Hace décadas que vengo reclamando un mejor aprovechamiento de los edificios públicos, sobre todo de Colegios, Bibliotecas y Casas de Cultura, los cuales, durante los fines de semana, fiestas y periodos vacacionales, suelen permanecer cerrados a cal y canto, convirtiéndose en auténticos sepulcros de la tan necesaria educación civil de la que hablara Platón, los Humanistas y los Ilustrados. Máxime, cuando cientos de asociaciones sin ánimo de lucro y por ende sin recursos financieros, demandan espacios donde poder desarrollar sus distintas actividades con un mínimo de seriedad sin tener que reunirse en bares o portales de escalera, verbigracia las asociaciones de vecinos o los jugadores de rol que no sólo los Indignados del 15-M están desprotegidos en sus reivindicaciones a la intemperie. Por eso, este Febrero me he llevado una enorme alegría al enterarme de que la nueva corporación de un Ayuntamiento de una localidad tan sumamente despreocupada de la cultura propia y ajena, como es el otrora bello Castro Úrdales, ha tenido la gran idea de abrir a los vecinos de la ciudad las puertas de su Casa de Cultura los Sábados a la tarde y los Domingos a la mañana, para que aquellos ciudadanos que lo deseen, puedan disfrutar de sus servicios que por lo general sólo parecen reservados a quienes estando en el desempleo o viviendo en la mayor de las ociosidades, pueden permitirse de Lunes a Viernes, el lujazo de ir de casa a la lectura y de la lectura a casa, iniciativa juiciosa que puede observarse en la centenaria costumbre de los Museos de abrir preferentemente durante los momentos de asueto de la población, reservando los grisáceos Lunes como días de descanso de personal, guiados por la motivación de fomentar su visita, diametralmente opuesta a la pícara práctica de las salas de cine que recibidoras de cuantiosas subvenciones a la industria del ramo, fomentan que la gente acuda a ellas, también el Lunes por medio de declararlo “Día del espectador” que en su caso no es precisamente las jornadas de más afluencia que digamos.
Si yo fuera Ministro de Educación y Cultura, aparte de retirar de inmediato todas las subvenciones al arte y de proscribir una entidad como la SGAE, daría la orden de abrir todas esas fosas comunes de nuestra tradición popular y académica para que en ellas tuvieran cabida talleres de escritura, círculos de lectura, video fórum, clases de ajedrez, grupos de meditación, puntos de intercambio, centros de conversación en distintos idiomas, etc. Con dicha medida, además de ofrecer a la juventud las tan cacareadas alternativas de ocio para hacer frente al fenómeno de la drogadicción – con lo que evitaríamos el tráfico institucional de planes y proyectos para su prevención – nos ahorraríamos tener que sufragar la construcción de nuevas instalaciones para alojar el mencionado volumen de actividad, corrigiendo con ello, el actual nivel de despilfarro que supone mantener abiertos edificios infrautilizados comprensiblemente por la gente que no puede acudir a ellos en masa durante la semana en días lectivos y laborales por hallarse cuidando de la casa y la familia, en clase por hallarse en edad de aprender o en el trabajo por ser de condición esclava, y tenerlos completamente blindados a su acceso precisamente cuando la ciudadanía podría disponer de tiempo y ganas de hacer uso de tan costosas instalaciones.
Yo no sé, si lo acontecido en Castro obedece a un acierto meditado, o a un error de calendario por parte de los responsables del área. Pero en cualquier caso, deseo hacerles llegar públicamente mi más sincera felicitación por su resolución y ya sería todo un detalle por su parte, que en el futuro, trasladaran la Biblioteca a un lugar apropiado para su utilidad, que no es bajo la Escuela de Música como en la ubicación actual.