Por un Sacrificio de calidad

Durante lo que hemos dado en llamar Prehistoria, la figura del Chamán asumió distintas funciones a las que subyacía la de proteger a su pueblo y a su gente de cuantos males naturales, físicos, materiales, corporales, psicológicos o espirituales pudieran afectarles.
A causa de ello, el personaje del Chamán adquirió prestigio y poder. Mas dicho status en sus inicios estaba directamente ligado a su eficaz desempeño, de modo que, de no acompañar los éxitos a sus ritos y ceremonias, la misma comunidad que lo había habilitado para interceder con el mundo sobrenatural, le retiraba su confianza, lo insultaba, apaleaba, le expulsaba del poblado, e incluso llegaba a matarlo, si con ello entendían que las cosas mejorarían.
Con la irrupción de la agricultura, durante el Neolítico, la figura del Chamán derivó en distintas ramas según se especializara en aquellas funciones embrionarias. Así de la labor curativa surgieron curanderos, sanadores, terapeutas; de sus rituales emergieron Magos, brujos y hechiceros; de su invocación a los espíritus, nacerían oráculos y sacerdotes; mas de sus consejos y tomas de decisión emergería la figura de Rey o Gobernante. Pues bien, mientras la posición y seguridad de todos continuó dependiendo en alto grado de su capacidad de devolver la salud al enfermo y de que no se muriera; de su poder para alterar la realidad por medio de sortilegios; y su habilidad para leer el futuro en el firmamento…los Reyes y Gobernantes se las apañaron para rehuir su responsabilidad a este respecto, traicionando aquel ancestral “Contrato Natural” por el cual, el Pueblo se somete a la voluntad de Uno, siempre y cuando, ese Uno esté dispuesto al sacrificio en bien de su comunidad cuando ha sido incapaz de procurarle Bien o evitar el Mal.
En su deliciosa obra La rama dorada, Frazer expone los distintos mecanismos ideados por los primeros mandatarios para eludir su sagrado compromiso para con el hombre, la sociedad y Dios: Muy al inicio, los reyes afrontaban su suerte aceptando junto a sus familiares más cercanos, entregarse en sacrificio. Pero pronto advirtieron que en las sociedades agrarias, la fortuna adversa era más reincidente y duradera que en las sociedades cazadoras-recolectoras, de modo que, no salía a cuenta asumir tan arriesgado compromiso en el que se asociaba el propio bienestar personal, al de la comunidad que se gobernaba.
Una de las primeras soluciones de las que echaron mano Reyes y Gobernantes a fin de no afrontar su responsabilidad, consistió en crear la figura del Rey Sustituto, alguien a quien matar en su lugar; Después vino sacrificar un animal para satisfacer la necesidad de que corriera la sangre; más adelante aparecerían estatuas o figurillas para ser arrojadas al fuego o enterradas en su lugar; Y un largo etcétera, que por un tiempo no se atrevió a proponer que lo que debía ser sacrificado era el propio Pueblo, sus gentes, sus familias… pues ello sería tanto como recordar peligrosamente a los gobernados el antiguo Pacto Natural que por descontado se buscaba ocultar entre las brumas del remoto pasado.
Los Ilustrados que trabajaban a sueldo de los Déspotas, presentaron a los Hombres Primitivos poco menos que como tontos. En consecuencia, si no bastaba haber olvidado sus logros institucionales como el antedicho del Chamán, desde entonces también se desdeñó prestar atención a sus ancestrales costumbres. Así, olvidado y aún desprestigiado el Contrato Natural, los Gobernantes contemporáneos han tenido carta libre para, ante cualquier revés, exigir sacrificios a sus respectivos gobernados, convertidos así en sus nuevos chivos expiatorios.
Pero lo que son las cosas…La Economía, el Consumo, la Crisis, la Inflación, el Recorte y demás dioses del Panteón, no se contentan con sacrificios cuantitativos de ciudadanos en masa. De ahí, que no cambien las cosas por muchos despidos que se hagan, por mucho que bajen los salarios, por mucho que se flexibilice la jornada laboral, por mucho que la gente se quede sin casa, sin comida, sin vestimenta, sin salud…la nueva Teología requiere que se le realicen sacrificios de calidad. Será entonces, cuando las cosas mejorarán para todos.

La crisis ¡Es buena!

Cuando empezó esto de la crisis, no faltaron voces optimistas que afirmaban para estupor de propios y extraños“¡La crisis es buena!” Que si con ella se optimizarían los recursos y racionalizaría el gasto; que su presencia cíclica en el capitalismo es síntoma de mejora; que es durante las crisis donde se forjan las fortunas del mañana; que es la oportunidad para los espíritus emprendedores; una prueba a superar por el Estado del Bienestar para salir reforzado y fortalecido, bla,bla,bla. Yo tampoco les creí. Pero debo reconocer que llevaban razón.

Pero, la crisis, no sólo se ha revelado como buena. Según van avanzando los meses y los años, la crisis ¡es un chollo! Así de claro lo expresamos el otro día unos cuantos amigos que nos pusimos a compartir nuestras impresiones sobre lo que está sucediendo. Al principio, todos nos pronunciábamos con el catecismo del Telediario en la boca: “Las cosas están muy mal” “Vamos de mal en peor” “No se ve la salida por ninguna parte” y la plañidera retahíla consabida. Sin embargo, a nada que de modo distendido pusimos en común nuestras vidas, el que no venía de vacaciones, se iba de puente, quien no se acababa de comprar un Audi, andaba en tratos por internet para adquirir una cámara de video de 1.000 euros. ¡Algo no cuadraba!

En un sogatira entre la prudencia y la exaltación para ver a quién le iba peor o mejor, sin ser por ello objeto de lástima por su fracaso social, ni de soterradas envidias envueltas en falsos elogios, tímidamente algunos nos atrevimos claramente a confesar la verdad…¡Viva la crisis!

Desde que hay crisis, los precios de casi todo en el supermercado han bajado, tanto es así que estoy por acaparar productos no perecederos como desodorante, detergente, colonias, estropajos y cuanto encuentre a 3×1 para cuando venga la época de bonanza; las casas comerciales me buscan como cliente otorgándome grandes descuentos, dispensándome trato preferente dirigiéndoseme siempre con gran respeto anteponiendo a mi nombre de pila toda suerte de fórmulas que para si los quisiera el Rey de España, algo así como “Excelentísimo Sr. Don Nicola” y otras cortesías que convierten la apertura de mensajes publicitarios en todo un placer para los sentidos del Ego, algo maltrecho por las misivas que antaño las malas compañías como Timofónica nos enviaban para reclamarnos lo que no era suyo; Las Agencias de viajes están en oferta permanente sean o no vacaciones dando igual la temporada alta o baja: el otro día preguntando por una promoción para Rsia, si me descuido, aparezco en el Cairo de crucero, con acompañante y niño gratis de lo barato que se ha puesto viajar.

¡Y volar! ¡Ay! ¡Volar! el sueño de Ícaro, se ha convertido en algo de lo más vulgar hay hasta amas de casa haciendo la compra en el Duty Free. No me extraña que ahora lo más chic sea moverse en bicicleta, precisamente cuando aparcar es mucho más fácil porque los pobres no tienen para gasolina y los que tienen para gasolina ya no ganan para el estacionamiento. Y lo que sucede en el aparcamiento, pasa también en las consultas privadas de abogados, médicos, dentistas. Y a propósito de dentistas, dentro de poco va a ser más barato extraerse las muelas sin dolor que con dolor.

Y todo lo enunciado, no es más que el chocolate del loro. Donde la crisis está demostrando lo bien que funciona la Ley de la oferta y la demanda es en la adquisición de bienes e inmuebles donde las Clases Medias habían creído poder conservar sus preciados tesoros contrabajo, sangre, sudor y lágrimas de igual modo las malvenden para mantener aparentemente su estatus hasta final de mes a precio de saldo: anillos, pulseras, collares, joyas, perlas, diamantes…cambian de manos a gran velocidad elevando sus precios con la misma celeridad con que se esfuma el dinero recibido. Ciertamente, es el momento de comprar. De comprar sobre todo chalets, lonjas y estudios a precios ridículos a quienes se dan con un canto en los dientes si se las quitas de las manos para librarse de la hipoteca; Me parece que ya hay anuncios en los que el vendedor se ofrece a pagar a quien acepte poner la propiedad a su nombre. ¡La crisis es genial!

Y todavía lo anterior no es nada si Usted es de esos que durante dos décadas ha visto como los gobiernos sucesivos le bajaban los impuestos mientras el Estado agrandaba el déficit, de modo que contará con bastante liquidez para adquirir deuda del país hundido a grandísimo interés. ¡ No le puede pedir más rendimiento a su inversión! pues el mismo dinero que el Estado dejó de cobrarle, es el mismo con el que ahora adquirirá la deuda que por haberlo dejado de cobrar ha generado y para más INRI le va a dar beneficios. ¡La crisis es de puta madre!

Pero seríamos unos materialistas si sólo pensáramos que la crisis es buena por las oportunidades que ofrece el mercado. ¿A caso con la crisis no ha aflorado la solidaridad entre la gente? ¿No ha mejorado el compañerismo entre los trabajadores? ¿No es por la crisis que los medios de comunicación se hacen más eco de las miserias con las que convivimos alegremente? ¿No es menos cierto que desde el inicio de la crisis todos hemos aprendido mucho más de economía? No es cuestión aquí de citar todas y cada una de las cosas buenas que nos ha traído la crisis, desde la reparación del calzado y la vuelta al remiendo de la ropa usada, hasta lo bien que saben ahora las marcas blancas, pasando por lo fácil que es llevar una dieta saludable, hacer régimen y experimentar los beneficios espirituales de llevar una vida austera, sin necesidad alguna de hacer votos de pobreza, pero es innegable que la crisis tiene aspectos positivos que los aguafiestas de siempre desean ocultar a la mayoría.

Mi solución a la crisis

Gracias a lo acontecido en la industria del Automóvil que un poco más y pasa a denominarse del Autoinmóvil debido al súbito parón de la demanda acontecido en lo que llevamos de ejercicio en el que los concesionarios han estado más vacíos que los confesionarios pero a la vista de todos cuantos aguardaban como agua de Mayo una nueva tromba de millones en forma de Plan para ricos que se hacía de rogar para cambiar de utilitario, he comprendido algo mejor en qué consiste la Ley de la Oferta y la Demanda y cuál es el camino para reactivar nuestra particular economía de bolsillo.
Resulta que, como quiera que los automovilistas se dieran cuenta de que ante la caída de ventas de vehículos la industria del ramo presiona al Ejecutivo de turno al objeto que anime su consumo mediante ingentes subvenciones para la adquisición de utilitarios, los actuales potenciales clientes han sabido esperar a que este gobierno incitara de nuevo su compra por medio de otro Plan para ricos que en esta ocasión se llama Programa de Incentivo al Vehículo Eficiente (PIVE), con ánimo de ahorrarse el correspondiente desembolso de la subvención del gobierno y el descuento que añaden las propias casas comerciales, cantidad que en conjunto supera los 5.000 euros por adquisición y en su totalidad ronda los 75 millones de euros salidos de nuestros impuestos, de momento. En Principio ello podría ser malo para el resto de ciudadanos que no adquirimos un coche. Pero según han comentado los expertos del Ministerio y los de la Industria, el Estado recibirá 3 euros por cada euro invertido en el Plan, gracias al consiguiente aumento de la facturación, gastos de matriculación, consumo de gasolina, etc, de modo que, lejos de hundir aún más al país en la deuda, le ayudará a salir de ella a la vez que reactivará el consumo, el consumo reactivará el mercado, el mercado reactivará el empleo, el empleo reactivará el gasto, el gasto reactivará las ganas de vivir de la gente, la alegría, la felicidad y hasta la democracia que se está perdiendo con tanto recorte.

Así, al menos, lo promete el impacto del Programa que en los quince primeros días de su implantación, ha generado un incremento del 150 % de los pedidos y un volumen de visitas a los concesionarios de casi 70.000 personas, cifras que no se conocían desde comienzos de la crisis.
Y si esto es así, si verdaderamente es así…¿A qué esperamos los consumidores de los demás sectores para contenernos en el gasto con la mirada puesta en que suceda la misma secuencia de acontecimientos? Ya veo a las empresas presionando al gobierno para que lance planes, ya me imagino al Ministerio frotándose las manos porque por cada euro invertido en planes Renove de vestido, muebles, o electrodomésticos, recaudará el triple de lo puesto y en todos los ramos se activará la demanda y con ello la actividad industrial se disparará por las nubes, bajará la deuda, bajará la prima de riesgo, mejorará el nivel de vida del ciudadano y a Rajoy le nominarán para el Premio Nobel de Economía, de la Paz y hasta el de Matemáticas.
Yo mismo, ya he dejado de ir a las librerías con la esperanza de que las editoriales bajen los precios de los volúmenes de Metafísica.

Sin Merienda

La Dirección General de Servicios Penitenciarios de la Generalitat ha decidido suprimir la merienda que hasta ahora recibían los reclusos para hacer frente a la crisis. ¿Qué quieren que les diga? De haber sido yo el responsable de comunicación de este organismo, hubiera hecho lo posible por evitar que la noticia saliera de los muros de las prisiones como tantas otras cosas que allí suceden son ocultadas para nuestra tranquilidad democrática como lo es el alto índice de muertes que acontecen en su interior o el régimen de tortura al que son sometidos los presos FIES que nada tienen que envidiar en sufrimiento al mítico Papillon. En cualquier caso, la decisión en vez de presentarse como rácana fórmula de ahorro para mayor desprestigio de la economía catalana, bien podría haberse anunciado como solución nutricional para reducir la obesidad entre los internos, que habría quedado mejor.

Pero si de ahorrar se trata, yo tengo una idea más eficaz que eliminar el bocadillo, la cual paso a explicar: España puede jactarse de ser una potencia europea en población reclusa; por redondear, unas 80.000 personas, sin contar las confinadas en Centros de Menores, ni en los Campos de Concentración para Extranjeros, los lamentables CIEs. Pues bien, según datos oficiales, cada preso sale anualmente al Estado la nada despreciable cantidad de 20.000 euros, cifra resultante de sumar costes de contratación de tres turnos de funcionarios para su vigilancia y cuidado, gastos en infraestructura, mantenimiento de las instalaciones, manutención de toda esa gente bajo custodia, además de cocineros, sanitarios, psicólogos, educadores y toda la tropa auxiliar que soporta cada una de sus Centros, dividida entre el número de beneficiarios de tanta atención por parte de la Sociedad. Aunque en verdad, me temo que como los auténticos gastos que para las Arcas del Estado nos supone el mantenimiento de la Casa Real, la realidad nunca nos será enteramente confesada por temor a que, hechos los cálculos, nos salga más a cuenta dejarnos robar por los ladrones sentenciados que por los gestores que están por condenar.

Y precisamente mi propuesta de ahorro consiste, no ya excarcelar sin más, con una mano delante y otra detrás, a cuantas personas se hallan en prisión por delitos de poca monta cuyo conjunto volumen computado queda muy lejos de los millones robados por separado por Urdangarín, cualquier personaje de la política implicado en casos de corrupción, banquero que se haya blindado indecentes sueldos vitalicios durante su criminal actuación o el más insignificante empresario amnistiado por fraude fiscal, por cuanto sería peor el remedio que la enfermedad, al dejar del todo desvalidos a su suerte, a individuos obligados a procurarse el sustento de la noche a la mañana sin los medios apropiados a su alcance, más que aquellos que en su día aprendieron en la Escuela de la calle y perfeccionaron a cargo de la Universidad que a tal fin es la cárcel, sino en, una vez sentenciados por los Tribunales, concederles una mensualidad de 700 euros a cambio de que no ingresen en prisión, trato que el Estado mantendrá con la debida actualización del IPC mientras el condenado a ser mantenido no sea detenido de nuevo, en cuyo caso, se vería reducida la paga a la mitad o condenado de nuevo, extremo que le comportaría la pérdida completa de su paga.

No hace falta ser un Pitágoras para entender que, conviene entregar al delincuente una cantidad en metálico sensiblemente inferior a lo que nos costaría mantenerle en prisión, para que este aceptase de buen grado no perjudicar a la comunidad con su estancia entre rejas más de lo que lo haya hecho hurtando tres latas en un supermercado. Sería algo así como un tributo público a entregar a cambio de paz social como aquel que el Imperio Romano diera a los bárbaros para que estos se quedaran fuera de sus fronteras o como ahora se mantiene a la clase política para que no den abiertamente un Golpe de Estado.