¡Calma! Hay para todos

Que el estrés no es bueno, lo saben los trabajadores que a la vuelta de cada fin de semana se pueden encontrar entregada en mano la carta de despido dejándoles en el paro per secula seculorum; las cabezas de familia que tras años de trabajo, ahorro y sacrificio llegan a pobres arrastrando una hipoteca de condiciones draconianas por cuyo impago sin haber mala fe de su parte después de haberse quedado sin trabajo y sueldo les echa a la calle con lo puesto y una deuda con el banco criminal; las miles de personas que huyendo de las pandemias, guerras o el hambre, llegan a nuestra tierra con el sueño de prosperar, ante el miedo que les genera ser cazadas a lazo a cualquier hora del día en plena vía pública como un perro para ser deportadas en 24 horas en vuelos charter hacia su país de origen o abandonados en mitad del Sahara en tierra de nadie con una cantimplora y dos barritas energéticas…Por eso, ahora, cuando la crisis económica ha acabado, no es cuestión de propiciar negligentemente una crisis política sin otro fundamento que la propia incertidumbre que el voto de los electores genera en los candidatos en una democracia.

La irrupción en directa competencia de nuevas organizaciones políticas concurrentes al potencial reparto de privilegios laborales, jurídicos y sociales que supone para los elegidos entrar a formar parte de una Institución en España, ha originado enorme angustia entre los cuadros medios dirigentes de los Partidos tradicionales, que por primera vez, se ven fuera de juego de no ocupar en la parrilla de salida los lugares estratégicos que garanticen su reelección. De esta guisa, observamos como en el actual partido de Gobierno PP, en el partido de la Colaboración PSOE, o en los partidos de la Comparsa democrática como IU o UPyD, las distintas familias ideológicas que los integran no han dudado en involucrarse todas a un tiempo en una encarnizada lucha intestina sin cuartel y sin disimulo alguno, a fin de ubicar a sus más íntimos partidarios en los sitios desde donde más adelante puedan estar en condiciones de colocar a los suyos en puestos de confianza en un despiadado domino de lealtades y favores que cual reguero de pólvora recorre del primero al último las filas de las organizaciones políticas del país en un perfecto machihembrado donde el que no encaja rápidamente es depurado, cosa altamente comprensible en gentes acostumbradas a gozar del lujo personal sufragado por los contribuyentes con la aquiescencia de las élites extractoras en pago a su cotidiano quehacer contra la ciudadanía y entrenada a luchar por ello durante años en las famosas reuniones del partido; mas también, y he aquí lo preocupante de verdad, detectamos que otro tanto sucede entre la militancia de esas mismas formaciones emergentes cuya irrupción ha inquietado a los anteriores, cuya ansiedad, evidentemente no puede obedecer a las mismas causas, sino casi me atrevería a afirmar que a sus contrarias. O sea, que si los miembros de la casta parasitaria tienen miedo a salir de las instituciones, los integrantes de formaciones como Podemos o Ciudadanos, lo que temen ¡y no menos! es no entrar en ellas, por lo que ya se les contempla a codazos o a mamporro limpio para convertirse en nuestros próximos representantes democráticos.

Así las cosas, unos peleándose por no salir y otros a la greña por entrar, pueden colapsar el sistema. En consecuencia, me veo en la necesidad de intervenir para solicitar ¡Calma! a todos los implicados, que aunque suene al siempre contraproducente ¡Que no cunda el pánico! lo juzgo muy necesario para recuperar la perspectiva, porque, en la Democracia española, hay cabida para todos: tenemos Presidencia, Ministerios, Congreso, Senado, Parlamentos Autonómicos, Diputaciones, Concejos, Alcaldías, por lo que no faltarán edificios, despachos, poltronas y coches oficiales para ocupar, ni dietas, subvenciones o sobresueldos que recibir o entregar como ministros, congresistas, senadores, parlamentarios, diputados, alcaldes concejales de urbanismo, además de Secretarios de Estado, cargos de confianza, asesores, cargos en el partido, etc.

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