Con el término de atonía, los antiguos griegos buscaban captar ese significado que concierne a la falta de tono, vigor, energía, allí donde, en principio, habría de hallarse su presencia, como por ejemplo en un músculo sano. Acostumbrados como hemos estado a dejar en manos extrañas asuntos de nuestra entera competencia, entiendase ayudar a un vecino necesitado, sumar el hombro en la extinción de un incendio, preocuparnos de mantener el entorno limpio y saludable, velar por la seguridad de los nuestros, colaborar solidariamente para que un familiar pueda dotarse de una casa, ayudar a un amigo a poner un negocio…damos por hecho de que de ello se ocuparan gentes anónimas a través de organismos oficiales, instituciones varias, oenegés y toda estructura que ajena al individuo se presta a suplantar el caos voluntarioso de las partes en aras de una teórica mejor solvencia planificada desapasionada que ofrecen realidades suprapersonales como el Departamento de Bienestar Social, la aseguradora, la policía, tal o cual ONG, e incluso el Banco, ¡que clama al cielo! de modo que, entre la voluntad de los individuos y la proliferación de estos entes que se ocupan de coordinar dicha voluntad primigenia, hoy en día, se da una relación inversamente proporcional, pues la implicación de un sujeto en la consecución de un bien común o en su disposición a la ayuda mutua tiene mucho que ver con su particular impresión y conocimiento de saberse necesario o preferente para la comisión de dicha tarea o en su defecto vulnerable a la circunstancia que le acontece a sus semejantes – de ahí que nos topemos con la gente más solidaria entre quienes menos tienen- por lo que el exceso en la delegación de nuestras funciones y capacidades a realidades abstractas constituidas en el mejor de los casos por sujetos anónimos que siquiera su esfuerzo puede servir de ejemplo por realizarse también de modo marginal, discriminado, a veces oculto y en ocasiones extremadamente especializado, finalmente acaba por anular nuestra natural forma de interactuar con el mundo de una forma directa e implicativa, donde la relación causa-efecto del comportamiento particular sea activo o pasivo nos permite aprender de la experiencia, que sin embargo se diluye mediada en los casos anteriores, de los cuales se supone, nosotros, las personas individuales, los ciudadanos, somos por voluntad libre principios constitutivos, ofreciéndonos como medios para desarrollar su proyecto y también somos el fin a donde se dirige el esfuerzo de la colectividad, en cambio, sucede que la mayoría de los individuos confiados en que hay estructuras suprapersonales que saben hacer las cosas mejor que ellos, empiezan a combinar la igual de natural tendencia al mínimo esfuerzo con la insignificancia que representa su singular aportación en los problemas que le atañen a él y a su comunidad, de modo que emerge un placentero estado de atonía social terriblemente extendido: la gente ha dejado de reprender a los jóvenes en la calle, corrigiéndoles su mal comportamiento, porque para educarles ya están la familia y el colegio; nadie se ocupa de mantener limpias las aceras aledañas a su portal, pasamos junto a las latas de cerveza y bolsas de patatas fritas en el parque como si no existieran, a lo sumo el más esforzado de entre nosotros las aparta de su vista con una patada que desplaza el problema unos centímetros pero no lo soluciona, por que para eso está el ayuntamiento y su brigada de limpieza; somos muy capaces de pasear tranquilamente entre personas tendidas literalmente en el suelo de la calle muertas de hambre y frío, mientras disfrutamos de una alegre tarde de Domingo, porque para atenderles hay infinidad de Oenegés; Y así con todo. Es más…la mayoría cree que ya hace suficiente con votar y pagar impuestos. ¡Craso error!
Tan manida está la palabra Sociedad que parece representar algo que no requiere de personas para subsistir. Ciertamente, la Sociedad puede estudiarse por separado de los ciudadanos que la integran como hace la Sociología, pues yo también comparto, que el Todo es mayor que las partes y que de su confluencia emergen cualidades distintas a las que puedan observarse en cada uno de sus miembros por separado. Pero aún así, toda Sociedad, incluidas las Limitadas, Anónimas, Fiscales, y Clandestinas, precisan de entidad real y correlato justificador de su existencia, de igual modo que no hay especies sin individuos, salvo en los libros de biología. Pues bien, si los miembros que integran una Sociedad como la nuestra, dejan de ejercitar las capacidades que le facultan para intervenir en sus asuntos de modo directo, y confía las mismas por delegación en un tercero especializado de presencia cada vez más distanciada, tarde o temprano sucederá que dicha capacidad más que delegada, se verá atrofiada, pues como la fuerza muscular, esta desaparecerá por falta de ejercicio. Momento histórico, en el que la Tiranía será recibida entre la aclamación popular que les salvará de tomar decisiones particulares por mucho tiempo.
Haces hoy una acertada descripción de uno de los males más preocupantes que aquejan a las sociedades occidentales: la atonía social. Este síndrome se presenta con mayor frecuencia en sociedades de consumo y su síntoma más claro es el entontecimiento o abobamiento generalizado del cuerpo social,que anestesiado por una serie de acciones gubernamentales, institucionales y de los medios de comunicación , pierde la capacidad de reacción ante abusos, atropellos y desafueros. Parece que el individuo se ha disuelto totalmente en el líquido social y que su valor sólo se puede medir a través de las asociaciones o instituciones en las que está integrado.
Esta atonía social no es nueva. Ya fue percibida por dictadores como Hitler, que pensaba que las democracias occidentales no presentarían resistencia ante sus planes, debido a esta especie de sopor social. Estuvo a punto de tener razón. Visto el actual estado de cosas , hagamos votos para que a nadie se le ocurra tratar de aprovecharse y acabar con las libertades o pseudolibertades que aún nos quedan.