Refinada enseñanza


Con qué regocijo contemplamos todos la inusitada escena internacional en la que la todopoderosa petrolera británica BP acudió cabizbaja a capítulo a La Casa Blanca ante Obama, para sin miramiento alguno, ni necesidad de juicios técnicos, recibir una soberana reprimenda de cómo, cuándo y cuánto debían poner de su parte para hacer frente a su responsabilidad en la catástrofe medioambiental generada en aguas del Golfo de México, sugerencia que fue aceptada sin chistar por sus compungidos directivos.

Porque lo normal, con estas Gigantes Compañías que detrás tienen a las más grandes potencias criminales del Planeta, es que suceda lo que le está sucediendo a nuestro Gobierno, que tras seis años de denuncias y reclamaciones solicitando una indemnización de unos 750 millones de euros, un Tribunal federal de Nueva York desestime por segunda vez la demanda interpuesta por España ante la Empresa estadounidense ABS por su directa responsabilidad en el accidente del Prestige cuyos desastrosos efectos económicos y ecológicos para nuestro territorio se han cuantificado en no menos de 2.000 millones de euros, por haber dado su visto bueno necesario para el transporte de aquellas 80.000 toneladas de fuel en un anticuado petrolero monocasco de máximo riesgo.
A decir verdad, la normalidad es un poquito más desagradable…Todavía nos viene a la memoria la ejecución instigada en 1995 por la Petrolera Shell, del escritor Ken Saro-Wiwa junto a otros ocho compañeros de lucha en favor del Pueblo Ogoni a manos de la dictadura de Nigeria, para continuar sin trabas su sucio negocio genocida en aquellas tierras, bien lejos de su pulcra metrópoli Holanda y de nuestras gasolineras con sus sangrientas conchas amarillas iluminadas.
España, y con ella todas las provincias intermedias europeas, debe aprender la lección de estos tres ejemplos, decidiéndose de una vez por la Unión y dejarse de particularismos que nos debilitan ante posibles víctimas y verdugos: primero, para tener el mismo poder de convicción que el demostrado por los EEUU a la hora de hacer valer nuestros derechos ante las Grandes compañías cuya autonomía, influencia y presencia se parece cada vez más peligrosamente al de los Estados hostiles; segundo, para evitar lo que le ha pasado a Gran Bretaña, que ni se ha atrevido a defender los intereses de su empresa ante el Gigante Estadounidense; y tercero, por qué no, para explotar sin miedo, ni prejuicios, a otros pueblos más débiles a los que poder sustraer toda su riqueza a la vez que sumirles en la miseria y la dependencia. En este sentido, son encomiables los enormes esfuerzos realizados por Repsol YPF en toda Latinoamérica. Pero nos queda mucho que aprender.

REFINADA ENSEÑANZA

Con qué regocijo contemplamos todos la inusitada escena internacional en la que la todopoderosa petrolera británica BP acudió cabizbaja a capítulo a La Casa Blanca ante Obama, para sin miramiento alguno, ni necesidad de juicios técnicos, recibir una soberana reprimenda de cómo, cuándo y cuánto debían poner de su parte para hacer frente a su responsabilidad en la catástrofe medioambiental generada en aguas del Golfo de México, sugerencia que fue aceptada sin chistar por sus compungidos directivos. Porque lo normal, con estas Gigantes Compañías que detrás tienen a las más grandes potencias criminales del Planeta, es que suceda lo que le está sucediendo a nuestro Gobierno, que tras seis años de denuncias y reclamaciones solicitando una indemnización de unos 750 millones de euros, un Tribunal federal de Nueva York desestime por segunda vez la demanda interpuesta por España ante la Empresa estadounidense ABS por su directa responsabilidad en el accidente del Prestige cuyos desastrosos efectos económicos y ecológicos para nuestro territorio se han cuantificado en no menos de 2.000 millones de euros, por haber dado su visto bueno necesario para el transporte de aquellas 80.000 toneladas de fuel en un anticuado petrolero monocasco de máximo riesgo.

A decir verdad, la normalidad es un poquito más desagradable…Todavía nos viene a la memoria la ejecución instigada en 1995 por la Petrolera Shell, del escritor Ken Saro-Wiwa junto a otros ocho compañeros de lucha en favor del Pueblo Ogoni a manos de la dictadura de Nigeria, para continuar sin trabas su sucio negocio genocida en aquellas tierras, bien lejos de su pulcra metrópoli Holanda y de nuestras gasolineras con sus sangrientas conchas amarillas iluminadas.

España, y con ella todas las provincias intermedias europeas, debe aprender la lección de estos tres ejemplos, decidiéndose de una vez por la Unión y dejarse de particularismos que nos debilitan ante posibles víctimas y verdugos: primero, para tener el mismo poder de convicción que el demostrado por los EEUU a la hora de hacer valer nuestros derechos ante las Grandes compañías cuya autonomía, influencia y presencia se parece cada vez más peligrosamente al de los Estados hostiles; segundo, para evitar lo que le ha pasado a Gran Bretaña, que ni se ha atrevido a defender los intereses de su empresa ante el Gigante Estadounidense; y tercero, por qué no, para explotar sin miedo, ni prejuicios, a otros pueblos más débiles a los que poder sustraer toda su riqueza a la vez que sumirles en la miseria y la dependencia. En este sentido, son encomiables los enormes esfuerzos realizados por Repsol YPF en toda Latinoamérica. Pero nos queda mucho que aprender.

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