Normalmente me avergüenzo profundamente de la sangre judía que corre por mis venas ante la reiterada impostura que supone el Estado de Israel, sin tener por qué, pues una cosa es el eminente pueblo Hebreo que tantos genios ha dado a la entera humanidad y otra muy distinta, el Sionismo cuyos fundamentos ideológicos son muy similares al Nacional Socialismo Racial de la Alemania Nazi y que va camino de igualar sus éxitos genocidas. Por eso, para una vez que puedo elogiar algo que proceda de este Santo y sufrido lugar, de su gobierno bipolar Demócrata-Dictatorial, no es cuestión de desaprovechar la ocasión.
Como a cualquier otro pueblo de la Tierra, a los Judíos, les encanta sentirse el ombligo del mundo, el centro de atención del devenir histórico, etc. Por ello, se autoproclamaron el Pueblo Elegido, aunque no pocas veces abnegaron de dicho privilegio deseando que Dios se hubiese fijado en otros. Con todo, ello favoreció la división del entero género humano en dos esferas bien separadas: Ellos pocos escogidos queridos por Dios y…el resto de nosotros a quienes nos dicen despectivamente Gentiles, como los Gitanos – En mi opinión la Decimotercera tribu perdida de Israel- nos llaman payos, los Reyes hablan de Plebeyos, los políticos se refieren a los votantes, las multinacionales a los clientes y yo, os digo escoria. Pues bien, como cualquier otra sociedad, los hijos de Israel con sus ocultas miserias y exageradas proezas, bien es verdad que entre si, gozan acaso por su dilatada diáspora, de un sentimiento de unidad superior al del resto de colectivos, cualidad que en fechas contemporáneas se ha traducido en lazos de solidaridad interna más firmes y una tradición democrática menos formal y más consistente que en el resto de Occidente, cosa que desde sus inicios los partidarios de la existencia de un Estado Sionista esgrimen como positivo patrimonio a computar en su haber y que a tenor de los hechos, parece ser cierto, en la misma medida en que lo fuera la democracia ateniense, o sea, sin atender los pequeños detalles que la afean, cuando aquellos la inmensa población esclava y ahora los palestinos.
Pero hoy toca alabar el gran ejemplo que estos malos judíos han dado al mundo entero, en cuanto al verdadero funcionamiento de la Democracia se refiere. Ya en el 2006, Moshe Katsav, a la sazón Presidente de Israel, se vio forzado a dimitir de su cargo ante la aceptación a trámite por parte de los tribunales de la denuncia por violación presentada por una subordinada suya. Menos de cuatro años después, el pasado jueves, la justicia israelí le ha declarado culpable al considerar probado que, valiéndose de su posición mientras fue ministro de Turismo, violó a su subordinada en 1998 en dos ocasiones: la primera en la misma oficina del Ministerio y la segunda, en un hotel de Jerusalén, por lo que en cualquier caso, la sentencia, supondrá el ingreso en la cárcel del ex Presidente de Israel entre un mínimo de 4 y un máximo de 16 años.
La reacción, también ejemplar, del actual Primer Ministro, Netanyahu, no se ha hecho esperar, al margen de cuál pueda ser la sentencia y de los recursos presentados por Katsav. En palabras suyas, «El tribunal ha transmitido dos mensajes muy claros: que todos somos iguales ante la ley y que cada mujer tiene los derechos exclusivos sobre su cuerpo» El Tribunal ya le ha retirado el pasaporte, y en breve, el Estado de Israel, le despojará de todos los beneficios que le corresponden por el anterior desempeño de sus cargo durante dos legislaturas. Por una vez…me gustaría ser israelí.
Ahora, sólo nos queda esperar que Israel no se quede en dar ejemplo a los gentiles y comparta la defensa de los derechos fundamentales y los valores democráticos con sus vecinos, de la misma manera en como San Pablo extendió el Evangelio más allá de sus fronteras cuando otros todavía querían quedarse la Palabra de Dios, en exclusividad.
Cuando a los ciudadanos de Israel se les pase el miedo a ser arrojados al mar, puede ser que aumente su tendencia a propagar los valores democráticos entre sus vecinos. Lo que sucede es que muchos de estos vecinos no sienten mucho apego por unos valores que consideran propios de los cruzados cristianos. Sueñan con califatos medievales restaurados o con dictadores que les quiten su complejo de inferioridad ante un occidente para ellos satánico.