Cuando empezó esto de la crisis, no faltaron voces optimistas que afirmaban para estupor de propios y extraños“¡La crisis es buena!” Que si con ella se optimizarían los recursos y racionalizaría el gasto; que su presencia cíclica en el capitalismo es síntoma de mejora; que es durante las crisis donde se forjan las fortunas del mañana; que es la oportunidad para los espíritus emprendedores; una prueba a superar por el Estado del Bienestar para salir reforzado y fortalecido, bla,bla,bla. Yo tampoco les creí. Pero debo reconocer que llevaban razón.
Pero, la crisis, no sólo se ha revelado como buena. Según van avanzando los meses y los años, la crisis ¡es un chollo! Así de claro lo expresamos el otro día unos cuantos amigos que nos pusimos a compartir nuestras impresiones sobre lo que está sucediendo. Al principio, todos nos pronunciábamos con el catecismo del Telediario en la boca: “Las cosas están muy mal” “Vamos de mal en peor” “No se ve la salida por ninguna parte” y la plañidera retahíla consabida. Sin embargo, a nada que de modo distendido pusimos en común nuestras vidas, el que no venía de vacaciones, se iba de puente, quien no se acababa de comprar un Audi, andaba en tratos por internet para adquirir una cámara de video de 1.000 euros. ¡Algo no cuadraba!
En un sogatira entre la prudencia y la exaltación para ver a quién le iba peor o mejor, sin ser por ello objeto de lástima por su fracaso social, ni de soterradas envidias envueltas en falsos elogios, tímidamente algunos nos atrevimos claramente a confesar la verdad…¡Viva la crisis!
Desde que hay crisis, los precios de casi todo en el supermercado han bajado, tanto es así que estoy por acaparar productos no perecederos como desodorante, detergente, colonias, estropajos y cuanto encuentre a 3×1 para cuando venga la época de bonanza; las casas comerciales me buscan como cliente otorgándome grandes descuentos, dispensándome trato preferente dirigiéndoseme siempre con gran respeto anteponiendo a mi nombre de pila toda suerte de fórmulas que para si los quisiera el Rey de España, algo así como “Excelentísimo Sr. Don Nicola” y otras cortesías que convierten la apertura de mensajes publicitarios en todo un placer para los sentidos del Ego, algo maltrecho por las misivas que antaño las malas compañías como Timofónica nos enviaban para reclamarnos lo que no era suyo; Las Agencias de viajes están en oferta permanente sean o no vacaciones dando igual la temporada alta o baja: el otro día preguntando por una promoción para Rsia, si me descuido, aparezco en el Cairo de crucero, con acompañante y niño gratis de lo barato que se ha puesto viajar.
¡Y volar! ¡Ay! ¡Volar! el sueño de Ícaro, se ha convertido en algo de lo más vulgar hay hasta amas de casa haciendo la compra en el Duty Free. No me extraña que ahora lo más chic sea moverse en bicicleta, precisamente cuando aparcar es mucho más fácil porque los pobres no tienen para gasolina y los que tienen para gasolina ya no ganan para el estacionamiento. Y lo que sucede en el aparcamiento, pasa también en las consultas privadas de abogados, médicos, dentistas. Y a propósito de dentistas, dentro de poco va a ser más barato extraerse las muelas sin dolor que con dolor.
Y todo lo enunciado, no es más que el chocolate del loro. Donde la crisis está demostrando lo bien que funciona la Ley de la oferta y la demanda es en la adquisición de bienes e inmuebles donde las Clases Medias habían creído poder conservar sus preciados tesoros contrabajo, sangre, sudor y lágrimas de igual modo las malvenden para mantener aparentemente su estatus hasta final de mes a precio de saldo: anillos, pulseras, collares, joyas, perlas, diamantes…cambian de manos a gran velocidad elevando sus precios con la misma celeridad con que se esfuma el dinero recibido. Ciertamente, es el momento de comprar. De comprar sobre todo chalets, lonjas y estudios a precios ridículos a quienes se dan con un canto en los dientes si se las quitas de las manos para librarse de la hipoteca; Me parece que ya hay anuncios en los que el vendedor se ofrece a pagar a quien acepte poner la propiedad a su nombre. ¡La crisis es genial!
Y todavía lo anterior no es nada si Usted es de esos que durante dos décadas ha visto como los gobiernos sucesivos le bajaban los impuestos mientras el Estado agrandaba el déficit, de modo que contará con bastante liquidez para adquirir deuda del país hundido a grandísimo interés. ¡ No le puede pedir más rendimiento a su inversión! pues el mismo dinero que el Estado dejó de cobrarle, es el mismo con el que ahora adquirirá la deuda que por haberlo dejado de cobrar ha generado y para más INRI le va a dar beneficios. ¡La crisis es de puta madre!
Pero seríamos unos materialistas si sólo pensáramos que la crisis es buena por las oportunidades que ofrece el mercado. ¿A caso con la crisis no ha aflorado la solidaridad entre la gente? ¿No ha mejorado el compañerismo entre los trabajadores? ¿No es por la crisis que los medios de comunicación se hacen más eco de las miserias con las que convivimos alegremente? ¿No es menos cierto que desde el inicio de la crisis todos hemos aprendido mucho más de economía? No es cuestión aquí de citar todas y cada una de las cosas buenas que nos ha traído la crisis, desde la reparación del calzado y la vuelta al remiendo de la ropa usada, hasta lo bien que saben ahora las marcas blancas, pasando por lo fácil que es llevar una dieta saludable, hacer régimen y experimentar los beneficios espirituales de llevar una vida austera, sin necesidad alguna de hacer votos de pobreza, pero es innegable que la crisis tiene aspectos positivos que los aguafiestas de siempre desean ocultar a la mayoría.