Soy. Soy. Soy. ¡¡Soyyyyy!!…
pero soy mortal.
Preferiría no haber sido.
No haber existido.
No tener entidad.
No estar en la realidad.
Quedarme en la más absoluta de las nadas…
nada a la que fatalmente voy a terminar.
No hay escapatoria.
No hay alternativa. No hay solución.
No hay salvación.
Muerte y destrucción es lo que me espera.
Me exaspera y desespera saberme para la corrupción,
putrefacción, disolución, aniquilación y desaparición.
Todo está perdido y no hay nada que hacer.
Maldigo mi presente.
Maldigo mi existencia.
Maldigo mi estado y condición.
Maldigo mi ser….
¿De qué sirve la conciencia si no evita el sufrimiento?
¿De qué sirve el conocimiento si no ahuyenta al miedo,
al pánico, al pavor, al horror y al terror que yo siento?
Todo esto padezco.
¿A qué tanta libertad?
¿A qué tanta voluntad, si somos reos de muerte
que no podemos siquiera vislumbrar la eternidad?…
¿Qué identidad es esa que se borra con el tiempo,
es fugaz, falaz, efímera, volátil, toda ella vanidad.?
Soy capaz de admirar la armonía,
de gozar la simetría, sublimar la belleza,
de escuchar poesía, música y sinfonía
de un firmamento sin igual,
soy capaz de pensar,
soy capaz de pensar pensamientos,
de sentir sentimientos, soy capaz de respetar,
de amar, de soñar, de creer y de rezar
y aun así, elegiría ser inerte,
quieto, inanimado, antes de conocer mi estado
y mi destino
pues aunque soy heredero de la evolución de mi especie,
de cultura, historia y civilización…
aunque estoy dotado de ciencia, religión,
técnica y filosofía,
aunque conduzca mis pasos con ética costumbre,
tradición y moral
nada de ello evita que sea hombre limitado y contingente,
fenómeno natural que obedece las leyes de la física
viendo pasar los días hacia su trágico final,
su total ausencia
sin la menor trascendencia
ni físico
ni psíquica
ni conceptual
ni espiritual.
Está muy bien