7 comentarios en «Sobre cadenas de alimentación. Ocurrencia»

  1. Las flores acudiendo a La Abeja con su polen.
    Servicio a domicilio inverso. Ingenioso proceder.

    Un saludo.

  2. Me ha encantado tu palabro de «Zolocotroco» Me gustaría saber su significado aplicado.

  3. La palabra zolocotroco me la transmitió mi amigo David, ya fallecido, quien trabajó sobre todo en el mundo del espectáculo, como «pipa», o como luminotécnico.

    Cuando en la preparación de un escenario ocurre algo que da al traste con el montaje, eso es un zolocotroco: un desastre.
    La palabra me sugiere especialmente la caída ruidosa de objetos sujetos a las perchas, o las mismas columnas donde se sujetan las perchas.

    David, conocido en el mundillo como «El Tas» por su parecido con el Diablo de Tasmania de los dibujos animados, tenía habilidades singulares, como atravesar con la punta de un cigarrillo encendido un billete de cincuenta euros apoyado sobre su brazo sin dar muestras de sentir dolor.

    Se cierra el telón. Un abrazo.

  4. Amigo Carlos:
    Eres un fenómeno y no me extraña que tengas amigos singulares que desde el más allá de tu recreación todavía nos diviertan con su genialidad por ti compartida. Entre lo del zolocotroco que pienso usar y la anécdota ya te has ganado unas cañas.

  5. Okey, Mackey. Seguro que no falta tema de conversación para amenizar los trasiegos.
    -¡Pues yo…!
    -¡Pues anda que yo!
    -¿Y lo del David, que vivió de okupa en la Catedral de Zaragoza? Descarao que sí, tío.

    Un abrazo, señor cronista.

  6. Con permiso, Señor Lococo y la compañía..
    Estoy recorriendo el blog, entretenido como hacía tiempo que no estaba; y el comentario del okupa en la catedral de Zaragoza me ha recordado la historia de Gabriel Luna, aunque la catedral es la de Toledo. Una estupenda novela de Blasco Ibáñez, Don Vicente. «La catedral», se llama.
    Vendrán por aquí mis amigos, respondo de su cortesía; espero que no me fallen ;.j
    Sigan bien vuesas mercedes, y muchas gracias.

  7. Mucho gusto, Olaso.
    Parece ser que lo de los okupas viene de antíguo.
    De D. Vicente leí «La Araña Negra» en mi adolescencia, y la trama no deja de ser la historia de un okupa instalado por el Arzobispado en la próspera familia Baselga, plasmada en un bonachón, modesto y benéfico colaborador para todo, quien hace valer su papel a la hora de repartir la herencia, después de décadas de sumisión desinteresada.

    Como recordó Nicola: «Dios me libre de las aguas mansas…»

    Un abrazo. Okúpenos, caballero si éso le place.

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