Cara a cara

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Cara, en sentido económico, nos sale la pantomima del cara a cara entendida como frente a frente, que el próximo 7 de Noviembre las dos erres del entretenimiento dialéctico – Rajoy versus Rubalcaba – van a solventar en la sede de la Academia de Tele Visión (ATV) que bien podría haberla acogido igualmente la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) ante la que estos dos caritas de bronce nos tienen preparado tras las elecciones del 20-N que es para ponernos los pelos de punta con el tiro en la nuca que le van a dar a las pensiones, los coches bomba que van hacer estallar en los convenios laborales, la bomba lapa que le van a colocar bajo la Ley de Huelga, las amputaciones que van a provocar a la conciliación familiar, dependencia, educación, sanidad, deporte, cultura, ciencia… como se verá, nada que envidiar a los terroristas en causar daño y sufrimiento a todo el país, ahora que ETA parece dispuesta a dejar de ejercer de Prima Donna en las cortinillas del Tontodiario y el imaginario colectivo como siempreterna preocupación del españolito medio. Y es que, no hay como tener a la población continuamente atemorizada para que sin chistar asuma solícita cuantas imposiciones sean necesarias para su futura opresión.

Cara, con el significado de afectuosa, se nos hace la farsa del cara a cara, aun cuando son caras contempladas como rostros, más que conocidas, por si en sus gestos, al modo en como los arúspices etruscos y romanos escudriñaban las entrañas de los animales, somos capaces de adivinar algo de la que se nos avecina por si no fuéramos duchos en la fisionomía criminal que a un buen estudioso de la frenología de Cesare Lombroso que mantenía, groso modo, que “los malos tienen cara de malos” ofrece cual jeroglífico egipcio la lectura de sus respectivos perfiles en los carteles electorales. Pero, para que el cara a cara sea genuino, pese a estar pactado en todos sus extremos, al menos es necesario que en el mismo circo intervengan, cuando menos, dos caras – permítanme omitir en qué sentido de la expresión – sino tres, contando con el moderador. Con dos caras dando la cara, o sea, en lugar de, por sus partidos para partirse la cara ¡es un decir! ciertamente merece la pena dejarnos engañar durante unos minutos al modo en que hemos disfrutado de esa otra carantoña que ha sido la Conferencia Internacional de Paz, de cara o al objeto, a salvaguardar los valores de lo que Guy Debord bautizara como “Sociedad del espectáculo” en la que hemos convertido la política de nuestros días. Ello, también nos permitirá hacer apuestas sobre quién ganará el debate, realizar porras en los bares sobre los puntos de ventaja y todas esas otras de hacer más divertido lo que de otra manera carecería de interés, pues si difícil se nos hace beber agua sin sed, ni les cuento que ocurre con el poker sin dinero.

Cara por su cuantía, cara por el morbo que causa entre los ciudadanos, el cara a cara, lava la cara. No así por los caras que han de acudir a la cita que, dejan mucho de desear, pues más que dos caras de una misma moneda, a caso sean sólo la misma cara de la misma moneda. Y uno, puede tolerar que le tomen el pelo en el Parlamento. Pero ¿En Televisión? ¡Bajo ningún concepto! Yo cuando veo la tele, quiero ver algo distinto de la realidad como que los malos sufran y los buenos triunfen y demás cuentos hollywoodienses. ¡Nada de tragedias griegas! Que ya tenemos suficientes. Es muy pernicioso para la ficción esa moda cinematográfica de “Dogma” de retratar con realismo las tramas presentadas al espectador. ¡Yo quiero disfrutar del espectáculo! Para sufrir a los getas, no en el sentido de pueblo Tracio del Danubio, ya les tendremos toda la campaña pidiendo el voto.

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