Mercancía, capital y confianza

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Cuando parecía que Europa se convertiría sin remedio en un Supermercado común en el que sus ciudadanos perderían tan abstracta condición en beneficio de un material estatus consumidor, resulta que, en lo que se ha transformado, es en una confederación de casinos financieros donde rigen las mismas reglas que en el Principado de Mónaco, es decir, dónde ya no se produce riqueza material alguna, sólo se especula con ella en una trucada ruleta en la que la Banca siempre gana y el resto pierde lo poco que le queda.

Pasada la época de los trueques cuyos riesgos fueron tratados en el famoso cuento de los hermanos Grimm “Hans con suerte” Marx diferenció acertadamente entre el ciclo que se iniciaba con una Mercancía M que vendida aportaba un Capital C el cual se reinvertía en más Mercancía de cuyo recorrido MCM, aunque de modo desigual toda la sociedad se beneficiaba por el aumento paulatino de bienes materiales con el parejo confort de la población y aquel otro que, arrancaba de un Capital que se invertía en una Mercancía para obtener más Capital, de cuyo trasiego CMC, generalmente nada bueno se sigue dado que la sustracción continuada de Capital de la circulación depauperaba la presión del flujo financiero necesario para sostener la economía de Mercado mientras aumentaba la especulación y el riesgo de colapso con la consiguiente crisis económica de la que muchos se ven afectados y muy pocos beneficiados.

Pero lo que no pudo imaginar Marx, es que, llegaría un día en que aquella situación denunciada entre MCM y CMC se diluyera, no por la llegada al poder de una vanguardia intelectual comunista que impusiera una Dictadura del Proletariado capaz de instaurar el Socialismo y la igualdad social, sino por el propio Capital que ha logrado espiritualizarse en la denominada “confianza” c, de modo que hoy ya no es preciso contar ni con Mercancía ni con Capital, para triunfar en los negocios, basta tener “c” que a diferencia de la velocidad de la luz descubierta por Einstein no tenía la propiedad de ser constante, sino padecer el Principio de Incertidumbre de Heisenberg.

Así es. En la actualidad, Occidente si algo produce es Nada. Y ya lo decía Heidegger “La Nada nidifica” de modo que vemos como nuestra actividad económica que paso del sector Primario al Secundario y del Secundario al Terciario, le toca sublimarse esfumándose ante nuestros ojos sin que podamos evitarlo dado que es muy difícil retener la Nada. ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Mientras CMC discurría en los conocidos ciclos capitalistas describiendo sus típicos dientes de sierra cuyos altibajos nos hacían disfrutar de sus elevadas cumbres viviendo esperanzados con volver a subir mientras transitábamos sus profundos valles repletos de oportunidades para realizar el Sueño Americano, reproduciendo en la economía el armonioso kaos de la Naturaleza con el advenimiento de sorpresivas tormentas y elegantes Arco Iris, digamos que, mal que bien, aquello funcionó en la medida en que tenía, aunque transitorio y mediado, cierto contenido material en forma de M que soportaba el desenvolvimiento histórico basado en la Tesis-Antítesis-Síntesis que se suponía llevaba aparejado el final feliz en el Tiempo lineal histórico introducido en nuestras mentes por la Tradición Judeocristiana, y por si acaso la Fe no bastaba, nacieron las Compañías aseguradoras de Negocios, Capitales y sobre todo Mercancías.

Pero aquella M fue perdiendo toda su consistencia, según fue imponiéndose un criterio necesario para el Comercio cuál es la “confianza” pero no para el Mercado que requiere algo más que confianza. Necesita Realidad en forma de Mercancías con las que comerciar. Porque la confianza puede depositarse en la honestidad del vendedor que no te escamoteará en el peso, en el comprador que no escapará con el producto sin pagar, en la moneda que no sea falsa o depreciará en breve, en la calidad de lo adquirido, hasta en la Marca que para eso nació…pero la confianza ni compra, ni vende, tampoco sirve como moneda y menos aún de mercancía, por consiguiente, una economía basada en la confianza tiene más probabilidades de precipitarse al vacío que aquel que agarrado a una rama le pedía a Dios que le enviara dos Ángeles para salvarle en su caída.

El vacuo manejo financiero de la confianza ha permitido funcionar al Sistema al margen de la Producción y de las Mercancías con los denominados Patrones Plata, Oro, Monedas fuertes, etc. Sin embargo, cuando la confianza se extendió a cualquier operación, el resultado ha sido catastrófico pues según la confianza se convertía en garante de las garantías, el riesgo de volatilidad aumentaba exponencialmente al invertir el proceso por el cual la confianza nacía de la Acción, siendo ahora la Acción la que dependía de la confianza. Antes tanto MCM como CMC generaban una c sea cM confianza en la Mercancía, sea cC confianza en el Capital, siendo c siempre una variable y nunca una constante que dependía en todo caso de M o C particular. En cambio, ahora, la c constante permite que toda M y todo C pueda operar indistintamente de su Realidad, llegándose a la situación actual de que es posible comprar y vender, ganar y perder, sin M y sin C. Basta y sobra contar con c. Así de etéreo es el Sistema financiero al que confiamos nuestras vidas.

Mientras hubo empresarios que contando con una Mercancía la vendían para transformarla en un Capital que reinvertía en otra Mercancía o en el peor de los casos, mientras hubo capitalistas que invertían su Capital en Mercancías confiando en que los anteriores hicieran lo que mejor sabían hacer para así obtener más Capital, en último término, los dos procesos descansaban en las Mercancías y los Capitales se transformaban en Producción, con esta idea nacieron los Bancos la de acumular Capital para impulsar la actividad empresarial. Por el contrario hoy sucede que el Capital se ha sustituido por confianza, y la Mercancía por especulación, de modo que ahora sólo podemos optar a Especular con la confianza para obtener más Especulación EcE o confiar en la Especulación que nos dará más confianza cEc, porque ya nadie opera con Mercancías y Capitales reales, sino con su virtualidad en la confianza de que hay algo que vender y alguien que desea comprar.

Fue así y sólo así como pudo haber gente que ganase fortunas con sólo llamar por teléfono y hacer un click en el ordenador en la especulación tradicional: Un supuesto inversor compra por x una supuesta cosecha de arroz en Asía a alguien que supuestamente se la vende por dicha x. Ello sucede en un Tiempo dado. Mientras dicho Tiempo transcurre el vendedor adquiere de verdad la cosecha por la mitad de x al tiempo que el comprador la vende por el doble de x. La diferencia que hay entre lo que gana el verdadero productor de la cosecha y lo que paga el verdadero consumidor se la quedan aquellos que han invertido en confianza en esos segundos que hay entre la llamada y el click del ordenador, cosa que hacen sin Mercancía y sin Capital. Ellos se enriquecen y nosotros nos empobrecemos.

Pues bien, la especulación también se ha refinado permitiendo operar en el Casino financiero – me resisto a llamarlo Mercado- no sobre mercancías reales o monedas de países como era inevitable hasta hace unos años; Ahora se puede especular sobre la confianza en los Mercados, la confianza en los Gobiernos, la confianza en el Capital…de modo que es posible que en breve toda nuestra riqueza se reduzca a una desmesurada confianza que, ¡confiemos! nos dé para comer, vestir y sobrevivir, en el desierto económico en que se va a convertir todo Occidente sin empresas ni trabajadores, sin materias primas ni manufacturas, sin producción, sin cuota de mercado, sin consumidores con poder adquisitivo…aunque me temo, mejor haríamos en rezar para que nos llegue el maná del cielo.

Un comentario en «Mercancía, capital y confianza»

  1. La confianza es el lubricante de la economía moderna. El mismo dinero, que tantos quebraderos de cabeza nos produce, no es otra cosa que una representación cuantitativa de la confianza vestida ya sea con ropaje de papel, de metal o electrónico. Por eso, como todo valor la confianza sufre fluctuaciones.
    Pero estamos hablando de valor y nos metemos en terreno muy resbaladizo. Marx pensaba que las mercancías poseían un valor intrínseco y que , en principio era posible determinar. Asimismo era de la opinión de que en promedio se vendían por su valor.Tal vez por esta razón en la URSS tenían una oficina dedicada en exclusiva a calcular y fijar los precios de los diferentes artículos.
    Cuando compramos una mercancía (para vender , no para consumir), compramos una confianza asociada a la misma: una confianza de que será vendida, de que permanecerá intacta en nuestros almacenes durante cierto tiempo, de que nuevas legiones de clientes la demandarán una y otra vez.
    No hay nada más incierto que el futuro. La confianza siempre se proyecta hacia el futuro. Por este motivo , debido a que a los bienes y servicios no se les puede despojar de ese componente de confianza asociado a su valor, nunca sabremos el justo valor y el justo precio de, digamos una taza de café. Razón tenía algún teólogo de la escuela de Salamanca al afirmar que el verdadero valor de un bien sólo Dios lo sabe. Esto parecen conocerlo muy bien los yanquis ,ya que han puesto en sus monedas: In God we trust.

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