Una de las ventajas de consumir ¡chumba! ¡chumba! Anglosajona, es no tener ni pajolera idea de lo que sus ridículas letras transmiten, significado que chiquitea en nuestro subconsciente al modo en que lo hacen estribillos como “El aserejé” o “el Auamba buluba balambanbú” de modo totalmente inocuo para nuestra salud mental. Nada que ver entonces, con los crípticos mensajes ocultos de algunas melodías nativas cuyos intérpretes parecen regodearse coqueteando en dificultad comprensiva con tratados de Ontología, Mecánica Cuántica y Arte Abstracto, verbigracia de lo que habla Amaral en el conjunto de su obra, que mal que bien, cruzando la letra de sus enigmáticos complejos Sencillos puede uno entender que, si se pasa toda la noche en la calle, le parezca que no quedan días de verano…de ahí, que diga, que este mundo no lo entiende, ni falta que le hace.
Pero hay momentos, en que la coyuntura ayuda lo suyo en la labor de exégesis, como me ha sucedido con la canción de Alaska “Retorciendo palabras de amor” Sinceramente, reconozco que aun con el texto en la mano, era incapaz de adivinar el sentido de unas estrofas sabiamente enrevesadas en una espiral melódica aparentemente carente de sentido. Por más vueltas que le daba y por más veces que analizara el video colgado en Internet, la clave de interpretación se me resistía, hasta que el otro día, escuchando a Zapatero durante el Tontodiario explicándonos las medidas para hacer frente a la crisis económica, me puse de pronto a tatarear la dichosa cancioncilla: “No, no pretendas tener la razón, no me vengas pidiendo perdón, no me digas que ha sido un error que lo sientes. En fin, de que sirve un futuro ideal, construido en terreno ilegal
un pasado que me hace dudar del presente.” ¡Increíble! Pero…¡Cierto! La letra de Alaska era una premonición, una profecía cantada, comparable en oscurantismo a las famosas Cuartetas de Nostradamus. Y yo, he revelado su sorprendente secreto. Les animo a todos ustedes a escuchar la obra entera y comprobar por si mismos cuanto digo.