Si ya me parecía absurdo traer y llevar todos los días, todos los libros de clase a casa y de casa a clase, que vamos a decir ahora que todo cabe en un Lápiz de memoria o si se desea en un libro electrónico….Detrás de esta estupidez, están los fabricantes de mochilas, los masajistas de espalda, y las grandes editoriales que untan a todos los escalafones del sistema indocente, como hacen las farmacéuticas con el sistema de insalud. Además he comprobado que aunque todos los años, curso sí, curso también, el profesorado cómplice impone comprar los libros de texto de su materia de una determinada editorial contraviniendo las leyes del libre mercado, estos se usan poco o nada en el aula durante el periodo lectivo, porque por lo general son tan sumamente malos que no sirven ni al alumno ni al profesor, únicamente al que se forra vendiéndolos. Y los que por desidia o negligencia del educador, lamentablemente se acaban usando, son perjudiciales para la formación dado que tienen los resúmenes hechos, las palabras clave en negrita, etc, contribuyendo con ello a idiotizar más si cabe al alumnado por si alguno salía indemne de Primaria. Por lo que haríamos bien en dejar de llamarlos “Libros de texto” y empezar a conocerlos como “Libros Pretexto”, en el sentido de que sirven de pretexto para el enriquecimiento de pocos y el adoctrinamiento de muchos.
Si la capacitación profesional del docente se mide en relación inversamente proporcional al número de ejercicios que manda a sus alumnos de tarea para casa, la calidad educativa de los colegios depende igualmente del número de “libros pretexto” que el alumnado ha de adquirir por su cuenta, pues ello es síntoma de su deficiencia a ese respecto, dado que un centro educativo bien equipado para dar clase prescindirá en lo posible de endosar un gasto innecesario a su alumnado y preferirá que las familias dediquen su presupuesto a la formación extra académica de sus vástagos.
Pero como la gente es tonta en las cuatro terceras partes del total, pese a la queja generalizada por el gasto que ello supone, en su fuero interno se mantiene la creencia de que, con cuantos más libros de texto entre en contacto su chaval, más sabio les sale el niño ¡o al menos lo aparenta! en una sociedad que compra los ejemplares a peso, los lee de oídas y los respeta según el número de páginas que contiene, de modo que ¡Por libros que no quede! De ahí que todos tengamos la Biblia y la Guía telefónica en casa. Menos mal, que la mayoría democrática del país, nunca ha tenido en sus manos el texto constitucional, pues si a la grandilocuencia del nombre le sumamos como su solemne pronunciamiento llena la boca de los representantes públicos, lo suyo sería que ocupara en la estantería un espacio no menor que El Quijote, cuando la realidad es que no da ni para fumarse un buen puro, duro contraste que a más de uno le haría desconfiar de sus virtuales ventajas sociales por no caber en sus escasas hojas.
Sea como fuere, el caso es que de un tiempo a esta parte, los conocimientos humanos varían a una velocidad que lo aprendido por el hermano mayor ya no le aprovecha al menor y menos aún al vecino. En consecuencia, el libro de matemáticas necesita ponerse al día para que su aprendizaje no quede obsoleto, no vaya a ser que se descubra el último decimal de Pi durante el curso; el Atlas de Geografía precisa también su revisión como lo demuestra la película de aquel hombre que subió una colina y bajó de una montaña, pues así como en astronomía Plutón ha dejado de ser un planeta del sistema solar, ¿quién nos asegura que durante la tercera evaluación el Everest no encoje o aparece un nuevo lago en mitad del Sahara? Tampoco los libros de ciencia se libran pese a presentar su sabiduría como atemporal y repleta de constantes universales; ya vimos que la Relatividad de Einstein dejó en la cuneta a Newton y la Mecánica Cuántica hizo lo mismo con Einstein. Y eso puede ocurrir ahora mismo y sin previo aviso por lo que vuestros hijos han de estar al día de lo que se está investigando en el CERN y el LHT; En este orden de cosas, la Historia avanza hacia el pasado que es una barbaridad y está en constante cambio. Por ejemplo, hace unos años, Hitler era malísimo, ahora ya es uno más, en dos décadas se le asimilará a Napoleón y quién sabe si acabará siendo venerado por Israel, o América se descubre que fue descubierta por los americanos; Y por supuesto, ¡cómo olvidarnos! Lo que siempre necesita una actualización vital, es el diccionario, ese libro gordo ordenado alfabéticamente como la Guía telefónica, pero sin números. Imagínense que antes, los hindúes eran para mi los practicantes del Hinduismo y ahora resulta que son todos los nacidos en la India que para mi asombro, sigue donde la dejé hace treinta años.