Con éstas líneas deseo dejar constancia de mi más enérgica protesta por la abusiva proliferación de los dichosos badenes en nuestras calles, vías y carreteras. Queja que espero no caiga en saco roto como le ocurrió a la que en su día plantearan los chóferes de autobús relativa a los problemas de riñones y espalda que les acarreaba su reiterada presencia, o la que también expusieran los conductores de ambulancia, dados los peligros que los mismos suponían para el ejercicio de su urgente labor, por no citar los trastornos que ocasionan a quienes sufren de mareo y de estómago durante los desplazamientos.
Como tantos otros ciudadanos, soy asiduo usuario de autobús, más por necesidad que voluntad, en cuyos trayectos vengo a invertir una media de tres horas diarias. Pues bien, en principio está en mi mano aprovechar tan preciado tiempo, bien para recuperar horas de sueño, bien para ponerme al día en lecturas atrasadas y hete aquí, que ni lo uno ni lo otro puedo hacer ahora, que por doquier, aparecen de súbito los dichosos badenes, con los frenazos y acelerones correspondientes.
Es posible que a la autoridad competente cómodamente sentada en el mullido sillón de su apacible despacho, le sobre y baste con cerrar los ojos para lo primero y abrir el libro para lo segundo, y en consecuencia, dado que se desplaza habitualmente en coche oficial, no acierte a comprender el motivo de mi queja, mas si hiciera el esfuerzo de ponerse en mi lugar, apreciaría pronto que lo que le sucede a éste pasajero es similar a lo que dicha autoridad competente le acontece cuando tiene uno de esos hipos persistentes que sólo se quita con un buen susto.
La verdad es que no entiendo de quién ha sido la estúpida idea de los dichosos badenes… Estúpida porque con su presencia, materializa y evidencia la ineficacia de la policía municipal y de tráfico a parte de poner en relieve la degradación ético-moral de nuestros conductores a quienes parece que se les debe llevar a éste extremo para que respeten los pasos de cebra, en lugar de mejorar la eficacia policial y potenciar la civilidad. además, es innecesaria porque si la autoridad competente cree de verdad que un pronunciado accidente del terreno es disuasión suficiente para que los conductores respeten el código de circulación, entonces, lo mismo hubiera valido dejar en el asfalto baches y grietas, pues el mismo servicio hace un montículo que una depresión, y al menos, nos hubiéramos ahorrado dos partidas presupuestarias al arca pública: la de arreglar las carreteras y sus cuantiosos obras, y por supuesto, lo que de por sí suponen los dichosos badenes. Y si alguien justificaría todavía la medida escudándose en que con ello se evitan atropellos, cuántos más no se evitarían de instalarse ruedas cuadradas en los vehículos.
Entre las «bondades» de los badenes olvidaste comentar lo que se disfruta cuando vuelves a casa en autobús, tras una noche de fiesta, con tremmendas ganas de mear, y te encuentras esa laaarga entrada a Basauri, con no menos de 50 badenes allí donde nunca cruza un peatón,…