Los expertos en sostenibilidad sostienen que, su disciplina sustentó sus primeros pasos, bien con el arte musical dónde el uso de sostenidos remite a aumentar un semitono la nota natural, bien al arte femenino de aumentar de tono su natural atractivo por medio del sostén. En cualquier caso, no son pocos quienes hoy se ganan el sustento proclamando sostenible cuanto pillan a mano.
Cuando se empezó a hablar de desarrollo sostenible, pronto se percibió el enorme atractivo de este adjetivo que puede adjuntarse casi a cualquier otro término cuya presencia políticamente correcta haya entrado en crisis en cualquier esfera humana en la que nos hallemos. Así fue como en un brete, se empleó el feliz comodín para dar un balón de oxígeno a toda suerte de conceptos maltrechos mediáticamente ante una opinión pública que sin embargo no dada con el remplazo adecuado, de modo que asistimos a una explosión cámbrica de la sostenibilidad, poniéndose de moda especular sobre la economía sostenible, mercado sostenible, consumo sostenible, capitalismo sostenible…sobre los que ahora se sustentaba el Estado del bienestar ¿Adivinan? sostenible, dónde se comenzaría a cuestionar la sanidad sostenible, la educación sostenible, el sistema de pensiones sostenible…De este sencillo modo la misma sostenibilidad sirvió para de una parte alargar la vida de eufemismos caducos odiados en el alma por la ciudadanía que estaban a punto de espirar en su utilidad manipuladora y de otra, para ensombrecer la nobleza de aquellos otros conceptos que la población amaba con todo su corazón, sembrándoles el virus de la duda sobre su viabilidad.
Ya nada sería lo mismo. La realidad se desdibujaba por momentos, propiciando el abono para un triunfante idealismo que jamás sospechó hallarse en una igual. Al tiempo que todo se transformaba en virtual, la residual realidad conceptual persistente, daba signos de resquebrajarse bajo los pies: Agricultura, innovación, gastronomía, turismo, movilidad, servicios públicos, arte, cultura, vida…¡Todo se apuntó a la moda de la sostenibilidad! Bueno. Todo no.
Un pequeño número de vocablos irreductibles, se resisten ferozmente a verse acompañadas por el aludido nefasto modismo. Pocos articulistas se atreven a escribir sobre impuestos sostenibles, ni ejércitos sostenibles, o paro sostenible; Por eso nadie lee sobre urbanismo sostenible, dinero sostenible o trabajo sostenible; Tampoco los tertulianos hablan de armamento sostenible, seguridad sostenible, cárceles sostenibles, o subvenciones sostenibles; Por lo que rara vez oímos hablar de industria automovilística sostenible, política de patentes sostenible, políticos sostenibles, monarquía sostenible, ayuntamientos, diputaciones, gobiernos, bancos, democracia y toda la propaganda que nos hacen tragar al punto de no cuestionarse su sostenibilidad. Porque añadirles la voz sostenible a dichas palabrejas, recordaría al respetable que, el adjetivo que mejor les acompaña es el de “Soportable”.
Es posible entonces que, la sostenibilidad sea insostenible, cuando la misma se sustenta en quienes se ocupan de mantenerla artificialmente haciéndola insoportable.