Los amantes de la literalidad, no conciben ni por lo más remoto, que en su origen, la Palabra fue redactada en último término por la conciencia creadora que vio en ella un vehículo de verdad y no la verdad misma. Sea entonces, que la comunidad de los hablantes podamos transformar el lenguaje a conveniencia, no de un solo individuo, mas si por necesidad del entero colectivo que sutilmente aprecia por momentos como los términos seminales si bien conservan la forma, por fijarla artificialmente la escritura, no así sucede siempre con su significado que se enriquece a la par que se desgasta con el uso.
Hay gente muy ofuscada con el empleo que los mandatarios y sus lacayos los medios de comunicación, hacen de voces tan reverenciadas sociológicamente como “Libertad” o “Democracia” y sus daños colaterales, referidas a bombardeos masivos contra la población civil, asesinatos selectivos y otra serie de actos que de ser cometidos por agentes distintos a unas naciones civilizadas, seguramente serian rápidamente tildados de terrorismo puro y duro y llevados de inmediato ante el Tribunal Penal Internacional. Pero… ¿Con qué derecho los hablantes podemos limitar el empleo de una palabra a su significado literal cuando ella misma es capaz de soportar y alentar la poesía?
Las sagradas voces de “Paz”, “Dios”, “Libertad” ,“Democracia”, “Razón”, “Verdad”, “Humanitario”, “Pueblo”, “Futuro”…están muy hartas de significar siempre lo que viene en el diccionario y arden en deseos de verse desencorsetadas de ese celo fariseo que las obliga a preservar una tradición semántica que para nada ayuda a la comunicación de las personas, que es para lo que ha nacido el lenguaje, con permiso previo de la función de mentir.
Hace tiempo que las Academias de la Lengua dejaron de ser focos irradiadores de significado y menos todavía los intelectuales que nada tienen que decir sobre su mundo y su tiempo. Hoy dicho menester les está reservado a esos magos de la palabra que desde los Gobiernos, Instituciones y Organismos oficiales tienen el derecho y la necesidad de transmitir la nueva idiosincrasia consustancial al orden establecido para que el sistema opere en plenitud axiológica sin cortocircuitarse por asunto tan trivial como es un desliz comunicativo de su doctrina. Así, sinceramente creo que Obama y la OTAN son los modelos a seguir.
El Premio Nobel de la Paz, nos ha enseñado en poco tiempo, que no hay motivo para ser un Príncipe de la Paz y abstenerse de hacer justicia selectiva cuando así fuera conveniente al margen de los Tribunales, pues no hay más derecho que el que cada cual se pueda procurar y sólo se debe acudir al Tribunal cuando, o bien te importe un pimiento el resultado, bien cuando tus propias fuerzas no sean suficientes para garantizarte la clase de justicia que necesitas. Es un criterio de actuación ¡bárbaro! que me encantaría poder ejercer a diario pero que por mi escasa capacidad económica, seguramente me deba contentar con poner denuncias; Mas, no por ello dejaré de ver en este modelo, el sacrosanto y genuino “Espíritu de las leyes” que Montesquieu oscureció con su grandilocuencia. ¿Cuántos de nosotros no desearíamos hacer justicia al modo Obama con los Cri-gobernantes que tenemos? ¿ A caso merecen otra cosa estos hojas de plata que el trato dispensado a Bin Laden o Gadafi?
La OTAN no merece menos reconocimiento por mi parte. Gracias a su incesante labor en pro de dotar de Libertad y Democracia Universal al futuro de los Pueblos desesperanzados, hoy podemos desde este púlpito convocar a los ciudadanos para que de una vez por todas se decidan a Democratizar por los aires las sedes de Génova y Ferraz y liberar al Pueblo español del yugo de la Tiranía.
Dios, que es bueno y misericordioso, quiere que democraticemos el gobierno de una forma racional, liberemos las instituciones con Paz y Amor, y sobre todo, que tratemos de forma muy humanitaria a cuantos representantes del sistema seamos capaces de capturar con vida garantizándoles que se les va a dar un futuro digno y paz eterna. Esta es la nueva forma de emitir los mensajes para que la gente entienda lo que se ha de entender, porque de traducirse al modo antiguo podría espantarse de haberle prestado alguna atención.