Tan jugosa y abundante en gajos como su hermana mayor, de igual color, menor tamaño, pero fácil de pelar, es por ello muy apreciada la mandarina, fruto oriental que recibe el nombre por coincidir su tonalidad con el atuendo de los Mandarines y en occidente recibiría por su semejanza la denominación de ¡Naranjas de la china! que por su lujo, pasó a convertirse en expresión sinónima de ¡Y un jamón!
Así pues, la mandarina, tiene la fortuna de no verse en el problema lingüístico-metafísico apuntado por Eco en “El Nombre de la rosa”, de si la rosa es rosa porque le llamamos rosa o acaso, le decimos rosa por ser rosa, como le sucede a la naranja. Motivo por el cual, yo creo que es más sencilla de pelar, al no verse estresada en su identidad, como la carne de vacuno sale mucho más tierna si el animal es sacrificado sin presentir su destino. Es en esta confianza plena en su dulce manejo que me dispongo, mondo lirondo, a pelar la presente mandarina.
Decía Confucio “Exígete mucho a ti mismo y espera poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos (…) Porque los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”. Pero parece que sus enseñanzas no han cuajado entre los españoles que prefieren vivir a expensas de los otros, sin aprender la lección de su historia de la que salimos trasquilados, españoles o no, todos los pueblos peninsulares, pues como bien se mofaban en Flandes “Los españoles tienen indios y nosotros…españoles” en jocosa alusión al oro y plata que nuestros buques traían de América, pero de cuyo botín nadie por aquí se benefició, pues iba derechito a las arcas de la Gran Banca centroeuropea al objeto de sufragar las continuas campañas bélicas de los Reyes de turno.
Algo parecido ocurre ahora. Hemos querido que todo nos salga más barato a expensas de esclavos invisibles que como al zapatero prodigioso, nos dejaran la tarea hecha y lista al amanecer…sin percatarnos de que nuestra molicie y desaprensiva explotación de terceros, poco a la vez nos hacía más inútiles de lo que ya éramos desde que nos apuntamos entusiastas todos a una, como Fuenteovejuna, a aquel desplante científico que pronunciara Unamuno ¡Que inventen ellos! pero menos elaborado, traducido como corresponde a nuestra alegre idiosincrasia por el pueblo llano en ¡Que trabajen ellos! Mas se debe poner mucho cuidado en lo que se desea…que en ocasiones se cumple.
Pero nada…toda advertencia es poca, cuando uno se ha entregado al frenesí de que nos lo den todo a pedir de boca. Por eso, en vez de frenar el despilfarro, apretarnos todos el cinturón, partir por la mitad los sueldos de los políticos, eliminar las subvenciones a la Gran empresa estafadora, rebajar los contratos de los deportistas de élite a la cuarta parte…nuestro Gobierno electoral, con la buena intención de mantenernos contentos y felices para no despertarnos de la eterna siesta en la que nos encontramos que nos lleva al suicidio colectivo caminito del sueño eterno como sociedad, se dedica a contraer deuda y más deuda, para que sigamos pudiendo vivir por encima de nuestras posibilidades un ratito más a crédito, pero no de China, ni de Alemania…sino de las próximas generaciones. Ahora ya entiendo la necesidad de la ley del Aborto.
Moralmente, desde una perspectiva liberal como la mía, es asumible cualquier vicio o debilidad, lo que ya es reprochable, es consumirse en el mismo a sabiendas, pues a parte del mal que te provocas, del pésimo ejemplo que das con ello a cuantos te rodean y el perjuicio que puedas provocar a terceros, sucede que eliges. Y España entera ha elegido no sólo aprovecharse del trabajo esclavo y de la explotación infantil china para adquirir sin sonrojo en sus todo a cien ropa y baratijas a un precio muy inferior al que sabemos muy bien valen, sino que para más desfachatez de nuestra parte, ahora, nos valemos del capital sucio detraído por sus explotadoras élites chinas para vivir un poco más de un lujo indecente que no podemos ya pagar y jamás debimos hacer gala.
Y ahora, os vais a tragar la piel amarga que hemos pelado de tan dulce mandarina.