A propósito de la inhumana situación por la que están atravesando dos matrimonios españoles y sus respectivos hijos adoptivos en Etiopía, me he percatado de que en el Estado español, hay dos lamentables fenómenos sociales que afectan espiritualmente por separado a cientos de miles de familias, cuáles son, el aborto y la adopción: Medio millón de mujeres cada año se ven obligadas, cuando no forzadas a abortar, mientras miles de parejas esperan casi una década para que las instituciones les concedan un niño en adopción. Las problemáticas que subyacen a ambas circunstancias son lo suficientemente complejas por separado, como para tratar de abordarlas conjuntamente, de modo que, en esta ocasión, me ceñiré a apostar por una posible solución parcial que palie sus consecuencias, absteniéndome de entrar en sus causas.
La solución aludida, pasa por poner en contacto al sector de mujeres que se plantean abortar únicamente por motivos económicos, con el segmento de parejas que desean adoptar, exclusivamente bebés, al objeto de favorecer que los particulares alcancen un acuerdo ético satisfactorio para todas las partes, incluidos los neonatos. Como toda realidad humana, los acuerdos libres y voluntarios entre ciudadanos pueden adoptar distintas formas, siendo el más sencillo, pero no por ello el único justo, aquel pacto en el que la madre biológica entregue sin más al recién nacido a sus padres adoptivos, trato en el que una parte recibe el hijo deseado mientras la otra se deshace de un problema al tiempo que cambia tomar una decisión traumática como lo es abortar, por otra más placentera consistente en aumentar la felicidad de terceros. A partir de aquí, todo es posible: desde que los futuros padres adoptivos paguen los gastos médicos y manutención de la madre biológica durante el periodo de embarazo, hasta otorgarle una gratificación por haber parido un niño sano, extenderle un cheque postparto para subsanar perjuicios laborales causados por la gestación, pagos en especie como sufragar sus estudios universitarios, los plazos del alquiler, etc. También en estos otros casos más complejos, ambas partes salen beneficiadas, evidentemente las madres biológicas traducen una situación a priori adversa como lo es siempre la llegada de un hijo al mundo, en un saldo positivo para la cuenta corriente y más todavía, las familias adoptantes, no tanto por lo que ingresan, cuanto por lo que se ahorran en abogados, jueces y procuradores en tramitaciones jurídico-burocráticas dentro y fuera del país, sin olvidar otros gastos de desplazamiento y regalos para los mediadores y autoridades competentes en el dilatado proceso de adopción.
Por supuesto, por muy libres y voluntarios que sean los tratos entre particulares, estos deberían realizarse con todas las garantías legales y las debidas precauciones ante notario, buscando siempre el beneficio del bebé así como evitar que la medida camufle actividades criminales como la compra-venta de órganos o el tráfico de menores para abusos sexuales. A tal objeto, bueno sería que instituciones como la Iglesia Católica, asociaciones como Pro Vida, u Oenegés de nuevo cuño, pusieran todo de su parte a nivel de infraestructuras, voluntariado y presupuestos para publicitar, fomentar, facilitar y apoyar social y económicamente esta vía de encuentro donde el problema de uno es la solución de otro en favor de un tercero por medio de campañas cuyo lema sea “¡Tu problema! ¡Es mi solución!”
Antes de atreverme a apostar públicamente por una medida semejante, he revisado a modo de “Abogado del Diablo” por donde podrían venir las críticas; lo cierto, es que, fuera del terreno metafísico, con los pies en el suelo, me cuesta ponerle peros a lo expuesto. Con todo, he considerado que, si bien la mayoría de los proabortistas no tendrían nada que objetar, podría darse la circunstancia de un grupúsculo de entusiastas que habiéndole cogido cariño a su causa, entendiera la propuesta en clave competitiva como un afán retrógrado por restarles relevancia social. Más reproches, paradójicamente espero por parte de quienes dicen defender en abstracto los derechos del neonato sin hacer nada en lo práctico para justificarlos; me refiero a los meapilas que sin pensarlo pondrán el grito en el cielo tildando todo el asunto de una miserable compra-venta de niños para acallar la mala conciencia de las gestantes y satisfacer los déficits emocionales de parejas estériles.
No creo que esta medida de conectar el aborto económico con la adopción de bebés, sea la primera solución que se deba explorar para evitar unos y facilitar los otros. Pero en la situación desesperante en que nos hallamos, sí mantengo firmemente que esta vía de acuerdo debe explorarse socialmente. Y como quiera que por parte de las instituciones exista una tupida red de intereses creados, por parte de los partidos una auténtica desconexión con los problemas reales de la gente, por parte de la Iglesia Católica una abierta inoperancia debida a sus internas contradicciones y por parte del asociacionismo oenegista un desacertado buenismo que les impide hacer bien de verdad…confío la idea al trabajo altruista de los informáticos a quienes veo capaces de crear una aplicación barata, universalizable, rápida y sencilla de manejar, para poner en contacto a las mujeres embarazadas que no deseen tener hijos, con las parejas que sí deseen ser padres. Seguramente, cuando la aplicación aparezca y se extienda su uso entre la población como solución, los legisladores la asumirán como propia, adecuando la ley a su práctica.
Es algo tan sencillo y tan adecuado, que será imposible.