una risa incontenible.

Lo de estudiar psiquiatría yo siempre lo he entendido en la medida en que él mismo quería ser su primer paciente pues su infancia estuvo atravesada por un padre autoritario que , a la primera de cambio, se quitaba el cinturón, y una madre  depresiva, dopada desde la treintena, que sobrevivía como un fantasma en el cuarto de estar. Pero supongo que muchas vocaciones de las denominadas profesiones más o menos liberales surgen de conflictos previos y de  los deseos consecuentes de conjurarlos.

» En este bar todavía saben hacer un vermouth como dios manda» dice Koldo sin que yo sepa muy bien si debo poner lo del dios con mayúscula o minúscula ( y la cosa no es para menos, pues una equivocación al respecto en algunos lugares de este nuestro universo mundo te puede hacer volar por los aires como en la escena final de El discreto encanto de la burguesía , de Luis Buñuel).Y yo asiento porque es verdad y me levanto para pedir  un plato de aceitunas ( preparadas, of course).

Jugando en los campus del desamor

Esti(balitz) no me quiere mirar a los ojos por mucho que su madre haya intentado que me salude desde que nos hemos encontrado. Está enfurruñada porque no quiere ir a no se qué pueblo de Huesca a  un «campus de verano».

Le pido una tortilla de patatas para romper el hielo – «¡Pero luego a comer de todo, que ya te conozco y también a tu tío!» interviene ( con escasa perspectiva) mi cuñada. El  atildado camarero del Iruña  trae mi óbolo y Esti sonríe por primera vez.

Mi cuñada se explaya aprovechando la conyuntura: » No sé que tiene de malo pasar un mes conociendo gente nueva en un lugar maravilloso, aprendiendo inglés y jugando al tenis que es lo que más le gusta». «A lo mejor lo que quiere es simplemente estar en casa con vosotros » digo yo como si no dijera nada.

Mientras veo cómo Esti devora su tortilla pienso en lo crudo que  lo tienen los niños y niñas de ahora. Pues no contentos los padres ( y madres) con que además de los estudios normalizados no tengan ni una tarde libre entre el inglés, el piano y – por ejemplo- el taekwondo ( del futbol mejor no hablar pues  el delirio llega hasta el punto de que  casi todos piensan que les  va a salir un Messi), les privan además del asueto de las vacaciones contraviniendo su etimolología . Y ya sabemos que cuando las palabras dejan de significar lo que significan es porque hay detrás intereses creados.

Yo, en mis clases de la universidad, explico que una de las funciones sociales que se ha incorporado recientemente  al sistema escolar es el estabulamiento de los estudiantes a fin de permitir el trabajo de los progenitores, pero considero que ésta es una función más y que no puede ser nunca la principal ni ha de ser ordenada o reforzada según la conveniencia .Al respecto ya hemos tenido la posibilidad de  conocer la propuesta de la administración cántabra de implantar una semana de vacaciones cada  siete de docencia, siguiendo los criterios europeos , y también la oportunidad de ver algunas reacciones:a juzgar por la defensa cerrada de sus  intereses particulares  por encima de los intereses de sus pupilos, alguna Asociación de Madres y Padres  (AMPA) debería ponerse una H al principio…

Esti  ha dado buena cuenta de su tortilla y se limpia la boca con una servilleta.Cabecea y sonríe de nuevo. En su mirada se atisba ya el primer signo de la resiliencia.

 

 

 

De Pisones y pisotones

 

 

Estoy sentado en la minúscula terraza del Bar Avenida, mordisqueando una de sus célebres «felipadas» y bebiendo, a pequeños sorbos, una caña. Espero a M. que tiene que terminar su bolo en la Alhóndiga-Iñaki Azkuna Zentroa en un cuarto de hora.

En lenguaje del nouveau roman, a dieciséis grados   y tres minutos por el oeste atisbo una sombra que se mueve con gestos compulsivos  en torno a lo que pudiera ser un teléfono móvil. Cada tres minutos arroja  impetuosamente una colilla  que cae junto a mi zapato izquierdo sin apagarse. Comprobado el ritmo del proceso,  a la tercera colilla  me veo en la obligación de apagarla , ya con un pisotón manifiesto, y  la sombra se eleva sobre mi y oigo un a modo de gruñido y , a continuación , pasos que se alejan. Recuerdo que una vez M. S-O. me recomendó un libro que todavía tengo pendiente de leer: Molestias del trato humano, de  Juan Crisóstomo de Olóriz.

Viene M. y le cuento el susedido. Sonríe por no reírse. » Es que te lo tomas todo demasiado a pecho. En vez de enfadarte por usar el cenicero grande y no ese pequeño que tiene sobre la mesa, deberías pensar  en la carga de trabajo – como se dice ahora- que  su expansiva actitud aporta al colectivo de trabajadores de la limpieza».

Hago una cambiada y le pregunto por su conferencia, charla o lo que sea (tenemos mutuamente prohibido acudir a las que da cada uno pane lucrando: así nos ahorramos esa frase fatal del «¿qué te ha parecido?» y podemos  mantener nuestra amistad.

Está satisfecho pues , según dice, ha conseguido que  al menos una persona haya decidido dejar de escribir. «Pero», le pregunto, «¿no habías venido a un taller de creación literaria?».»Así es, pero recuerda el  << Sumite materiam vestris, qui scribitis, aequam viribus…>> de la Epistola ad Pisones de Horacio». «Ya, ¿y en cristiano?» » Tome el que escribe asunto que no sea superior a sus fuerzas…»

Y yo me quedo pensando en cuántas veces nos metemos en asuntos que son excesivos para nuestras fuerzas, desde pincho-potes amistosos hasta deportes de no-riesgo: la próxima vez me guardaré y muy mucho de dar pisotones demasiado expresivos.

Calatrava pontifex

 

 

Que la mayoría de los poetas escribe para otros poetas y que la mayoría de los pintores pinta para otros pintores es hoy en día una obviedad por mucho que se sigan suscitando discusiones acerca de qué sea la cultura y de cuántos tipos  la hay. Pero cuando tenemos ante nosotros una obra de ingeniería o de arquitectura se suele traspasar una linea de sombra por cuanto a quienes las han realizado no les basta,  para su reconocimiento social, con un book con unas fotos muy monas o una audaz presentación prezi: es necesario que las obras demuestren además su utilidad.

Me viene todo esto a la cabeza mientras cruzo, con mucho cuidado, el Zubi Zuri diseñado por Santiago Calatrava. Calatrava es, en este sentido, un buen ejemplo del ingeniero-arquitecto metido a artista-escultor que se olvida de que es ingeniero- arquitecto. Pues en efecto,  el aludido puente, tras su inauguración hubo de ser sometido a numerosas reformas tanto para poder acceder al mismo ( ¡ increíble, pero sierto!) como para  evitar descalabros en días de  lluvia ( que como saben ustedes apenas si los hay en Bilbao). Reaccionó don Santiago jurídicamente y jurídicamente perdió. Otro sí ocurrió con su obra del aeropuerto de La Paloma de Loiu: al final se consiguió modificarla para  conseguir que  los viajeros  no recibieran una ducha  repentina en días de lluvia( que como saben ustedes apenas si los hay en Bilbao) al intentar, a saltos, bajar de la parada de taxis y entrar en la zona de «Salidas» y que , ya luego dentro,  no patinaran sobre el suelo irisado que «reflejaba  envolventemente la techumbre». Pero la lista de los fiascos del amigo Calatrava es largísima ( Palacio de las Artes Reina Sofia,  Valencia; Puente de la Constitución, Venecia; Puente del Alamillo, Sevilla…) hasta tal punto que la plebe ha acuñado la expresión «Calatrava-te-la clava».

¿De dónde viene, pues esta  pasión por tener «un Calatrava» (aunque sea a escala menor – pues siempre  juega  con las escalas- como el Itxas Aurre de Ondarroa)?

No lo sé…Como nunca me pude explicar porqué unos amigos míos, nuevos ricos a la sazón, tenían un dibujo de Picasso  junto al inodoro…

(Por cierto,  conozco a algunas gentes que escriben y pintan y que ya han pasado de la fase expresiva a la comprensiva…)

Una sesión ( cinematográfica) en el infierno

 

Acabo de salir del cine. De la película  no voy a hablar pues, aunque recomendada, me ha parecido un bodrio  más de esos que circulan entre lo que antes se consideraba engagé y una sensiblería tan de moda como infantil. En esta cuestión, como en tantas, no he podido traspasar la barrera de los años setenta- ¡ Ya quisiera alguien hacer algo parecido a Tarde de perros , de Sidney Lumet!.

No, voy a hablar de la sesión en cuanto que tal. Para ello, y en primer lugar, he de describir mi situación: sentado en el extremo de la fila 5 asiento 11, en una sala sin pasillo central, tenía por delante un grupo de veinteañeros que formaba , ya en la oscuridad, una barrera multicolor mientras tecleaban con ardor sus teléfonos móviles; por detrás, una cincuentona se abanicaba a ritmo de tendido de sol aunque yo más bien me había arropado ante el frío glacial habitual en estos recintos ; y a mi derecha , un señor bastante entrado en carnes deglutía sin cesar ( y ostentoreamente que hubiera dicho Don Jesús Gil y Gil ) más y más palomitas que sacaba sin descanso de una bolsa big-size.

Pues bien, pasados diez minutos de la proyección y teniendo en cuenta que era una pelicula en 3D, yo no alcanzaba a ver sino un 2D desvaído por lo que se me han ocurrido tres hipótesis: a) que mi nervio óptico se había dañado repentinamente; b) que las gafas que me habían dado ad hoc ( previo pago de 1 euro) no eran las adecuadas ; y c) que había algún  problema en la cabina. Descartadas las dos primeras hipótesis tras las oportunas averiguaciones, he decidido levantarme, y  ante la conmoción general y sucesiva, atravesar doce asientos para llegar al pasillo y alcanzar la salida.

Ya fuera, me he encontrado con un acomodador somnoliento al que le he contado mis cuitas. Se ha encogido de hombros, ha dado media vuelta y ha desaparecido tras una puertecilla en la que ponía «PRIVADO». Al cabo de unos minutos ha salido y ha dicho » Ya está».

He vuelto a la sala y a mi asiento.  Me he colocado las gafas y he comprobado que veía perfectamente. Por delante y por detrás , y a mi derecha  todo seguía igual. Y entonces he pensado…¿Toda esta gente hubiera sido capaz de tragarse  toda la película en ese 2D desvaído? Y he recordado a tantos dirigentes ( de familias, municipios y sindicatos) que con un gesto de  sufrida humildad suelen decir: «Esto es lo que hay».  Y me he dormido.

En tierra baldía

 

 

» He said, Marie, Marie, hold on tigh…»

Recuerdo estos versos de The Waste Land de T. S. Eliot, mientras camino por el paseo exterior de los Jardines de la Media Luna, contemplando el lento transcurrir del río Arga como si lo hiciera en la ronda de guardia de una alta fortaleza. «Él dijo, María, María, sujétate fuerte»

Y los recuerdo porque acabo de desayunar en el Niza con un amiga que me ha contado una historia que pone los pelos de punta. Al parecer, en el colegio ( o ikastola, o escuela, no me he aclarado muy bien) al que lleva  a su hija pequeña, varios niños de siete años han sido sancionados por » jugar  a ir a pegar a las chicas»…

Hubo un tiempo en el que algunos hombres (todavía no se les llamaba varones) llegaron a pensar que podrían construir un futuro diferente con algunas mujeres. Un futuro en el que el trabajo doméstico estaría  bien repartido y mejor acordado, en el  que  los permisos de maternidad se alternarían con los de paternidad, en el que que  las relaciones sexuales   se volverían un verdadero juego y dejarían de ser violaciones disfrazadas o bendecidas, en el que las sensibilidades no se diferenciarían  sino por las personas. En el que, en fin, junto a la reflexión de género  feminista, podría  haber otra realizada en paralelo por los hombres hasta donde se pudiera llegar… De entre las mujeres , se conocen  muchos y grandes nombres, desde Simone de Beauvoir hasta Lidia Falcón, pasando por Gretel Ammann , pero de entre los hombres, convertidos ya en varones,   todo lo más se cita a  Josep-Vicent  Marqués que  murió hace ya algunos años, dejando unas propuestas tan insólitas  como probablemente intempestivas.

Todo ésto ocurrió no hace mucho tiempo,pero   a la mayor parte de los veinteañeros de hoy,  a esos que constituyen el grueso de mis estudiantes,  les suena -como se decía antes-a música celestial. Lo cual no es de extrañar a la vista de la anécdota tan brutal y sexista que he comentado. ¿Estaremos sembrando, acaso, en una tierra baldía?

 

Ómnibus

 

 

Mi tía-abuela Teresa decía «voy a coger el ómnibus» para referirse al autobús La Veloz Sanguesina que unía Pamplona con la localidad navarra consiguiente. Hoy ya no se utiliza esta expresión, algo todavía «autobús», pero mayormente se suele  decir «bus», pensando muchos que es palabra anglosajona. Pero lo cierto es que » bus» es el fruto de sucesivas contracciones del original automóvil (que se mueve por sí mismo) – ómnibus (para todos), o sea un transporte colectivo ( y «el colectivo» le siguen llamando en algunos lugares de Centroamérica y Suramérica).

Yo tengo la costumbre , cuando tengo algún rato de asueto, de coger el primer autobús urbano que pasa por delante y dejar que me lleve hasta la última parada para, después , volver tranquilamente andando ( fuera de todo espíritu sportif) , contemplando el paisaje y el paisanaje. Es una forma práctica y aleatoria de conocer los barrios de cualquier ciudad ( ¡ y qué de  cosas se pueden descubrir  a poco que se levante la vista en cualquier calle!).

Hoy he cogido el 48, que iba hasta los topes, y han ocurrido dos situaciones muy curiosas, por no decir penosas. Sentados en medio del autobús iban dos adolescentes vestidos con ropa deportiva de cuyas camisetas podía deducirse que pertenecían al equipo de un colegio concertado de orientación religiosa. Apenas si levantaban la vista, enfrascados , como estaban, tecleando en sus smartfones. Pues bien, a mitad del viaje  ha subido una pareja de viejecitos, él con bastón y ella con un tic nervioso muy evidente. Nadie se ha levantado para ofrecerles su asiento. Y cuando un cincuentón que viajaba conmigo de pie les ha llamado la atención a los dos chavales, se han sobresaltado y , sin  hacer amago alguno de moverse, uno de ellos le ha respondido con una higa.

Otro sí, poco antes de la última parada, el autobús se ha detenido, el conductor  ha bajado cerrando todas las puertas y hemos estado un par de minutos encerrados hasta que ha aparecido el colega que le relevaba y que, por lo visto, llegaba tarde. Ha habido alguna que otra leve protesta y yo he recordado que ante  un epsiodio semejante hace ya un par de años presenté una queja ante el Ayuntamiento que se remitió a la empresa concesionaria que me remitió un escrito interesando vivamente por mis datos personales  y negando de plano el incidente.

Si todo esto puede ocurrir dentro de un autobús, es para ponerse a pensar qué puede estar pasando fuera ( en parte ya lo sabemos, a la vista de los resultados electorales).

En fin, que mi paseo de retorno  se ha visto hoy salpicado de emergencias cívicas incontrolables …¡ Qué le vamos a hacer!

Mi Fontana de Oro

 

 

Tan sólo suelo ralentizar mi paseo cotidiano cuando llego a la altura de una fuente pentagonal de doce caños situada en un extremo del Parque de Doña Casilda. No lo puedo evitar. Disminuyo el ritmo y cierro los ojos durante unos segundos para escuchar el murmullo del agua, que me parece el sonido más  puro que se puede llegar a oír.

Algo tiene el agua para que  en todas las culturas conocidas haya sido una figura tan relevante. En la nuestra, en la medida en que somos una civilización del desierto, monoteista y monotemática, el agua fue  el lugar sobre el  que se movía  el espirítu del dios único en el Génesis. Y en la medida en que somo una civilización de la pradera, ya los filósofos presocrátcos hablaron de ella como uno de los elementos fundamentales ( Tales de Mileto lo consideraba el origen de todo). Pero también en las civilizaciones del monzón, como China, el agua fue  y es una fuerza muy activa, como puede verse reflejado en los oráculos del Yi Ching.

Aún así ese agua ordenada que suponen las fuentes parece ser que fue traída a nuestros lares  por la cultura islámica, junto con los jardines y  sus arbolados. El éxito fue  definitivo y, más allá de su polisemia ( no hay más que pensar en la cantidad de veces que utilizamos la palabra fuente con diversos sentidos, pero todos en relación a su  etimología: manantial), ha  reververado entre  nosotros una y otra vez. Por poner  tan sólo dos ejemplos, es dificil olvidarse del baño de Anita Ekberg en la Fontana de Trevi ( La dolce vita, 1960, Federico Fellini) o,  de las intrigas que  emergen de La Fontana de Oro, primera obra de Benito Pérez Galdós en la que, por cierto, agentes liberales se infiltraban en las filas realistas para radicalizarlas  y , ante sus desmanes, presentarse como salvadores de la Patria ( ¿ te suena  a algo todo esto, querido/a lector/a?. Piensa y acertarás)

Pero en fin, escuchar el murmullo de cualquier fuente, consigue, justamente, que no divaguemos sobre nada de todo  lo anterior, sino que nos dejemos llevar hacia algún momento en el que el lenguaje  no era en modo alguno necesario para la vida.

P.D. Una curiosidad: ¿cuál es tu Fontana de Oro?