El orden de las palabras

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Muchos amigos policías y abogados se me han dirigido verdaderamente preocupados por la aparente ligereza con que me pronuncio contra algunas autoridades a las que me atrevo a señalar por escrito como “Gobernantes criminales” angustiados por la creciente `posibilidad de verme nuevamente sometido a la “Pena de banquillo”, pues esta vez, temen no pueda salir airoso, constreñida como está por ley la libertad de expresión, el derecho de manifestación y aun de legítima defensa. Sirva entonces para todos ellos, para ustedes queridos lectores, para los valientes redactores del medio que me acoge y potenciales fiscales acusicas, la siguiente mía aclaración:

A diferencia de lo que la propiedad conmutativa establece en Matemáticas, en el lenguaje, el orden de las palabras, si altera sustancialmente su significado; tanto cuanto, el de los números en el sistema posicional, de ahí que, me permita denominar “Gobernantes criminales” a los miembros del actual Ejecutivo del Partido Popular, si bien, hoy por hoy, reconozco no puedo mantener que sean “Criminales gobernantes”, por ser cosa muy distinta.

Para cuantos no perciban la notable diferencia y crean ver en mi argumentación un artificio sofista difícil de sostener destinado a llamar a Rajoy, Gallardón, Montoro y demás Ministrencos, impunemente “criminales”, anímense comparar el trecho semántico que media de referirse a los mismos como “hijos de puta” o “de puta madre”. A propósito, la población está francamente dividida entre quienes piensan que Rajoy es una cosa y quienes piensan que es otra. Empero, ¡hemos aquí! que cuando los más han de refrenar su lengua siguiendo el consejo de Machado “En los tiempos que corren, hay que pensar lo que se dice y no decir lo que se piensa” los menos, se dan el gustazo de exclamar a los cuatro vientos “Rajoy es ¡de puta madre!” sin perjuicio alguno para su causa. Tanta es la importancia del orden de las palabras, como para que con las mismas, pueda decirse lo mismo y lo contrario.

Por si lo anterior, no fuera suficiente para tranquilizar a los allegados, convencer a los desafectos o persuadir a quienes vigilan mis pasos con lupa a fin de que no pierdan el tiempo buscándole tres pies al gato, bueno sería acudir a las enseñanzas recibidas en la escuela donde se nos ponía al corriente de la relevancia del orden con que se manejara el adjetivo: por ejemplo, cuando deseamos resaltar la cualidad de algo, un recurso grato a escritores y periodistas consiste en anteponerlo al sustantivo pues no es lo mismo comentar “esta es la casa vieja del Presidente” a “esta es la vieja casa del Presidente” pues, aunque en ambas se afirme la vejez del sustantivo, a nadie escapa que en el primer caso es un comentario de tinte peyorativo mientras en el segundo desliza nostalgia. Pero, la alteración en el orden del adjetivo, también es capaz de modificar su propio significado y para demostrar que esto es así, tomaremos de nuevo el mismo adjetivo “viejo” en las frases “Rajoy tiene muchos viejos amigos” y “Rajoy tiene muchos amigos viejos” en la primera se hace alusión a amigos de hace tiempo a los que no duda en otorgar cargos de confianza, cuando en la segunda se hace referencia únicamente a la avanzada edad de sus amistades si es que le quedan entre jubilados por los continuos engaños que padecen de su parte. Podrían adjuntarse infinidad de casos similares como “Pobre gente” y “Gente pobre” así como con nombres propios, pues no es lo mismo llamarse Mari Jose que Jose Mari.

En el caso concreto que me ocupa y que os preocupa, cuál es, la diferencia que media entre “Gobernantes criminales” y “Criminales gobernantes”, a estas alturas de la reflexión debería estar disipada. A mi entender, un “Gobernante criminal”, es todo aquel que, en el desempeño de su cargo, toma decisiones de carácter criminal como pueden ser engañar al ciudadano, hacer lo contrario de lo que dice, favorecer a los privilegiados y endurecer las condiciones de los más desfavorecidos, al tiempo que se cubre las espaldas contra la lógica reacción de los afectados, modificando las leyes a placer y conveniencia para prohibir las protestas civiles, gravar el derecho de las personas a pleitear en los tribunales, conceder licencia de detención, identificación, cacheo, interrogatorio y si fuera menester administración de fuerza necesaria contra indefensos peatones a empresas privadas de seguridad constituidas con capital proveniente de la AAA, etc. Sin embargo, concibo por “Criminal gobernante” a cuantos siendo criminales se las arreglan para acceder a los órganos de Poder valiéndose del sistema democrático, desde donde cometen con mayor facilidad y garantías sus delitos contra la sociedad como puede ser saquear las arcas públicas, desfalcar las Cajas de Ahorros, llevar a la ruina radios y televisiones autonómicas y cuantas fechorías son capaces de pergeñar en sus delincuentes mentes.

Yo, sinceramente creo, que Rajoy y sus Ministros, no son “Criminales gobernantes” aunque ¡sí!, sin duda, “Gobernantes criminales”. El punto flaco de mi posición estriba en que uno no comete actos criminales porque es “criminal”, sino que es “criminal” porque comete actos criminales, réplica cuya refutación, espero me permitan reservarla para cuando haya necesidad que no es cuestión aquí de ponerme la soga al cuello y también tirar.

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